La esperanza de vida se ha duplicado en el último siglo en España. Este aumento, de más de 40 años, dibuja un escenario sanitario distinto, en el que ganan protagonismo ciertas enfermedades crónicas, degenerativas o ligadas a la vejez. Somos más longevos que nuestros abuelos, y el aumento de la esperanza de vida ha dejado al descubierto diferentes enfermedades asociadas al envejecimiento, como el mal de Alzheimer. Por ello, no resultan ajenos mensajes del tipo “Dietas que previenen el Alzheimer” o “Qué comer para reducir el riesgo de Alzheimer”. Ahora bien, ¿qué hay de cierto? ¿En realidad se puede establecer una relación clara entre la alimentación y esta enfermedad? En este artículo se aborda esta cuestión.
Existen varios estudios prometedores que relacionan ciertas dietas y alimentos con un menor riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer. No obstante, todavía no se ha llegado a una conclusión definitiva. Es necesario seguir investigando. Con todo, sí es posible exponer verdades, mitos y prometedoras hipótesis a confirmar por la ciencia sobre el Alzheimer y, en consecuencia, sobre la calidad de vida de una creciente parte de la población mundial.
Alzheimer: una enfermedad con muchas incógnitas
El Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa caracterizada por la pérdida progresiva de memoria y otras capacidades. A nivel molecular, se evidencia por la presencia de «placas amiloides», formadas por la proteína amiloide beta, y de «ovillos neurofibrilares», de proteína tau, que desencadenarían la serie de procesos que llevan al deterioro de las neuronas y funciones cognitivas.
En la actualidad, se sabe mucho sobre la manifestación de la enfermedad y sus consecuencias, pero se desconocen en detalle sus causas. El reto científico consiste en descubrir cuáles son sus desencadenantes para poder actuar en la prevención y tratamiento. Por fortuna, las investigaciones siguen avanzando, como se explica a continuación.
Nuevos hallazgos sobre el Alzheimer
A día de hoy, se conocen casos de Alzheimer «familiar» causados por mutaciones en los genes APP, PS1 o PS2. Además, se han logrado concertar una serie de factores que aumentan el riesgo de desarrollar la enfermedad. Entre dichos factores, existen algunos que no pueden controlarse, como la edad (el riesgo aumenta con la edad), el sexo (mayor incidencia en mujeres) y la predisposición genética (ejemplo: APOE). Sin embargo, hay otros como el estilo de vida (sedentario o activo), las enfermedades cardiovasculares (arterioesclerosis, hipertensión) y los trastornos metabólicos (obesidad, diabetes, colesterol), donde la dieta podría ser un factor determinante que controlara esos elementos nocivos que supondrían, a su vez, reducir el riesgo de desarrollar Alzheimer.
No se debe olvidar que el objetivo final de reducir los riesgos es frenar lo que se denomina el deterioro de la plasticidad sináptica y la inflamación neuronal. En el primer caso, la forma clásica de evitarla ha sido mediante fármacos, aunque en la actualidad se ha comprobado que los alimentos ricos en Péptido PGL (cereales, por ejemplo) ayudan a evitar este deterioro, debido a que actúa imitando el funcionamiento de algunas proteínas. Otro de los factores, la inflamación neuronal, se puede intentar evitar mediante alimentos con propiedades antiinflamatorias.
Alimentos, beneficios y una advertencia
Comenzamos por la advertencia: antes de hablar sobre alimentos concretos, hay que desmitificar conceptos siempre presentes relacionados con enfermedades de calado social. Que un alimento sea rico en un componente beneficioso para tratar o prevenir una enfermedad no garantiza que sea «aprovechado» por el cuerpo de manera óptima como podría esperarse; bien por el tipo de organismo de destino, la forma química o por interacciones con fármacos. Es lo que se llama la biodisponibilidad.
