Cada vez hay más personas que se preocupan por su salud y desean mejorar sus hábitos. Llevar una dieta sana y cuidarse desde la alimentación son dos propósitos más o menos extendidos. Pero ¿sabemos cómo hacerlo? El artículo de hoy es una guía práctica para que cada persona identifique en su realidad diaria qué cambios sería más pertinente emprender para mejorar su alimentación. Antes de tomar cualquier decisión (como “elimina o modera este alimento” o “introduce este otro producto”) es importante evaluar los cuatro pasos que se plantean a continuación.
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1. Identificar qué alimentos son los saludables
Es el elemento principal y, por desgracia, el que más problemas da, porque se suelen mantener diversos mitos sobre el consumo de muchos alimentos que se creen que son saludables y al final no lo son.
Los siguientes son ejemplos de alimentos que las personas piensan con frecuencia que son sanos y que en realidad no lo son: galletas, cereales de desayuno, refrescos light, postres lácteos, alimentos infantiles específicos, embutidos bajos en grasa, bebidas alcohólicas… Haga un recuento e identifique a los «enemigos» que hay que controlar. Es importante saber cuántos de ellos están presentes en su alimentación para poder controlar los siguientes pasos: la frecuencia y la modalidad de los mismos.
- ¿Qué significa ‘de vez en cuando’ en la dieta?
2. Evaluar en qué medida están instaurados
Evalúe hasta qué punto esos alimentos están presente en su dieta, y también en qué medida. Puede que no consuma necesariamente una gran cantidad de uno de ellos, pero entre todos no dejan hueco para los alimentos saludables.
En nutrición y dietética siempre decimos que hay una máxima: «importa más lo que no comes que lo que ingieres». En este sentido, si está consumiendo demasiados alimentos superfluos, es probable que no haya espacio para los más saludables. Y esto sucede también en el sentido contrario. Por tanto, pequeños cambios, como la elección de la bebida o los postres de cada comida, pueden hacer que no haya lugar a malas opciones:
- Lo más saludable del agua es que no toma refrescos ni bebidas alcohólicas.
- Lo más saludable de la fruta de postre es que no consume dulces.
3. ¿Son esos hábitos muy importantes para usted?
No es lo mismo consumir galletas para desayunar por pura inercia, sin habérselo planteado nunca, que disfrutar de una pizza semanal con la familia. Hay ciertas acciones que no son las prioritarias a modificar por la retribución que pueden conllevarle. Si está buscando mejorar su dieta, quizás no tenga que empezar por cambiar el restaurante que visita una vez al mes, las palomitas del cine o la fiesta que ha preparado para los amigos.
Cada cambio surge a su debido tiempo, y es importante seleccionar los más pertinentes dependiendo de cada momento en el que se encuentre. Si no le supone esfuerzo desayunar saludable, lo lógico es quitarse esas galletas que apenas disfruta con las legañas todavía puestas, y dejar la propuesta de Nochebuena saludable para otro momento.
4. ¿Qué está dispuesto a hacer?
Ahora que tiene claro qué alimento es poco saludable y con qué frecuencia lo consume, la medida de actuación está en su tejado. Ejemplos prácticos:
- Si está tomando pan blanco a diario: tostadas, durante las comidas, sándwiches… tenga por seguro que es una prioridad reducir ese consumo. Puede hacerlo de manera progresiva para que no le cambie de modo drástico la alimentación a la que está acostumbrado.
- Si le encanta el chocolate tras las comidas, decántese por una versión menos perjudicial. Puede mantener ese hábito de una onza después de comer, si poco a poco lleva el porcentaje de cacao al 70%-85%.
- Si no quiere renunciar a salir de fiesta con sus amigos con alguna copa, puede optar a reducirlas. Si lo que le gusta es estar en «el ambiente» puede empezar con la copa y, a partir de ahí, pedir alternativas sin alcohol.
Cada persona es un mundo, y las acciones para emprender pueden ser muy diferentes. Lo recomendable es que aquellas acciones que tome no sean abandonadas, es decir, que tenga adherencia a la nueva dieta. Recuerde también que, para este proceso, la figura de un dietista-nutricionista le será de gran utilidad pues le ayudará a hacer una hoja de ruta personalizada.