Agua carbonatada, azúcar fermentado y convertido en alcohol, y aromas a frutas. Esa es la tarjeta de presentación de la hard seltzer. El marketing vende esta nueva bebida como una alternativa a la cerveza baja en calorías, su puesta en escena la asimila a un refresco y su público objetivo son los consumidores más jóvenes. Pero los expertos en salud advierten: si lleva alcohol, no es saludable. Y de hecho, en su elaboración se le añade el mismo alcohol que a una cerveza (5 %). En las siguientes líneas abordamos su composición y, por tanto, sus riesgos.
Acaba de irrumpir en el mercado español con tanta fuerza como dificultad para pronunciar su nombre en inglés sin atascarse. Se autoengloban en el grupo de las seltzer, término anglosajón para las sodas o bebidas carbonatadas. Pero añaden una cantidad de alcohol que oscila entre el 4,5 y 5 %, de ahí el adjetivo hard (duro en inglés). Tenemos, por tanto, una bebida carbonatada, fermentada, con aromas de frutas y un contenido de alcohol similar al de una cerveza.
Esta analogía no es casual. Muchas hard seltzer son propuestas de las propias cerveceras para aumentar su cuota de mercado y seducir a quienes buscan un punto de conexión entre el refresco y el alcohol o para conquistar a un público al que no termina de convencer el sabor amargo del jugo de cebada.
Hard seltzer, ni refrescan ni son saludables
El marketing las dibuja como bebidas refrescantes, sin gluten, veganas, con menos calorías que la cerveza y fáciles de consumir en cualquier momento, en especial, en el afterwork o el tardeo. Su público objetivo se enmarca entre los 18 y los 30 años, aficionado al deporte y preocupado por su imagen. De ahí que algunos reclamos deslicen conceptos como “sin azúcar” o “bajo en calorías”. Algunas de ellas van acompañadas de otros como “sal de fiesta hoy sin renunciar a entrenar mañana” y en su marketing apuntan, sin expresarlo de forma explícita, a personas preocupadas por su imagen y muestran a personas practicando deporte e, incluso, sortean sesiones de fisioterapia entre sus seguidores en Instagram.
Poca azúcar, pero con alcohol
En realidad, la diferencia de calorías con una cerveza tampoco es tanta. Mientras una cerveza tiene unas 49 calorías por 100 ml, las hard seltzer llegan a las 31 (unas 161 calorías en un tercio de lager frente a unas 102 en la lata de hard seltzer). Sí ganan en la práctica ausencia de azúcares, pero contienen hasta un 5 % de alcohol.
Para Daniel Ursúa, dietista-nutricionista, “antes de entrar a valorar el contenido en frutas, la cantidad de azúcar o el efecto del gas, debemos tener presente que una bebida con alcohol jamás será saludable. No hay una dosis de alcohol segura. Que tenga menos calorías que una cerveza no lo convierte en saludable. Y lo que es peor, hay un efecto halo: si el producto se percibe como más saludable que otro, se tiende a consumir en mayor cantidad”.
Ursúa recalca que el alcohol es una sustancia adictiva y cualquier consumo, por bajo que sea, puede desencadenar un hábito alcohólico. “Que esté socialmente aceptado no hace que sea menos peligroso”, advierte este nutricionista que apunta a la relación entre alcohol y el riesgo de desarrollar distintos tipos de cáncer. Y los jóvenes también pueden sufrir graves consecuencias. Según el Ministerio de Sanidad, el consumo excesivo por parte de los adolescentes puede provocar en “alteraciones en los procesos de memoria y aprendizaje, con cambios cerebrales, tanto a nivel funcional como estructural”.
Hard seltzer, ¿competencia a la cerveza?
Lejos de canibalizar su propio mercado, el sector cervecero se asegura con las hard seltzer el favor de los consumidores menos convencidos con la cerveza. O de los que buscan probar algo nuevo. De esta forma amplían su presencia en los lineales próximos a la cerveza, un proceso que ya habían iniciado con los cider (sidra con aroma a otras frutas).
La legislación vigente prohíbe asociar términos como “saludable” o atribuir propiedades beneficiosas al consumo de bebidas alcohólicas. Pero no impide mencionar conceptos que en el cerebro del consumidor se asocian a ideas saludables. En especial, si se contrapone a la cerveza.
Algunas, por ejemplo destacan que están elaboradas con “azúcar integral de caña 100 % natural”. Otras insisten en su fermentación natural. “El proceso de elaboración es el mismo en la cerveza o las hard seltzer. Y da igual cómo sea el azúcar, si al final va a fermentar para convertirse en alcohol”, explica el tecnólogo de los alimentos Miguel Ángel Lurueña. “Lo mismo cuando indican que lleva mandarina, pomelo, lima o cerezas, cuando, en realidad, solo son aromas a fruta. Se perciben como zumos, pero no lo son”. Los dibujos casi infantiles de frutas en algunos envases hacen que se perciban casi como inocuos refrescos carbonatados, rozando de forma tangencial la publicidad ilegítima.
