Millones de personas realizaron en los últimos años una dieta milagro, la “dieta Dukan“, apodada con el apellido de su inventor. La hicieron a rajatabla en la creencia de que era efectiva y saludable o, al menos, de que no comportaba riesgos serios para la salud. A fin de cuentas, Pierre Dukan era doctor en Medicina. Pero la percepción ha cambiado. Ahora que su artífice ha sido expulsado del Colegio de Médicos de su país, las personas que le seguían acuden a las consultas de los dietistas-nutricionistas en busca de ayuda para afrontar esta nueva etapa. ¿Qué hacer cuando se ha estado siguiendo durante meses o años un método poco eficaz y nocivo? ¿Por dónde empezar? ¿Cómo evitar ser víctima de otro fraude nutricional en el futuro? El siguiente artículo dibuja los primeros cinco pasos.
1. Acudir al médico
Si se ha seguido a rajatabla una «dieta milagro«, es muy posible que pueda haberse generado algún daño a nivel orgánico. Así, la primera pregunta que formulará el dietista-nutricionista es si se ha acudido al médico para que este revise su estado general. El llamado «efecto yoyó» que se produce al perder peso de forma rápida mediante dietas estrictas, para recuperarlo a posteriori, puede perjudicar a la salud. La American Obesity Treatment Association, en su ‘Carta de derechos del paciente’, indica que «los pacientes tienen derecho a saber que perder peso con rapidez puede causar graves problemas de salud». Los problemas pueden ser, entre otros, hipertensión, incremento del riesgo cardiometabólico o cálculos biliares e, incluso, un mayor riesgo de morir de forma prematura, según detalla una guía de prevención y tratamiento de la obesidad firmada por el Scottish Intercollegiate Guidelines Network.
2. Reeducar
Cuando un profesor de música no solo no tiene oído musical sino que obliga a sus alumnos a desafinar, lo más sensato es que tales alumnos cambien de maestro. El nuevo deberá revisar cuáles eran los malos hábitos promovidos por el anterior profesor, para que los alumnos los abandonen poco a poco. Algo así sucede con las dietas milagro y sus «gurús«: deseducan e implantan conceptos erróneos (como el del «peso ideal«) y malos hábitos difíciles (pero no imposibles) de revertir. Uno de los principales errores de la «dieta Dukan» es que está «basada en el consumo de proteínas», según se lee en su libro. No es algo exclusivo de este método, sino algo muy habitual en las dietas alternativas para tratar la obesidad.
Así, cuando el paciente víctima de las llamadas «dietas heterodoxas» acuda a un dietista-nutricionista, este deberá convencerle de que la población ingiere demasiadas proteínas y, sobre todo, de que el elevado consumo de carne roja, como el que promueve la mayor parte de estos planteamientos dietéticos paracientíficos, no está exento de riesgos. La baja ingesta de fibra también puede suponer un riesgo, como amplía al artículo ‘Fibra dietética: alimento para la salud‘ publicado en EROSKI CONSUMER.
3. Subir el volumen de una dieta sana
El objetivo de los expertos en nutrición no es tanto que la población adelgace, sino más bien que no aumente su peso corporal. Para ello es preciso seguir durante mucho tiempo (no durante unas cuantas semanas o unos pocos meses, como sucede con las «dietas milagro») una dieta saludable, combinada con la práctica habitual de ejercicio físico. El «efecto yoyó» dificulta la pérdida de peso, por diferentes motivos. Es por ello que el dietista-nutricionista considerará un éxito frenar el paulatino incremento de peso que suele suceder tras seguir dietas estrictas y desequilibradas. Una dieta saludable, tal y como indicó en marzo de 2013 un grupo de científicos coordinados por la doctora Elisabet Wirfält (revista Food & Nutrition Research) cumple estas tres características:
- Se basa en el consumo de alimentos vegetales, es decir, frutas frescas, verduras, hortalizas, legumbres, frutos secos y, cómo no, cereales integrales (arroz integral, pasta integral, pan integral).
- Hay una menor presencia (aunque frecuente) de pescado, lácteos bajos en grasas y aceites vegetales.
- Existe un aporte muy bajo de los siguientes alimentos: cereales refinados (pasta blanca, pan blanco, arroz blanco, etc), azúcar o alimentos azucarados (bollería, repostería, bebidas azucaradas), y carnes rojas y procesadas.
4. Incrementar el ejercicio físico
La dieta puede haber generado una pérdida de masa muscular, razón por la que es muy recomendable incrementar la cantidad de ejercicio físico que realiza el paciente. Ello elevará el gasto calórico, pero también aumentará la masa muscular, algo que no solo disminuirá las posibilidades de ganar peso en un futuro, sino que mejorará el estado general de la persona. Tal y como declaró en 2012 la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria, se puede contemplar al ejercicio físico como «un fármaco universal, con pocos efectos secundarios y bajo coste».
5. Alimentar el espíritu crítico
Por último, será preciso educar el espíritu crítico del paciente, para evitar que caiga de nuevo en las pegajosas redes de las dietas sin fundamento. El artículo ‘Test para detectar dietas milagro‘ aporta las siguientes pistas para detectar cuándo una dieta puede clasificarse como fraudulenta:
- Prometen resultados rápidos.
- Prometen resultados asombrosos o «mágicos» (una «cura milagrosa», un «ingrediente secreto», un «antiguo remedio» o un «quemador de grasas»).
- Prohíben el consumo de un alimento o grupo de alimentos.
- Ofrecen listados de alimentos «buenos» y «malos».
- Presentan relatos, historias o testimonios para aportar credibilidad («la dieta con la que han adelgazado 30 millones de personas» o «Mary sobrevivió a un cáncer gracias a esta dieta»).
- Se pueden autoadministrar o implementar sin la participación de profesionales sanitarios cualificados («hágalo usted mismo»).
- Atribuyen «proezas» a determinados nutrientes («el omega-3 moviliza sus grasas» o «las proteínas sacian muchísimo»).
- Conllevan al consumo de «preparados» que vende quien promueve la «dieta» o el «método».
- Contienen afirmaciones que sugieren que los «preparados» son seguros, ya que son «naturales«.
- Los preparados que se consumen (complementos dietéticos o similares) tienen un coste muy elevado, si los comparamos con el valor económico de obtener los mismos resultados mediante alimentos comunes.