El esfuerzo necesario para conseguir determinados alimentos es clave en su elección. Diversos estudios realizados en establecimientos de servicio de comidas revelan que los clientes comen más helado cuando la tapa del refrigerador está abierta que cuando está cerrada, y toman más leche si el dispensador se coloca cerca del comedor.
La ley del mínimo esfuerzo
Imagen: Daniel Lobo
Decenas de estudios han investigado el esfuerzo que hacen los animales como exigencia para obtener su premio en forma de comida. Sin embargo, sorprende el escaso número de estudios sobre este comportamiento en humanos. El doctor Brian Wansink, experto en marketing nutricional, psicología y economía, considera el esfuerzo (físico y psicológico) como una de las influencias más fuertes en el consumo alimentario. «Se relaciona con la facilidad, el acceso o la comodidad con la que un alimento puede ser adquirido y consumido», explica. En una revisión, Wansink examina en profundidad los factores ambientales que aumentan la ingesta de alimentos por parte de los consumidores.
Los resultados diseñados con este argumento muestran cómo cuanto mayor es el esfuerzo que tiene que hacer el individuo para obtener el alimento, menor es el consumo. Se puede entender como una pura cuestión de comodidad. Un ejemplo claro es el de un buen número de personas que no comen fruta porque les da pereza pelarla (mínimo esfuerzo) o porque el frutero no está su alcance. En su revisión, Wansink recoge referencias a diversos experimentos llevados a cabo en cafeterías, restaurantes, centros de trabajo y de estudio, donde se analiza este comportamiento.
Los investigadores del U.S Army Natick Research, Development and Engineering Center realizaron uno de los estudios, publicado en la revista especializada ‘Appetite’, y comprobaron los efectos del esfuerzo para beber al manipular la posición de la jarra de agua durante las comidas. Los participantes bebieron más agua cuando la jarra estaba en su mesa que cuando estaba a 6 ó 12 metros de distancia. Este experimento demuestra que los factores ambientales pueden afectar de manera relevante a la facultad de beber (agua) de las personas.
El consumidor tiene que ser consciente de que la comodidad al comer le puede llevar a comer más, peor o de manera poco saludable
El diario oficial de la American Dietetic Association se hace eco de un experimento desarrollado por el Department of Health, Nutrition, and Exercise Sciences de la University of Delaware, en Newark (EE.UU.), sobre la elección del menú por parte de estudiantes universitarios en un comedor self-service. En cuatro ocasiones diferentes y ante la misma oferta de menús, los autores probaron, mediante registro fotográfico, que los estudiantes elegían más cantidad de alimentos cuanto mayor era el tiempo de espera en la cola: esto se traduce en más disponibilidad, comodidad y accesibilidad a los alimentos.
La instrucción al paciente por parte del nutricionista sobre los factores que influyen en su comportamiento alimentario, como la rapidez del servicio, el ambiente del lugar (iluminación, ruido, música), la compañía, el tamaño de las porciones y los envases, y la comodidad y facilidad de acceso a los alimentos, entre otros, pueden influir de manera positiva en una elección más saludable.
Pequeños gestos para comer menos
La industria alimentaria cuenta con profesionales que conocen a fondo las complejas particularidades del comportamiento alimentario. A partir de estos conocimientos, adecuan los formatos, los envases y los contenidos de sus productos para facilitar y favorecer la labor al consumidor, tanto en la adquisición de los alimentos, como en su preparación y consumo. Sirven de muestra varios productos que aglutinan dos alimentos en uno o que se elaboran con esa intención, como los yogures con una porción de cereales para mezclar, en el mismo envase, o las bebidas de zumo y leche.
También resultan cómodos los sándwiches con diversidad de rellenos (como ensaladilla rusa o jamón y queso), además de todas las comidas precocinadas o preparadas y listas para comer (tortilla de patata, canelones, lasañas, croquetas, empanadillas, pizzas, etc.). La tarea del consumidor es ser consciente de que la comodidad al comer le puede llevar a consumir más, peor o de forma poco saludable.
No obstante, aunque la mayoría de los estudios se han centrado en el esfuerzo físico, el esfuerzo psicológico también desempeña un papel importante en el consumo. Para ayudar a controlar los impulsos al comer o terminar a tiempo, se pueden seguir los siguientes consejos:
Adquirir los frutos secos con cáscara, para hacer el esfuerzo de pelarlos y comer menos. Se come una cantidad mayor de cacahuetes, avellanas o almendras (a puñados) si estos ya están pelados, lo que redunda en más calorías, más grasa y una digestión peor.
Escoger las porciones o los envases pequeños. Se ha comprobado que las personas tienden a comer menos cuando se les facilita la comida en un paquete pequeño que cuando se les invita a comer de un paquete grande con el mismo volumen de alimento. También sucede a menudo que, una vez que se abre la bolsa de patatas fritas o de pipas, se acaba el contenido. Aunque el esfuerzo físico para abrir los envases (grandes o pequeños) es nimio, cuando se termina el pequeño, es más fácil que la persona reconsidere si quiere comer más.
Las máquinas expendedoras de alimentos (vending) suponen una comodidad para el consumo. Este dispositivo de venta de productos ha revolucionado el consumo, aunque de una forma poco saludable: su total disposición y su ubicuidad permiten comer y beber a deshoras y en cualquier lugar, sin orden en las comidas y con prioridad para el capricho frente a un alimento que calme la verdadera necesidad de comer por hambre o beber por sed.
En algunos países, se ha prohibido la colocación de estas máquinas en un entorno cercano a los centros escolares. En España, en el marco de la Estrategia NAOS, en 2005 se firmó un convenio con la Asociación Nacional Española de Distribuidores Automáticos (ANEDA), en el que se estableció el compromiso de no colocar máquinas expendedoras en zonas de fácil acceso para el alumnado de la Enseñanza Infantil y Primaria.
También se llegó al acuerdo de eliminar la publicidad de las máquinas para no incitar al consumo de determinados productos y sustituirla por adhesivos con mensajes que promocionen una alimentación saludable. El Gobierno realiza esfuerzos para regular la publicidad de los alimentos, en particular, los dirigidos a la población infantil. La propia Organización Mundial de la Salud (OMS) admite que el marketing es una de las múltiples causas que influyen en el aumento de la incidencia de la obesidad infantil.