Una bebida que hace un guiño a los celíacos
Lo de “sin gluten” se asocia erróneamente alimentos más sanos. También es un guiño a los consumidores celíacos, cuya enfermedad les impide beber cervezas con un contenido en gluten superior a 20 ppm (partículas por millón) y limita sus posibilidades a un reducido número de cervezas auditadas anualmente y certificadas con el Sistema de Licencia Europeo Espiga Barrada (ELS). Desde el departamento de Calidad y Seguridad Alimentaria de la Federación de Asociaciones de Celíacos de España (FACE) reconocen que, siempre que no lleve malta de cebada, las hard seltzer serán aptas para celíacos.
Con la ley, por los pelos
Este tipo de bebidas bordean los límites definidos por reglamento 1924/2006 del Parlamento Europeo y del Consejo relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos. Según su artículo 4.3, las bebidas con una graduación superior al 1,2 % en volumen de alcohol no pueden declarar propiedades saludables ni en el envase ni en la publicidad. Pero la puesta en escena sí transmite esos valores al vincularlo a deporte.
Citar que tienen menos azúcar o menos calorías que una cerveza tampoco se ajusta a la norma. En este sentido la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) es muy clara: solo se admite si aporta un 30 % menos que otro similar. En este caso, solo sería válido si se tratarse de una variedad nueva de cerveza, pero las hard seltzer son una categoría en sí mismas. El problema, según José Ojuelos, abogado especializado en derecho alimentario, es que “la norma europea es muy laxa y con mil coladeros. Tanto más cuando en España no hay una regulación específica con respecto al alcohol. A todos los efectos, las bebidas alcohólicas se consideran como alimentos, pero se les excluye de la obligatoriedad de incluir información nutricional y de ingredientes”.
También suele haber manga ancha cuando el marketing las presenta casi como refrescos. Las carencias en la legislación permiten también que se pase de puntillas sobre los efectos nocivos del alcohol. “El envase indica su contenido en volumen, pero no hace falta ni incluir la palabra ‘alcohol’ ni aludir a sus riesgos para la salud, como sí sucede en las cajetillas de tabaco”, comenta Ojuelos.
Este distinto rasero entre el tabaco y el alcohol no parece que vaya a mejorar. En España en los últimos años ha habido cuatro proyectos de ley frustrados en materia de regulación de la publicidad y limitación de la promoción y venta del alcohol. “Por un lado es un sector muy poderoso. Por otro, cada vez que se habla de regular el consumo de alcohol se levantan voces apelando a la libertad individual de beber. Sin embargo, es un problema que afecta a toda la sociedad y cuyos efectos tienen un coste a cargo de los impuestos de todos, ya sea como gasto sanitario, seguridad o costas judiciales”, afirma el experto.
El delicado público juvenil
Pese a que la venta de alcohol a menores de 18 años está prohibida, el 75,1 % de los adolescentes de entre 14 y 18 años ha consumido alcohol alguna vez en su vida, según datos del Ministerio de Sanidad. “Cualquier cantidad de alcohol puede suponer un riesgo para la salud. Mucho más en adolescentes y jóvenes, ya que, al encontrarse todavía en periodo de desarrollo neurocognitivo, son más vulnerables a sus efectos adversos”, advierte Marina Bosque, profesora de Ciencias de la Salud en la Universidad Oberta de Catalunya (UOC) y miembro del Grupo de Trabajo sobre Alcohol de la Sociedad Española de Epidemiología.
Iniciarse tan pronto tiene otro efecto negativo: el consumo de alcohol crea tolerancia. Más a una edad donde el consumo de fin de semana por atracón alcanza niveles muy preocupantes. “Cada vez se necesita ingerir más cantidad para obtener los mismos efectos. Estas bebidas de baja graduación podrían ser un arma de doble filo: iniciación y aumento en el consumo”, advierte Bosque.
En los últimos años se han multiplicado las propuestas de bebidas dirigidas específicamente al público juvenil. Frente a los refrescos, asociados a la infancia, surgen las bebidas energéticas, altas en azúcares y cafeína, destinadas a los estudiantes y los amantes de robarle horas de sueño a la noche para alargar la diversión. Según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), el 68 % de los adolescentes son consumidores habituales de bebidas energéticas. Una vez que superan la barrera de los 18, les resulta más sencillo saltar de esas bebidas muy cafeinadas a los híbridos con alcohol.
Además, con un 5 % de alcohol, este tipo de bebidas, al igual que la cerveza, pueden patrocinar eventos deportivos y conciertos. “Asociar el alcohol a valores positivos como la diversión, el éxito social o el deporte contribuye a banalizar las consecuencias adversas de su consumo. Es muy peligroso que se normalice su consumo en esa franja de edad”, señala Marina Bosque.
Queda un último fleco que pasa desapercibido en las medidas de prevención. Las hard seltzer apuestan fuerte por el comercio online (todas ellas se venden por Internet), un ámbito en el que resulta muy difícil controlar la edad del comprador y en el que los nativos digitales se mueven como pez en el agua. Basta con que el progenitor tenga abierta una cuenta en un gran distribuidor como Amazon o con que los hijos conozcan su número de tarjeta.
Además, la publicidad del alcohol aún no tiene límites en las redes sociales, un canal en el que los adolescentes pasan muchas horas al día. En el último anteproyecto de ley sobre el alcohol ya se ha puesto sobre la mesa prohibir este tipo de publicidad. Expertos en leyes como Ojuelos, sin embargo, no confían en que salga adelante por el enorme poder de los agentes implicados.