La obesidad ha dejado de ser una epidemia para convertirse, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en una “pandemia“. Es decir, es una “enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región”. De entre dichos individuos, los más vulnerables son los niños. Tanto es así, que la obesidad infantil es hoy una auténtica crisis de salud pública. A la vista de las desalentadoras estadísticas de esta patología en el mundo, tiene sentido afrontar su prevención desde la más tierna infancia. A continuación se ofrecen diez sugerencias para combatir la obesidad infantil y se explica qué factores inciden en ella.
Prevenir la obesidad infantil en diez pasos
De igual forma que los padres siguen criterios concretos a la hora de escoger un colegio o un colchón para su hijo, deberían tener presentes ciertas recomendaciones para prevenir la obesidad. Aunque el papel de las administraciones es tan o más importante que el de los individuos (tal y como han confirmado en febrero de 2013 investigadores de la Universidad de Zaragoza), a continuación se citan una serie de consejos para que padres o cuidadores prevengan, en la medida de sus posibilidades, esta enfermedad.
Los pequeños cambios son poderosos, y sobre ellos inciden todas las entidades implicadas en la salud infantil desde hace varios años. La siguiente lista detalla los más relevantes. Se han adaptado a partir de consideraciones de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.
- Servir raciones adecuadas para la edad del niño. Un estudio reciente ha observado que el tamaño de la vajilla influye, como en el adulto, en el volumen de comida ingerido por el menor.
- Tener en el hogar una variedad de hortalizas, frutas y cereales integrales (pan integral, pasta integral, arroz integral, etc).
- Escoger leche y productos lácteos bajos en grasa o desnatados.
- Limitar el consumo de carnes rojas o de derivados cárnicos.
- Promover el consumo de legumbres y frutos secos.
- Retirar de la vista del niño las tentaciones ricas en calorías (lo mejor es no tenerlas en el hogar).
- Fomentar la actividad física, sin olvidar que los niños imitan a los adultos: si los padres hacen deporte, los hijos también lo harán. Para prevenir la obesidad, el mínimo de tiempo diario que deberían dedicar los niños a realizar actividades de intensidad de moderada a vigorosa asciende a 60 minutos. Una revisión acaba de comprobar que el sedentarismo en la adolescencia es la norma.
- La bebida de elección para calmar la sed debe ser el agua. El consumo habitual de zumos está desaconsejado.
- Se debe limitar el consumo de azúcar, bollería y, sobre todo, bebidas azucaradas («refrescos»). Diversos expertos consideran que se debería enviar «mensajes claros» a la población sobre los efectos negativos de dichas bebidas.
- Restringir a no más de 2 horas diarias el tiempo que los niños dedican a ver televisión, jugar a videojuegos o a navegar por Internet (los menores de 2 años de edad no deberían ver la televisión). Un estudio aparecido en abril de 2013 en BMJ Open señala que los hijos de padres que ven mucha televisión suelen repetir su (mal) ejemplo.
Factores que alimentan la obesidad infantil
Científicos de la Universidad de Zaragoza resaltan la importancia de los últimos dos puntos de la lista anterior. Han constatado, en un estudio cuya primera firmante es la dietista-nutricionista Silvia Bel-Serrat, que ver poco la televisión y tomar una baja cantidad de bebidas azucaradas es crucial para prevenir el riesgo cardiovascular en niños. De hecho, estos dos factores fueron más importantes incluso que seguir una dieta rica en frutas y hortalizas o practicar ejercicio físico. La publicidad de «comida basura» influye de forma negativa, tal y como mostró un reciente artículo de Eroski Consumer.
Nuestra alimentación, cada vez menos saludable, el estilo de vida, muy sedentario, y otros motivos englobados en el concepto «entorno obesogénico«, explican en gran medida las actuales tasas de obesidad en la infancia. Los niños con exceso de peso tienen más posibilidades de padecer diversas enfermedades y además suelen sufrir más rechazo y estigmatización social que los niños con un peso normal. No menos significativo es que tendrán serias dificultades para disminuir su peso si entran en la edad adulta con obesidad. De ahí la importancia de hacerle frente a tiempo.
Además de los diez puntos anteriores, para prevenir la ganancia excesiva de peso conviene limitar el número de veces que los niños comen en restaurantes de comida rápida (fast food) y, en paralelo, promover las comidas en familia. Esto último no solo previene la obesidad, también ejerce beneficios psicosociales. Todo ello sin olvidar que las escuelas u otros ambientes educativos cercanos al niño pueden prevenir de forma eficaz esta patología. Aún así, los padres deberían tener presente la reflexión del compositor Gustav Mahler: «No hay más que una educación, y es el ejemplo».
Cada vez existen más pruebas que señalan que el peso en la edad escolar puede determinar el peso que se tendrá en la edad adulta. No obstante, existen pocos datos en relación a la primera infancia. En este sentido, un riguroso estudio publicado en diciembre de 2012 en Archives of Diseases in Childhood indicó que los factores que pueden predisponer a un bebé a padecer sobrepeso u obesidad son los siguientes:
- Sobrepeso de la madre antes del embarazo
- Tabaquismo materno durante el embarazo
- Peso elevado del bebé al nacer
- Rápida ganancia de peso por parte del bebé en los primeros meses
- Incorporación temprana de alimentos sólidos (conviene que aparezcan a partir de los 6 meses)
- No amamantamiento
Este último factor -el riesgo que puede suponer no amamantar al bebé en relación a la obesidad infantil- ha sido mencionado por importantes documentos de referencia publicados en 2007, 2011 y 2012. No obstante, un análisis más reciente (febrero de 2013) señala que el efecto negativo del tabaquismo materno sobre la obesidad infantil se justificaría por el estilo poco saludable que suele existir en los hogares en los que la madre fuma.
En cualquier caso, la prevención de la obesidad en la primera infancia pasa por evitar el tabaquismo en el hogar, tratar el exceso de peso de la madre (en su caso), amamantar al bebé de forma exclusiva hasta los seis meses y seguir con la lactancia materna a demanda (complementándola con alimentos saludables habituales en la dieta de la familia) hasta los dos años de edad o más.