Están en todas partes: en tus refrescos favoritos, en las mermeladas y se cuelan en las dietas para adelgazar. Pero los edulcorantes también engordan e incluso pueden estar poniendo patas arriba nuestra flora bacteriana. Analizamos con ayuda de expertos las últimas investigaciones acerca de los edulcorantes y sus efectos sobre nuestra salud.
«Todas las sustancias son venenos, no existe ninguna que no lo sea. La dosis diferencia un veneno de un remedio». La sentencia que pronunció Paracelso hace seis siglos podría aplicarse hoy a los edulcorantes. Lo más usual consiste en recurrir a ellos como estrategia para perder peso, pero en los últimos años han surgido dudas sobre su eficacia e incluso se ha apuntado que los edulcorantes podrían alterar la flora intestinal.
Al eterno debate sobre esta y otras consecuencias para la salud, los investigadores dan dos respuestas. La primera es que muchas de sus secuelas dependen de la dosis, y la segunda, que sobre algunos potenciales efectos no hay suficiente evidencia científica y, por tanto, hay que seguir investigando. Esta última contestación genera, con frecuencia, desconcierto. Buscamos respuestas claras: un sí o un no.
En tu refresco favorito
Si los investigadores no pueden ofrecer datos concluyentes, ¿qué seguridad tiene el consumidor de que no está tomando un producto tóxico de efecto retardado? «Los edulcorantes no nutritivos se consideran seguros y bien tolerados», asegura Ángel Gil, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Granada.
Empleamos estos aditivos como sustitutos del azúcar, pero su uso doméstico resulta el menos relevante; quien los utiliza con frecuencia es la industria agroalimentaria. Están presentes en la cesta de la compra mucho más de lo que pensamos: se usan en la elaboración de multitud de productos más o menos procesados, desde refrescos y mermeladas hasta salsas, platos preparados o bollería.
¿Cuánto puedo ingerir?
Algunos aditivos poseen calorías. Consumidos por encima de los límites podrían arruinar las estrategias de control de peso
Antes de autorizar su uso, las administraciones sanitarias testan la toxicidad y, en la mayor parte de los casos, fijan la cantidad máxima que puede consumirse de cada edulcorante, la ingesta diaria admisible (IDA). En la sacarina, por ejemplo, es de 15 miligramos por día y kilo de peso. Una persona que pese 70 kilos podría tomar hasta 350 miligramos diarios y, para superar el nivel de toxicidad, tendría que ingerir el equivalente a más de 40 pastillas de sacarina al día.
El problema, explican los nutricionistas, consiste en que, de momento, no sabemos si el patrón de consumo de los edulcorantes resulta similar al que se tiene con el azúcar, es decir, si se toman en exceso. Algunos de estos aditivos, contra lo que suele pensarse, poseen calorías (como el sirope de ágave o la fructosa). Consumidos por encima de los límites establecidos, además de efectos tóxicos, podrían arruinar las estrategias de control del peso que hasta ahora incluían una recomendación básica: «No tomes azúcar, utiliza algún edulcorante».
Algunos endulzan más que el azúcar
La última revisión de 56 estudios que se hizo a finales de 2018 sobre la relación entre el uso de los sustitutos del azúcar y el adelgazamiento saltó a los medios con titulares como: «Los edulcorantes no son eficaces para perder peso» o «Los edulcorantes no son una alternativa tan saludable al azúcar».
Sin embargo, la conclusión del metaanálisis del British Medical Journal (BMJ), una de las revistas médicas de referencia mundial, era mucho más precisa y matizada. «Puede que haya un pequeño efecto sobre el peso a corto plazo, pero no tenemos datos de alta calidad que lo confirmen a largo plazo», apuntaba Joeri J. Meerpohl, investigador del Instituto para la Evidencia en Medicina de la Universidad de Friburgo (Alemania) y principal autor del estudio. Y añadía: «Tampoco tenemos pruebas consistentes de impactos negativos destacables para la salud».
Un metaanálisis representa el mayor nivel de evidencia científica (en una clasificación de cinco niveles). El realizado por el BMJ resultaba de especial importancia porque había sido encargado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para, a partir de sus conclusiones, elaborar una guía sobre edulcorantes no azucarados.
La epidemia del siglo XXI, como esta organización definió a la obesidad hace dos décadas, guarda una estrecha relación con el consumo excesivo de azúcar, lo que condujo a demonizar su utilización. Como alternativa, los lineales de los supermercados se poblaron de edulcorantes. A los ya existentes, como la sacarina, se han ido sumando otros surgidos en los últimos años, como el advantamo. Su capacidad para endulzar los alimentos resulta, con alguna excepción, cientos e incluso miles de veces superior a la del azúcar.Imagen: Pixabay
¿Son malos para el intestino?
La influencia de los edulcorantes en la pérdida de peso es solo uno de los aspectos que se investiga. El profesor Ángel Gil acaba de publicar una revisión de estudios en la revista Advances in Nutrition sobre los efectos en la microbiota intestinal, tanto de los sustitutivos del azúcar de origen natural (glucósidos de esteviol, taumatina) como de los sintéticos (sacarina, aspartamo). Entre sus conclusiones destaca que solo con la sacarina y la sucralosa se observan cambios en la microbiota cuando se superan las ingestas normales (350 mg para la primera y 1.050 mg para la segunda).
El metaanálisis coincide en parte con la investigación publicada hace tres años en Nature por científicos del Instituto Weizmann de Rehovot (Israel) en la que demostraron que estas dos sustancias, y también el aspartamo, modificaban las bacterias de la flora intestinal. El efecto inmediato fue que los ratones objeto del ensayo desarrollaron intolerancia a la glucosa, la antesala de la obesidad y la diabetes.
Sin embargo, la actualización del catedrático de la Universidad de Granada descarta que estas secuelas puedan atribuirse a las sustancias derivadas de aminoácidos, como el aspartamo: «Es lógico, porque la cantidad que se toma resulta muy pequeña: un miligramo equivale a 10 gramos de azúcar (dos terrones y medio)«.
La lucha por no engordar
La microbiota (microorganismos vivos que alberga el tubo digestivo) dará mucho de que hablar en los próximos años, dicen los investigadores. Pero su estudio todavía es muy reciente, 10 o 15 años, un periodo muy corto para la ciencia. «Hay pocos trabajos sobre la flora intestinal en humanos, la mayoría se han hecho en animales y, por otra parte, son muy limitados. La razón es que no era lo prioritario a evaluar en los edulcorantes. Hasta ahora, cuando se testaban se buscaban, sobre todo, sus potenciales efectos toxicológicos, muy especialmente en relación al cáncer», apunta Ángel Gil.
Mientras la ciencia arroja conclusiones más claras, los nutricionistas ponen el acento en la prevención. Los aditivos de cualquier tipo, también los edulcorantes, no deben ser la base de la alimentación de una persona sana. Los sustitutos del azúcar pueden ayudar en un régimen para adelgazar, pero no son la solución al sobrepeso ni a la obesidad, problemas que afectan ya al 36 % y al 13 % de de la población española, respectivamente, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Hay que volver al guiso de toda la vida y a una cesta de la compra basada en frutas y verduras frescas, legumbres, cereales, pescados, carnes y lácteos. Los especialistas se justifican: sentimos ser tan aburridos, pero el sentido común es lo que mejor funciona para conservar la salud.