Resulta curioso que el madroño, un fruto que tapiza en abundancia nuestros paisajes más cercanos, tenga un consumo tan poco relevante en los mercados. Rico en sustancias flavonoides con una interesante acción antioxidante es ahora objeto de estudio, y los resultados apuntan que sus frutos y hojas podrían utilizarse en el tratamiento y en la prevención de enfermedades cardiovasculares.
El madroño es el fruto de un arbusto denominado «Arbutus unedo», de hoja perenne color verde oscuro, originario de los litorales de la Europa meridional, que florece durante el otoño y que tarda alrededor de un año en madurar. Cuando está maduro presenta un color rojo intenso y, tanto si los compramos en las fruterías o vamos al campo a recolectarlos, hay que elegir los frutos con mejor aspecto visual, sin golpes ni magulladuras, ya que son muy perecederos, por lo que conviene consumirlos en poco tiempo desde su recolección.
El madroño contiene un 10% de azúcar invertido por lo que antiguamente se utilizaba para elaborar orujos y vinagres. Se suele emplear para hacer gelatinas, mermeladas y confituras por su contenido en pectina y ácido málico, aunque también puede consumirse crudo. Una vez cocinado es apropiado para aderezar carnes, caza y también para acompañar frutas tropicales.
El «Arbutus unedo» pertenece a la amplia familia de los arándanos, brezos, gayubas y brecinas, conocidas como «Ericáceas», siendo su representante europeo de más porte. Es un árbol muy extendido en la península Ibérica y su presencia, dada su amplia distribución, fue advertida desde muy temprano por estudiosos de las plantas como Mariano del Amo (1832), Miguel Colmeiro (1887) y Pierre Edmond Boissier (1837), autores del siglo XIX que ya lo citan en sus trabajos como una especie abundante en nuestro entorno.
Un interesante desconocido
En este momento, los estudios científicos más recientes apuntan a una actividad cardioprotectora gracias a su contenido en taninos y flavonoides.
Investigadores de Universidades como la Technical University de Trabzan, de Turquía, y la Universidad finlandesa de Abo Akademi han identificado los componentes principales responsables de su característico sabor. Azúcares como la fructosa (presente en un 27,8% de peso seco), la glucosa (21,5%), la sacarosa (1,8%) y la maltosa (1,11%), junto a la inclusión de ácidos no volátiles, como el ácido málico, el fumárico y su contenido en ácido gálico, son las sustancias que hacen del madroño un fruto tan especial en lo referente tanto al gusto, como a sus propiedades para lograr una buena salud.
Los taninos presentes en las hojas del árbol son los responsables de la actividad cardioprotectora
Según Ramón Gausach i Galvet, en una de las monografías presentadas en la «V Trobada d’Estudiosos de Sant Llorenç del Munt i l’Obac», en Barcelona (2002), en la que escribe sobre la flora medicinal de una zona concreta de Cataluña, el madroño cuando está maduro contiene cierta cantidad de alcohol que es el causante de su infundada toxicidad, ya que si se toma en abundancia podría provocar dolor de cabeza o cierta embriaguez, sobre todo en niños. De hecho, su propio nombre en latín «unedo» significa uno, y es el origen que se atribuye la recomendación popular de tomar esta fruta con moderación (de uno en uno).
Actividad cardioprotectora
Como la mayoría de las frutas que lucen atractivos colores, el rojo intenso del madroño, uno de los responsables del color del otoño en los bosques, se debe a las antocianinas. Estas sustancias flavonoides son pigmentos con una interesante acción antioxidante que han sido cuantificadas en este fruto por el departamento de Química Biorgánica y Biofarmacia de la Università di Pisa , en Italia.
También desde la University of Zagreb, en Croacia, se ha definido su contenido en isoquercetina, un bioflavonoides que destaca entre los más de 6.000 identificados hasta la actualidad y que dan color y sabor característicos a alimentos tan variados como las cebollas, el brécol, las cerezas o, precisamente, el madroño.
Desde el Laboratoire de Physiologie et Pharmacologie Cellulaire, Départament de Biologie de la Université Mohamed I, en Marruecos, un equipo de investigación ha ahondado en la utilización tradicional del «Arbutus unedo» como planta medicinal y han publicado los resultados de dos de sus estudios en el «Journal of Ethnopharmacology».
En ambas publicaciones se concluye que este arbusto y sus frutos podrían utilizarse en el tratamiento y en la prevención de enfermedades cardiovasculares. Según los propios investigadores, la hiperagregación plaquetaria, causante de coágulos en la sangre, juega un rol esencial en la génesis de este tipo de patologías y el madroño ha mostrado, en laboratorio, poseer actividad antioxidante y antiagregante plaquetaria.
Parece ser que los taninos presentes sobre todo en las hojas del árbol podrían ser los mayores responsables de esta actividad cardioprotectora. Los taninos son compuestos fenólicos hidrosolubles que le confieren al madroño esa nota de sabor áspero y ligeramente amargo. Se les atribuye una acción antioxidante ya que son capaces de atrapar los radicales libres, cuyo exceso es el que puede provocar la aparición de enfermedades degenerativas como las cardiovasculares.
Entre octubre y diciembre se da la recolección de esta fruta redonda, de superficie granulosa e interior jugoso y naranja intenso. Aunque su sabor es poco atractivo para tomarla cruda, resulta muy sabrosa cuando se cocina. Por su contenido en azúcar, pectina y ácido málico da muy buen resultado en la elaboración de gelatinas, mermeladas y confituras.
La espuma de madroños con un toque de vainilla resulta ideal para culminar sorbetes de frutas tropicales, como el del mango. La salsa de madroños hecha a base de la fruta, cebolla, ajo y vino blanco es un acompañamiento original de carnes asadas.