Es un manjar chino que frecuentemente sorprende, e incluso repugna al consumidor extranjero. Se trata de huevos de pato crudos conservados durante un período variable entre 50 y 100 días en una envoltura de arroz, hojas de té, cal, sal, arcilla y plantas aromáticas. Una vez transcurrido el tiempo preciso, la cáscara de estos huevos presenta una coloración similar al mármol negro, con un interior que se asemeja al de un huevo cocido, aunque en este caso de un color verde similar al del jade. A pesar de su apariencia, quienes los han probado coinciden en afirmar que resultan muy sabrosos, con un ligero y original sabor a pescado. Se los consume sin cáscara, cortados en rodajas y servidos fríos una vez cocidos al vapor.