La razón de esta circunstancia era que la planta estaba adaptada a unos ciclos diarios de horas de luz y de oscuridad diferentes a los europeos. Es lo que se llama ciclo fotoperiódico. La patata silvestre sólo formaba tubérculos cuando recibía entre 8 y 10 horas de luz al día como máximo. En Europa, en verano el día es más largo y los días que tienen entre 8 y 10 horas de luz se dan sólo en invierno. La consecuencia era que las primeras patatas que llegaron a Europa o no daban tubérculos o estos se perdían porque hacía demasiado frío.
Las variedades europeas de patatas actuales son el resultado de una selección lenta y progresiva de unas pocas plantas silvestres. La ventaja de la selección es que las plantas se han hecho más insensibles a la señal fotoperiódica y así pueden dar tubérculos en las condiciones de fotoperíodo que se dan en verano e inicio de otoño; al contrario que la silvestre, que aquí no puede dar fruto.
La desventaja es que, en el proceso de selección, las variedades europeas se han hecho débiles frente a virus o plagas como la phytophthora, sin embargo, la planta silvestre, que es muy resistente a estas amenazas.