Los edulcorantes son una alternativa al consumo de azúcar común o de otras sustancias energéticas como la fructosa o azúcar de la fruta y la miel. Cada vez nos resultan más cercanos, dado que ya no sólo se comercializan en tiendas especializadas o farmacias, sino que también están a nuestro alcance en cualquier superficie comercial en forma de granulado, líquido o pastillas, en bebidas y productos bajos en calorías y como no, en la mayor parte de bares y cafeterías. Pero, ¿sabemos de dónde proceden? ¿Conocemos la ingesta máxima diaria recomendada de cada uno de ellos y cuáles son sus ventajas o inconvenientes?
¿Qué son los edulcorantes?
Los edulcorantes, por definición, son aditivos alimentarios que confieren su sabor dulce a los alimentos. En general, se clasifican del siguiente modo:
- Nutritivos o calóricos (polioles, taumatina, aspartamo, NHDC).
- No nutritivos o no calóricos o acalóricos.
A su vez, los nutritivos y no nutritivos pueden ser naturales, como algunos polioles y la taumatina, o artificiales o de síntesis en laboratorio, como el ciclamato, la sacarina y el aspartamo, entre otros.
Los edulcorantes constituyen un grupo de aditivos que ha suscitado una gran polémica en torno a su uso y sus posibles consecuencias para nuestra salud. El principal problema se centra en determinar la dosis que garantice que no se va a producir ningún efecto dañino. Una cuestión nada sencilla, pues además de dar con la cantidad adecuada se ha de considerar la ingesta total de edulcorantes que una persona puede realizar a través de los diferentes alimentos que componen su dieta.
Para autorizarlos, la Unión Europea somete los edulcorantes al estricto examen del Comité Científico para la Alimentación Humana (SCF), organismo que dictamina si un producto se puede utilizar, fijando a su vez la Ingesta Diaria Admisible (IDA). Ésta debe asegurar que ninguna persona con hábitos de consumo muy diferentes a los de la media vaya a superar el máximo recomendable. La IDA se define, además, como “la estimación de la cantidad de aditivo alimentario, expresado en función del peso corporal que puede ingerirse diariamente de por vida sin riesgo de salud apreciable”. La industria de la alimentación sólo puede usar los que han sido aprobados tras haber superado largos, detallados y exhaustivos estudios que verifiquen que las dosis autorizadas no pueden dar lugar a ningún efecto dañino para la salud de las personas. La continua vigilancia a la que son sometidos permite constatar una satisfactoria seguridad.
Diferentes clases
Entre los distintos tipos de edulcorantes enumeramos los más importantes:
Sacarina o E 954. La sacarina fue el primer edulcorante acalórico que se descubrió, creando una gran expectación entre personas diabéticas y obesas. De forma casual, el joven químico alemán Constantin Fahlberg, que estudiaba en la Universidad Johns Hopkins (EEUU), descubrió en 1879 que un derivado del alquitrán al que llamó sacarina (O-sulfamida benzoica), presentaba un sabor extremadamente dulce. La sacarina se incluyó en la primera lista que publicó la Administración de Alimentos y Drogas de los Estados Unidos de aditivos GRAS (Generally Recognised as Safe o Reconocida Generalmente como Segura), en 1959.
Se trata del edulcorante artificial más utilizado, al ser de 300 a 500 veces más dulce que la sacarosa y utilizarse como aditivo en un amplio rango de alimentos, como refrescos, yogures, productos para diabéticos y bajos en calorías y como edulcorante de mesa. La forma más conocida es la sal sódica. Tiene un regusto amargo, sobre todo cuando se utiliza a concentraciones altas. Al igual que el ciclamato, es un edulcorante que resiste el calentamiento y los medios ácidos, por lo que es muy útil en muchos alimentos procesados. La ingesta diaria admisible es de 0-5 miligramos por kilogramo de peso (SCF).
En chicles y postres
Los chicles, salsas y bebidas alcohólicas contienen Taumatina o E 957. Procede de la fruta «katemfe» (Thaumatococcus daniellii) del África Occidental. En Japón se lleva utilizando desde el año 1979, en Inglaterra se utiliza en fármacos, en Estados Unidos para los chicles y en Australia como aditivo aromatizante. Es el edulcorante más dulce; unas 2000-3000 veces más dulce que la sacarosa. Se trata de una proteína que el organismo emplea como tal, es decir, como cualquier otra proteína procedente de carnes, pescados, huevos, etc. En la boca, deja un cierto regusto a regaliz, según la dosis. Se utiliza en bebidas que contienen café, saborizantes, refrescos y en los productos fortificados o enriquecidos con vitaminas y minerales, además de enjuagues bucales y productos bajos en grasa. En ocasiones, se emplea con otras sustancias como potenciador del sabor. La taumatina está catalogada como «Reconocida Generalmente como Segura» por la Administración de Alimentos y Drogas de los Estados Unidos. Puede ser usada de acuerdo con las buenas prácticas de fabricación.
Su principal inconveniente radica en que no resiste bien las altas temperaturas, por lo que no puede usarse en productos sometidos a temperaturas altas. Se emplea en: refrescos, zumos, cereales de desayuno, como edulcorante de mesa, chicles, lácteos, mermeladas, bebidas calientes de chocolate, multivitaminas y y en productos farmacéuticos. Es una sustancia inocua salvo en personas que padecen fenilcetonuria; una enfermedad congénita en la que se acumulan cantidades muy altas de fenilalanina en sangre, originando retraso mental y otras alteraciones importantes de la salud y calidad de vida. Por este motivo, en el etiquetado es obligatorio que aparezca una de estas advertencias: “no apto para fenilcetonúricos”, “contiene una fuente de fenilalanina”. La ingesta diaria admisible es de 0-40 miligramos por kilogramo de peso (SCF).
Edulcorantes, ¿son realmente necesarios?
Los edulcorantes no nutritivos constituyen, por tanto, una alternativa al consumo de azúcar y permiten seguir disfrutando a muchas personas del sabor dulce, con la ventaja de que no aportan calorías, no producen caries y que no influyen en la glucemia o niveles de azúcar en sangre. Su empleo es muy adecuado para personas que tienen sobrepeso u obesidad y que requieren de dietas hipocalóricas y para quienes padecen diabetes o hipertrigliceridemia; enfermedades en las que se ha de limitar y controlar la ingesta de azúcares sencillos. No obstante, para la población general no son estrictamente necesarios, puesto que el consumo moderado de azúcares simples tiene cabida bajo los criterios de dieta equilibrada