Las personas de edad avanzada, al presentar un mayor riesgo de enfermedades (mayor morbilidad), constituyen un grupo de población que consume medicamentos en gran cantidad. Esta situación, conduce en muchos casos a deficiencias nutricionales, debido a la interacción que presentan ciertos fármacos con determinados nutrientes, y que incluso pueden alterar el apetito de la persona. Así, el consumo continuado de diuréticos provoca una eliminación aumentada de potasio por la orina; el abuso de laxantes puede afectar a la absorción de nutrientes en general; la toma habitual de antiácidos disminuye la absorción de ácido fólico, vitamina B12 y favorecen la destrucción de tiamina o B1; ciertos analgésicos como los salicilatos, tomados continuamente conducen a menores niveles de ácido fólico. A esta circunstancia, se une el hecho de que el propio envejecimiento va acompañado de diversas alteraciones digestivas como una secreción de saliva reducida, ausencia de dientes o prótesis dentarias inadecuadas; disminución de la movilidad del tubo digestivo (desde esófago a intestino delgado); menor secreción gástrica y pancreática (digestiones más lentas y difíciles); y afectación de la absorción intestinal y aprovechamiento de nutrientes. Por ello, no resulta difícil comprender que son numerosas las personas mayores susceptibles a desarrollar deficiencias de ciertas vitaminas o minerales o incluso desarrollar enfermedades por carencia (anemia, osteoporosis, infecciones recurrentes, etc.). De ahí, la necesidad de cuidar con esmero la alimentación, potenciando el consumo diario de frutas y verduras u hortalizas frescas y lácteos; y al menos una ración de carne, pescado o huevo.