Sin que apenas nos demos cuenta, la papaya ha ido apareciendo, poco a poco, en los expositores de los supermercados con una frecuencia cada vez mayor. Al haber aumentado la producción nacional, su precio resulta más asequible que antes, aunque sigue siendo más elevado que el de otras frutas no tropicales debido a su menor producción y exigencia de cultivo. Con todo, el consumo de papaya nacional, además de su buena calidad y sabor, cumple el criterio de tomar alimentos de proximidad para evitar el alto coste medioambiental energético e hídrico que supone la importación de países muy lejanos. Te lo contamos en este artículo.
Su nombre botánico es Carica papaya y su origen se localiza en zonas tropicales de México y América Central, aunque otras fuentes lo sitúan en las regiones andinas. Los frutos de este arbusto pueden oscilar entre los 500 g y los 10 kg, aunque las variedades más comerciales en nuestro medio rondan los 2 kg. Después del mango y la piña, es la tercera fruta tropical más producida en el mundo y, por lo tanto, una de las más importantes desde el punto de vista socioeconómico, ya que constituye una fuente de ingresos para miles de familias.
A nivel mundial, los grandes productores de papaya son India (aunque casi toda su producción es para consumo interno) y Brasil, si bien el principal exportador internacional es México. No obstante, en los últimos años, nuestro país se ha convertido en el líder indiscutible a nivel europeo gracias a su pujante cultivo en las islas Canarias y a la reciente incorporación de regiones del sureste de la península ibérica, como las costas de Málaga, Granada, Murcia y Almería. Allí, la tecnología y el clima subtropical han posibilitado el aumento de la producción de esta fruta y se están obteniendo buenos resultados con variedades híbridas que se adaptan bien a las condiciones de temperatura y del suelo.
La papaya ‘made in Spain’
Tras el plátano, el aguacate y el mango, la papaya es la cuarta fruta tropical en cuanto a superficie cultivada en las islas Canarias. Y esto no es nuevo: hace ya 200 años se sembraba en los bordes de las plantaciones de plataneras y en los jardines particulares de las islas. Hoy, la superficie dedicada al cultivo de papaya en Canarias está estabilizada en 370 hectáreas, según datos de 2014 de la Consejería de Agricultura del Gobierno de Canarias. Aunque mucha parte de esta producción se destina al consumo interno en las islas, también se exportan buenas cantidades al territorio nacional peninsular. Así, en 2018 se comercializaron 300.000 kg de papaya canaria en Mercabarna. La exportación hacia Europa, en cambio, tiene mayor peso en empresas de Murcia.
En los últimos años, la demanda de papaya no ha parado de subir por su buena aceptación en los hogares, un precio más asequible, su disponibilidad durante todo el año y el asentamiento de la población migrante procedente de países hispanoamericanos, grandes consumidores de esta fruta. Para hacernos una idea, en este momento, la media de ingesta anual de papaya está entre los 3.500 g en Canarias y unos modestos 90 g en el resto del país, mientras que en México se sitúa en los 7.000 g por persona.
Consejos para su manipulación y conservación
Es una fruta algo frágil, por lo que se debe manipular con cuidado. Suele venderse, por este motivo, con una malla protectora. Al comprarla es normal que su color sea verde, verde amarillento, o levemente anaranjado. Puede estar unos días a temperatura ambiente mientras madura (algo que iremos comprobando, ya que la piel va adquiriendo un suave color amarillo) y es normal que tenga manchitas oscuras de pequeño tamaño.
Como la piel es fina, podemos comprobar también su grado de maduración, si cede a una presión suave de los dedos, además de comenzar a exhalar su característico aroma dulzón. La pulpa varía entre un color amarillo anaranjado hasta casi rojiza, según las variedades. Recuerda que la papaya madura relativamente rápido, por lo que conviene conservarla en la nevera si ya tiene el grado de maduración adecuado para su consumo.
¿Cómo consumirla?
Se puede abrir por la mitad, cortándola como una sandía o un melón, y rebanando tajadas, igual que hacemos con estas clásicas y veraniegas cucurbitáceas. La papaya da color y encaja muy bien en cualquier tipo de plato porque tiene un sabor suave que no se impone al resto de componentes. Así, fresca y cortada en dados, puede acompañar cualquier ensalada, además de permitirnos consumirla como cualquier otra fruta, en el desayuno, a media mañana, para merendar… En definitiva, a cualquier hora como aperitivo o de postre, sola o en macedonia.
Su consistencia es mantecosa, una característica habitual que la hace también agradable para bebés, niños y personas mayores con problemas de masticación o deglución. Es frecuente consumirla batida con zumo de naranja y otras frutas como el mango. Sus semillas, rodeadas de una especie de gelatina transparente y similares en tamaño a los granos de pimienta, pueden utilizarse como condimento, una vez secas y trituradas, pero olvídate de buscar propiedades sanadoras, casi mágicas, ni en ellas ni en el consumo de la pulpa de la papaya. Esta fruta no limpia el estómago, no cura el hígado graso, no previene las enfermedades renales, ni regula el sistema nervioso ni te quita el acné o las dermatitis…
Entonces, ¿qué nos aporta la papaya?
Su contenido en vitamina C es elevado (60-70 mg/100 g), algo superior al de la naranja y la mitad que el pimiento rojo. También tiene un aceptable contenido en magnesio, ácido fólico, vitamina A, acido pantoténico, potasio y fibra, pero no debemos considerarla como un «superalimento» porque los «superalimentos» no existen, como bien nos explican la periodista Laura Caorsi y el dietista-nutricionista Julio Basulto. Da igual que vengan de sitios lejanos y tengan nombres raros. Recordemos, eso sí, que tomar alimentos con aceptables contenidos en vitamina C, como es el caso, ayuda a absorber mejor el hierro de la dieta.
En resumen, si te gusta su aspecto y su sabor, y si dispones de ella a un coste razonable, puedes tomar papaya sabiendo que es saludable, como todas las frutas, y sostenible mientras sea de origen nacional. Un truco fácil de implementar a la hora de conocer su procedencia, si no lleva etiqueta, es el precio: si sube por encima de 3 euros el kg, es muy probable que venga del continente americano; si está entre 2 y 3 euros el kg, su procedencia es nacional (canaria o peninsular). Pero, si tienes dudas, ¡pregunta al comerciante!