Para la mayoría de los niños, el verano es una época feliz y divertida que sustituye las rutinas por las sorpresas y la improvisación. Este cambio, que se agradece en ciertos aspectos -como descansar de los horarios rígidos, los madrugones o los deberes del colegio-, puede ser contraproducente en otros aspectos de la vida cotidiana, como la alimentación. En el siguiente artículo se revisan algunas tendencias y costumbres veraniegas que, bajo la apariencia de ser divertidas, pueden afectar de forma negativa a la dieta y la salud de los hijos.
Verano: aumento de peso y de sedentarismo para muchos niños
Llega el verano y la mayoría de revistas y páginas web se visten de colores para hablar de lo refrescantes, maravillosos y polivitamínicos que son los zumos, los batidos y helados, los refrescos azucarados o las bebidas isotónicas de atractivo diseño. ¿Contribuyen todos estos productos a alimentarse mejor o disfrutar más del periodo estival? En ocasiones, es aconsejable ir contra corriente, no creer a pies juntillas en lo establecido y pensar por uno mismo antes de desembolsar dinero.
De hecho, conviene recordar que es en verano cuando muchos niños suben demasiado de peso, llenándose de calorías vacías. Esto sucede, sobre todo, en los sectores más desfavorecidos, que no siempre tienen la posibilidad de apuntar a los hijos a colonias, campamentos, talleres o casales de verano para que realicen ejercicio físico, juegos, deporte, excursiones playeras y todo tipo de actividades supervisadas por monitores. Es decir, muchos pequeños tienen un verano con más horas sedentarias inclusive que durante otras épocas del año, salvo cuatro chapuzones -si llegan- al mes en la piscina municipal de la localidad.
En otros casos, este insano sedentarismo se ve, además, alimentado con horas y horas de consola, de tableta o de televisión, ya que los abuelos a los que se les ha «colocado» los niños no están para demasiados trotes. Precisamente, es en verano cuando muchos padres y madres encuentran trabajo de temporada en el sector servicios con horarios muy poco compatibles con la vida familiar.
Las tentaciones veraniegas menos saludables
Podríamos pensar que, ya que están de vacaciones, si no pueden ir demasiado a la playa o a la piscina, o no han podido apuntarse a ninguna actividad, por lo menos que disfruten de todo lo que lleva consigo, desde el punto de vista nutricional, un largo y tórrido verano.
En la oferta estival hay helados industriales bañados de chocolate (y de cantidades ingentes de azúcar y grasas no aconsejables), batidos preparados de leche y fruta (con un insignificante 3-5% de concentrado de fruta) y visitas cada tarde a la tienda del barrio en la que se venden por un euro -o menos- paquetes de galletas, chocolates con azúcar, bolsitas de aperitivos salados (pequeños en tamaño pero grandes en sal y calorías), chuches de diversos colores y consistencias, polos de hielo y azúcar, helados azucaradísimos, latas de refrescos y bebidas energéticas de fácil acceso y elevado consumo entre la población infantil… Todo ello rodeado de muñequitos, juguetes varios, lápices, cuadernos, peluches y cuentos infantiles; y comprimido en menos de 10-15 metros cuadrados.
El panorama es poco halagüeño. Y, como si fuera poco, hay estudios que reflejan que el consumo de este tipo de productos ya no está vinculado tan estrechamente al verano. En la actualidad, se pueden ver los congeladores de miles de casas repletos de helados todo el año, consumiéndose de manera indiscriminada sin que haya nada especial que celebrar.
Asimismo, el hecho de disfrazar a un producto con fama de saludable, de alimento refrescante y divertido, tiene peligros ocultos. Un ejemplo de ello es el yogur helado que ha irrumpido con fuerza en terrazas y mostradores de bares, cafeterías y heladerías. Los peligros se encuentran en la cantidad de azúcar que contienen y, sobre todo, en el topping que se le añade encima y que bien puede convertirlos en una auténtica bomba cargada de calorías, como explica el dietista-nutricionista Julio Basulto en este artículo.
Las opciones más saludables para los niños en verano
Entonces, ¿qué queda para divertirse un poco este verano? Pues nadar en el mar o en la piscina, pasear por sombreados caminos de bosque, bañarnos en frescas aguas de ríos y lagos de montaña, leer un buen libro a la sombra de una pineda…
Y, al llegar a casa, comer fruta fresca típica de esta temporada, como sandía, melón, albaricoques, melocotones o cerezas, sin tener que pensar en triturar, batir, añadir azúcar y manchar aparatos de cocina que costará limpiar un buen rato. Si estas propuestas suenan demasiado elementales y retrógradas, es útil recordar que la fruta fresca es saludable, contiene fibra y azúcares naturales y sacia. Además, cada día está más de moda la sencillez y la vuelta a disfrutar de una vida tranquila, relajada y sin complicaciones, pasando por el mercado tradicional y una cocina sin demasiados cachivaches de uso esporádico que luego no se sabe dónde meter.
Debemos recordar que la mejor bebida para hidratar a los niños es el agua, aunque los anuncios publicitarios insistan en que los refrescos y bebidas energéticas e isotónicas son una «opción». Si se quiere poner una nota de frío y sabor, se puede añadir al vaso de agua unas gotitas de limón y dos cubitos de hielo con formas divertidas.
¿Otra idea? Ofrecer a los peques un rico y fresco gazpacho. Hay que quitarse el prejuicio de pensar que a los niños no les gusta lo ligeramente ácido, como es el caso del gazpacho, porque no es verdad. Muchas familias lo ofrecen a sus hijos pequeños con gran aceptación y disfrutan de una bebida tan nutritiva como saludable y refrescante.