Muchos alimentos han sido estudiados por su posible papel protector frente al Alzheimer, aunque hasta ahora solo se han encontrado evidencias para el aceite de oliva y los frutos secos. Respecto al aceite de oliva virgen extra, su ingesta en modelos animales reducía la formación de placas amiloides, estimulando su eliminación. En relación a los estudios sobre los frutos secos, la ingesta de nueces en el contexto de una dieta equilibrada disminuiría el estrés oxidativo y la muerte celular asociados a la formación de placas amiloides en modelos animales de la enfermedad de Alzheimer, previniendo y mejorando la pérdida de memoria.
También han sido estudiados otros alimentos y nutrientes que son fuente de antioxidantes pertenecientes al grupo de los polifenoles, como el café y el té, los arándanos y granadas, el vino tinto (resveratrol) o la cúrcuma (curcumina). Hasta la fecha no se ha encontrado evidencia clara de su efecto «protector». El principal problema de estos alimentos es la baja biodisponibilidad o aprovechamiento por el organismo de los polifenoles. No obstante, los prometedores resultados mostrados «in vitro» hacen necesario seguir investigándolos.
Las dietas que despiertan optimismo frente al Alzheimer
Uno de los principales puntos para el optimismo se encuentra en la posible función «protectora» frente al Alzheimer de determinados tipos de dieta, que han sido objeto de atención durante los últimos años. Dentro de las dietas estudiadas destaca la dieta mediterránea, con varios estudios que apoyan su papel neuroprotector, así como la dieta DASH (Dietary Approaches to Stop Hypertension) indicada para pacientes hipertensos. Recientemente se ha propuesto una nueva dieta llamada dieta MIND (Mediterranean-DASH Intervention for Neurodegenerative Delay), que combina las dos anteriores. Veamos algunas características concretas:
- Mediterránea. Cereales no refinados, verduras, patatas, frutas, legumbres, frutos secos y aceite de oliva. Ingesta moderada: alcohol (vino tinto).
- DASH. Verduras, cereales, frutas, lácteos, legumbres y frutos secos. Ingesta moderada: carnes rojas, pollo, pescado y dulces. Baja ingesta de grasas y sodio.
- MIND. Potencia el consumo de verduras y limita la ingesta de grasas saturadas de origen animal. Verduras, legumbres, frutos secos, bayas, cereales de grano entero, pescado, pollo, aceite de oliva y vino. Ingesta moderada: carnes rojas y procesadas y dulces. Ingesta limitada: comida rápida, fritos, mantequilla, margarina y queso.
Por tanto, se debe tener en cuenta la importancia de una dieta equilibrada para la posible prevención del Alzheimer, sin basarse únicamente en alimentos concretos o aislados. De hecho, los estudios realizados apuntan a un mayor efecto «protector» de los alimentos cuando forman parte de una dieta equilibrada, actuando de forma sinérgica y no en solitario. Esto se debería a la existencia de efectos aditivos e interacciones entre los distintos alimentos conjuntados. Además, esta interacción entre alimentos cuando forman parte de una dieta explicaría la discordancia entre los efectos mostrados por un único alimento o nutriente cuando es probado «in vitro», «in vivo» o en ensayos clínicos. De ahí que se haga especial hincapié en seguir una dieta equilibrada más que en aumentar el consumo de un determinado alimento.
Recomendaciones dietéticas para la prevención del Alzheimer
A la espera de nuevos estudios que clarifiquen el papel de la dieta en la prevención del Alzheimer, destacamos la propuesta de un panel de expertos en la International Conference on Nutrition and the Brain celebrada en Washington, en julio de 2013, donde se daban una serie de directrices entre las que destacan las siguientes:
- Reducir la ingesta de grasas saturadas y grasas trans.
- Reemplazar la carne y los lácteos por verduras, legumbres, frutas y cereales integrales como base de la dieta.
- Tomar vitamina E como parte de la dieta, y no en forma de suplementos.
- Cubrir las necesidades diarias de vitamina B12.
- Practicar ejercicio con regularidad.