A comer, como todo en esta vida, hay que aprender. Por ello el objetivo de los padres debe ser enseñar a los niños de una manera eficaz, positiva y libre para conseguir que coman y, más que eso, lograr que quieran por sí mismos aquellos alimentos que son buenos para ellos, un objetivo que, si se les fuerza, nunca se conseguirá. Distintos expertos, desde los dietistas-nutricionistas hasta los pediatras y los psicólogos, coinciden en que obligar a un niño a comer jamás tiene buen fin y, en cambio, puede acarrear varios problemas y efectos negativos. El siguiente artículo enumera diez consecuencias de obligar a los niños a comer, detalla sugerencias para que los pequeños quieran hacerlo por sí mismos y dos ejercicios para mejorar su relación con la comida.
Los niños y la mesa: diez problemas de obligarles a comer
Lejos de favorecer una alimentación equilibrada, una relación armoniosa con la comida y un ambiente de sosiego en el hogar, forzar a los niños a que coman puede acarrear unos cuantos problemas y convertir la mesa en un pequeño campo de batalla. Entre los principales inconvenientes, destacan los siguientes:
- Algunos padres viven la inapetencia de su hijo como un agravio personal. Esto hace sentir mal al niño cuando rechaza un alimento.
- Si el niño es pequeño y aún no tiene uso de razón, pensará que los padres, de quienes solo espera cariño, de pronto le atacan: insisten en darle de comer cuando ya no le entra más o en obligarle a comer algo que no le gusta y, encima, se enfadan y le gritan.
- Incluso si se obliga a comer con amenazas, gritos o chantajes, los pequeños comen lo mismo.
- Meterles la comida en la boca a la fuerza provocará el vómito de los niños.
- Obligarles a comer solo sirve para hacerles sufrir y, si asocian la mesa con el sufrimiento, acabarán por detestar ese momento y la comida.
- Presionar a un niño para que coma un determinado alimento puede conducir a que rehúse comer muchos otros.
- Angustiarse porque un niño no come denota una sobreprotección de los padres, que es mala consejera en la educación infantil.
- El uso del chantaje emocional, de los premios y castigos con la comida, es un error pedagógico y un error nutricional.
- Un niño se puede negar a comer porque quiere llevarse él mismo el alimento a la boca y no se lo permiten. Es importante fomentar la independencia y dejarles crecer en autonomía.
- Corregir los modales delante de los hermanos o de otros niños promoverá el rechazo de los alimentos.
Sugerencias para conseguir que el niño quiera comer por sí mismo
En la mesa solo cabe la actitud positiva. Lo fundamental es fomentar la autonomía personal e intelectual. Hacer creer al niño que es él quien quiere estar sano, quien quiere conocer los alimentos y quien ha descubierto un nuevo sabor. Para ello, hay trucos muy útiles y fáciles de poner en práctica.
- Presentar a los niños pequeñas cantidades de un alimento nuevo de forma repetida.
- Dar ejemplo de conductas alimentarias saludables.
- Implicar a los niños en la preparación de los alimentos.
- Presentar las comidas de manera atractiva.
- Ofrecer los alimentos sin obligar, sin perder la paciencia y sin inquietarnos.
- Mantener su estómago vacío de caprichos antes de las comidas, no llenarlo de chucherías.
- Darles opciones en la mesa. Presentar unos alimentos que les gusten y otros que les gusten menos, para que puedan elegir, e intentar que coman un poco de todos.
- Apagar la televisión y sentarse a comer con ellos, en familia y sin distracciones.
- Durante la comida, mantener conversaciones distintas al hecho de hacerle comer.
Dos ejercicios para mejorar la relación de los pequeños con la comida
Ya sea en el aula o en casa, se pueden desarrollar dos ejercicios con los niños a partir de 6 o 7 años de edad, cuando tienen capacidad de razonar. Estos ejercicios han demostrado funcionar en la práctica con resultados extraordinarios.
- La lista del «me gusta» / «no me gusta». Algunos niños son muy conscientes de que su inapetencia o su afición a solo 2 o 3 alimentos es el centro de atención y preocupación de sus padres. Sin embargo, resulta útil trabajar con ellos y pedirles que escriban en un folio en blanco estas dos listas: lo que les gusta comer y lo que no. Si el ejercicio lo dirige un nutricionista, podrá explicarle al niño que en realidad ya hay muchos alimentos que le gustan y, lo que es más importante, que con ellos casi cubre sus necesidades nutricionales.
Tal vez se detecte la carencia de algún grupo de alimentos por completo, como las verduras. Entonces es el momento de hacerle ver al niño que con incorporar uno o dos alimentos a su dieta, esta será perfecta. Con este ejercicio, se logra desbloquear a un niño que tiene el control de su alimentación, al hacerle ver que no era para tanto y que falta muy poco para que sus padres estén contentos y tranquilos. Por último, es interesante plantear al niño un objetivo, al que llamaremos «compromiso saludable», y cuyo fin es que él esté más sano, más fuerte y más guapo. Es decir, sin premios ni castigos: solo se busca la adherencia del niño a un cambio de hábito por el mero hecho de que es mejor para él.
- La «cata a ciegas». Este es un ejercicio en grupo y, como su nombre indica, consiste en vendar los ojos de los niños. En concreto, los de la mitad de la clase. Una vez hecho esto, se les pone delante un plato con un alimento sin que sepan cuál es. El ejercicio lo explicaremos como una experiencia de los cinco sentidos. Primero deben tocarlo, después olerlo, también acercárselo al oído y, finalmente, probarlo. A medida que descubren de qué se trata, levantan la mano y nos acercamos para que nos digan al oído qué es. Si aciertan, pueden quitarse el pañuelo de los ojos y seguir como observadores. Si no aciertan, continúan con el siguiente sentido. En paralelo, es una experiencia muy enriquecedora para los niños que les observan.
El resultado de esta actividad puede ser traumático al principio. Puede haber niños que se enfaden porque han probado aquello que nunca habían querido probar. Incluso niños que lloren y pataleen para demostrar su enfado. Sin embargo, habrá muchos niños que manifiesten su sorpresa al haber sido capaces de probar algo nuevo. Para finalizar, todos los niños deben manifestar en voz alta los alimentos que no les gustan, o que no han probado nunca, y anotar en su agenda al menos tres. En la semana siguiente, tendrán el reto de probar estos tres alimentos. Respecto a los niños que se enfadan, la experiencia también demuestra que, al cabo de una semana, serán los primeros en decir en voz alta que ya han probado tal o cual alimento.