Suplementos funcionales
La alimentación durante los primeros meses de vida tiene una influencia decisiva no sólo en las fases tempranas del desarrollo del niño sino también en su salud a largo plazo. Los estudios sobre composición y propiedades de la leche materna han permitido conocer que, además de los nutrientes necesarios para un óptimo crecimiento del lactante, ésta contiene sustancias bioactivas que promueven la salud y el bienestar del niño.
Esta es la razón principal por la que la industria de las leches adaptadas intenta igualar su composición a la de la leche materna y suma, a los preparados estándares, ingredientes como los ácidos grasos poliinsaturados, que intervienen en la maduración de estructuras cerebrales relacionadas con la memoria y el aprendizaje; el beta-palmitato, con la capacidad para incrementar la absorción de nutrientes y reducir la dureza de las heces; o los prebióticos y probióticos, que mejoran la composición de la flora intestinal del bebé.
Existen tantas leches adaptadas en el mercado y con composiciones tan distintas en lo que se refiere a ingredientes funcionales, que es recomendable el consejo del especialista, ya que cada bebé tiene necesidades diferentes y no todos los tipos de leche son aptos para todos los lactantes.
Grasas esenciales
Los ácidos grasos poliinsaturados intervienen en la maduración de estructuras cerebrales relacionadas con la memoria y el aprendizaje
Los ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga, AGPICL, tienen una gran importancia en el desarrollo infantil, concretamente el ácido araquidónico (AA) y el docohexaenóico (DHA), fundamentales en la configuración de la estructura y en el funcionamiento del sistema nervioso del bebé. Está estudiado que lactantes con mayores niveles de estos ácidos grasos en el organismo tienen una mayor capacidad de aprendizaje y concentración.
De hecho, un aporte adecuado de AGPICL durante los primeros meses de vida puede tener repercusiones positivas en la inteligencia del niño, futuro adulto, y también en el estado de salud general durante su vida. La European Society for Paediatric Gastroenterology, Hepatology and Nutrition reconoce desde 1991 la importancia de los ácidos grasos poliinsaturados y recomienda su adición en las fórmulas para prematuros.
Así mismo, la adición de AA y DHA a las leches infantiles de inicio ha sido recomendada por diversos investigadores e instituciones, y hoy día un gran número de fórmulas europeas para prematuros y lactantes están enriquecidas con estos componentes.
También los triglicéridos de la leche materna tienen una configuración especial que todavía no se conoce a fondo. Este tipo característico de grasas interviene en las funciones digestivas, entre las que destaca su influencia sobre la absorción y digestibilidad tanto de la fracción lipídica de la leche (grasas), como del calcio y el magnesio. El beta-palmitato es un tipo de grasa que algunos productores añaden a sus fórmulas adaptadas para que se asemejen a la composición de la leche humana.
En las leches infantiles que no llevan beta-palmitato se ha observado que los ácidos grasos libres se unen al calcio formando jabones cálcicos, que no pueden ser absorbidos por el intestino del lactante y provocan un menor aprovechamiento, tanto de la grasa como del calcio añadido en la leche de fórmula. Sin embargo, en su presencia, es absorbido rápidamente sin formar los mencionados jabones cálcicos insolubles y consiguiendo una mayor absorción de grasa y calcio añadido.
Además de estas implicaciones nutricionales, el contenido de beta-palmitato también podría ser interesante en la prevención del estreñimiento en los pequeños, ya que ante menos formación de jabones cálcicos -responsables de la dureza de la materia fecal-, las heces parecen ser más suaves y parecidas a las de los niños alimentados con leche materna. No obstante, algunos estudios apuntan que queda mucho trabajo por hacer para poder realizar una recomendación clara en este sentido.
Prebióticos y probióticos
Se entiende como prebiótico el compuesto presente naturalmente en los alimentos que, por su particular estructura físico-química, no es digerido por las enzimas gastrointestinales. Por tanto llega intacto al colon donde es fermentado por las bacterias intestinales estimulando su crecimiento y su actividad beneficiosa. La inulina, reconocida en nutrición por sus efectos prebióticos, es el carbohidrato de reserva de ciertos vegetales.
Se ha observado que en bebés que no toman leche materna -rica en prebióticos-, la adición de inulina u oligosacáridos a las fórmulas infantiles estimula su sistema inmunitario intestinal. La Comisión Científica de Alimentación de la Comunidad Europea redactó en diciembre de 2001 el “Informe adicional del uso de hidratos de carbono resistentes de cadena corta, fructo-oligosacáridos (FOS) y galacto-oligosacáridos (GOS), en fórmulas de inicio y continuación”.
La ESPGAN insiste que no hay que recomendar la incorporación de prebióticos y probióticos de forma generalizada
En dicho documento se concluye que pueden usarse prebióticos en fórmulas infantiles en concentraciones de hasta 0,8 g por 100 mililitros, cantidad considerada como segura. No obstante, el comité de nutrición de la ESPGAN (Sociedad Europea de Gastroenterología y Nutrición Pediátrica) es muy cauto y, aunque no se han encontrado datos que demuestren efectos adversos, concluye que no se puede generalizar la recomendación como una medida profiláctica o terapéutica. Faltan estudios clínicos controlados que aseguren y consoliden la seguridad y la eficacia de estos productos en este tipo de alimento.
Los probióticos se definen como microorganismos vivos que se ingieren con el fin de obtener un efecto beneficioso independiente de su valor nutritivo intrínseco dentro del balance microbiano intestinal. Los componentes más frecuentes de probióticos son bacterias lácticas del tipo lactobacilos o bifidobacterias. El Comité Científico de Alimentación de la Comisión Europea ha evaluado favorablemente la adición de probióticos een leches infantiles de continuación, siempre que su beneficio y seguridad hayan sido evaluados por estudios clínicos controlados.
Los principales usos de los probióticos en alimentación infantil son la prevención y el tratamiento de diarreas infecciosas, modulación del sistema inmune, tratamiento de la intolerancia a la lactosa y promoción de mecanismos protectores del organismo para la dermatitis atópica y la alergia a alimentos. Aunque la ESPGAN reconoce la existencia de datos que avalan estos efectos beneficiosos, insiste que es necesario establecer aún más la eficacia y seguridad a largo plazo de la adición de estas bacterias a productos infantiles.
Según el informe “Probiotic bacteria in dietetic products for infants: A Commentary by the ESPGHAN Committee on Nutrition”, publicado en 2004 en el “Journal Pediatric Gastroenterology Nutrition”, “los datos disponibles no son suficientes para apoyar la seguridad de los probióticos en recién nacidos y lactantes con un sistema inmune inmaduro (como prematuros y niños con cardiopatías congénitas).