España comienza comiendo uvas, algo de sobra conocido. Unos apuntan a que la tradición de buscar la buena suerte tomando una docena de uvas conforme suenan las doce campanadas que ponen fin al año se debe a una iniciativa de comerciantes catalanes que en 1909 no sabían qué hacer con el excedente de uva de esa campaña. Decidieron así aprovechar el sabor mágico que ya tenía de por sí el fruto, y unirlo a la despedida del año. Por cierto, los portugueses son de la misma opinión, y cada vez más franceses se suman a ella.
En Alemania también la tradición obliga a estar atentos en los fogones. Es costumbre dejar en el plato, hasta después de medianoche, un postre o cualquier receta que guste mucho, y de esta forma, la entrada del año garantiza una despensa bien surtida y a tu gusto.
En Inglaterra reducen a los más pequeños la posibilidad de dar sabor al año. Durante el primer día de enero, recorren las calles cantando a cambio de caramelos. Pero si algún país es estricto con ligar el puchero y el fin de año es Italia. Las lentejas son un plato imprescindible si se quiere llamar a la diosa Fortuna. Resulta curioso, pero esta costumbre ha sido exportada allende los mares, y emulando a los italianos, venezolanos y portorriqueños reciben el año con legumbres.
Los primeros en ver el año nuevo, los japoneses también unen comida y buenas nuevas. Antes de acudir al templo donde saludarán las primeras horas del día, degustan una sopa con fideos, aunque las verdaderas delicatessen las dejan para el día siguiente.
Sea como sea, Feliz Año Nuevo