De un tiempo a esta parte, el aceite de palma está en boca de todos, ya sea porque lo consumimos o porque hablamos de él. La idea general que se tiene sobre este producto es que “es malo”, si bien no siempre se sabe el porqué. Y eso que este aceite se usa desde hace décadas en infinidad de productos. De hecho, es uno de los aceites más utilizados del mundo por la industria debido a su bajo coste y su capacidad de adaptación a diversos tipos de preparaciones. En este artículo, a modo de guía básica, se explica el abecé del aceite de palma y se responden a las principales dudas que genera en los consumidores.
¿Qué es el aceite de palma?
El aceite de palma es una grasa de origen vegetal que se obtiene prensando el fruto de la palma, como indica su nombre. Después del aceite de soja, es el que más se produce en el mundo, tanto para consumo humano como para hacer combustible. Precisamente, el volumen de producción es uno de sus grandes problemas, porque el cultivo de la palma en grandes extensiones y la explotación de sus frutos para elaborar aceite tienen un importante impacto medioambiental. La deforestación, la emisión de gases de efecto invernadero, la pérdida de hábitats naturales para diversas especies de animales y la gran cantidad de desechos sólidos y líquidos que provoca son algunos de los efectos negativos que genera en el medio ambiente.
¿En qué productos se encuentra?
El aceite de palma se emplea para fabricar diversos productos, no siempre comestibles. El biodiésel es un ejemplo de ello. Sin embargo, su uso está muy extendido entre los alimentos procesados que se venden y consumen de manera habitual, como galletas, bollería, masas, tostadas, algunos productos lácteos o ciertos potitos para bebés. También está presente en muchas pizzas congeladas, fritos, precocinados, patatas fritas y otros snacks.
La utilización de este aceite, y no de otros, obedece por un lado al precio. Al ser de bajo coste, los fabricantes pueden competir en el mercado abaratando más sus productos. Por otro lado, la textura del aceite de palma permite usarlo como sustituto de mantequillas y margarinas; es, de alguna manera, un reemplazo idóneo de las grasas hidrogenadas y trans. Además, si los productos son fritos (como las patatas), este aceite resiste más veces de fritura, lo cual redunda en un ahorro para el fabricante.
¿Qué otros nombres recibe?
«Aceite de origen vegetal». Hasta hace pocos años, estas cuatro palabras bastaban para no especificar en la etiqueta nutricional que un producto estaba elaborado con aceite de palma. Es más, la expresión no se utilizaba tanto para esconder la presencia de este ingrediente sino para dar imagen de salud, apelando al buen nombre de todo lo que proviene de los vegetales. Sin embargo, este aceite es muy distinto de otros. La buena noticia, para tranquilidad de los consumidores, es que desde 2014 la Unión Europea obliga a la industria alimentaria a precisar si sus productos contienen este ingrediente.
¿En qué se diferencia de otros aceites vegetales?
Básicamente, en su perfil nutricional. A diferencia de otros aceites de origen vegetal, el aceite de palma tiene dos características peculiares: contiene ácido palmítico y una importante cantidad de ácidos grasos saturados. Si se compara con el aceite de oliva (de referencia en nuestra cultura gastronómica), pronto se comprende que su perfil nutricional no es el mejor. Mientras que el aceite de oliva cuenta con solo un 16,3% de ácidos grasos saturados, en el aceite de palma su presencia es de casi el 50%. Asimismo, el ácido palmítico representa alrededor de un 40% de su composición.
¿Qué efectos tiene sobre la salud?
Diversos estudios vinculan el consumo de ácido palmítico y de grasas saturadas con el aumento en los niveles de colesterol en sangre y con problemas cardiovasculares. Entidades de referencia, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), recomiendan limitar su ingesta, pues hay evidencia suficiente de que puede causar problemas vasculares y cardiacos.
El aceite de palma es la «grasa oculta» más consumida del mundo. Solo Europa importa alrededor de nueve millones de toneladas anuales, de las que cinco millones se destinan a la alimentación industrial. Dado que se encuentra en infinidad de productos procesados, el mejor consejo es prescindir de estos alimentos refinados y optar por versiones caseras o elaboradas con aceites de mejor calidad, aunque no sean tan económicas.