El jamón curado es uno de los alimentos más representativos de nuestra gastronomía y forma parte de nuestra dieta habitual. En España consumimos al año algo más de dos kilos por persona de jamones y paletas curadas. Sin embargo, este producto tan apreciado y tradicional no es saludable, sobre todo, por su elevado contenido de sal. Además, es una carne transformada (como los chorizos, el salchichón, el jamón cocido o el fuet); un tipo de producto cuya ingesta deberíamos reducir, según aconseja la Organización Mundial de la Salud (OMS). En este artículo te mostramos cómo puntúa Nutri-Score a las carnes transformadas.
El jamón curado es un alimento tradicional, pero eso no quiere decir que sea sano. En 100 gramos de jamón serrano hay más de 5 gramos de sal, la cantidad máxima recomendada para todo el día. Otras carnes transformadas, como el lomo embuchado, los chorizos, las longanizas, el salami y los fiambres, también presentan un elevadísimo contenido de sal. Se considera que un alimento tiene mucha sal si lleva 1,25 g por cada 100 g, algo que sucede (y se supera con creces) en todos estos productos.
Embutidos: sal, grasa… y a veces también azúcar
El consumo de carnes transformadas debería ser muy moderado y ocasional. No obstante, en nuestro país comemos casi 12 kilos anuales por persona de estos productos según los últimos datos del Ministerio de Alimentación.
El contenido de sal es uno de los parámetros que Nutri-Score puntúa negativamente, ya que la ingesta excesiva de este mineral está relacionada con patologías como la hipertensión, la enfermedad cardiovascular y el ictus, entre otros problemas.
Los embutidos, además de sal, tienen mucha grasa saturada. En 100 gramos de salchicha tipo Frankfurt, de chorizo o de mortadela podemos encontrar más de 9 g de grasa saturada por cada 100 g de producto; en un salchichón, más de 12 g/100 g; en el salami, casi 15 g/100 g. Otros embutidos y carnes transformadas, como el jamón cocido, el salchichón o el chorizo también contienen azúcar.
Junto con la sal, el azúcar y la grasa son los otros nutrientes cuya presencia excesiva penaliza Nutri-Score. Por esta razón, casi todas las carnes transformadas reciben las peores puntuaciones (D y E, en su mayoría), ninguna obtiene una A, y casi ninguna consigue una B.
El jamón y Nutri-Score: D y E
El jamón, pese a ser un alimento tradicional y muy apreciado en gastronomía, no es beneficioso para la salud desde el punto de vista nutricional, y el sistema Nutri-Score lo refleja perfectamente, ya que lo califica con las peores puntuaciones. Esto no significa que debamos desterrarlo para siempre de nuestra dieta, sino que, si vamos a consumirlo, deberíamos hacerlo en pequeñas cantidades y de manera ocasional. Nutri-Score, de hecho, es un algoritmo 100 % coherente con el modelo de la dieta mediterránea.
Como señala la nutricionista Pilar Galán, una de sus desarrolladoras, “aunque no se recomienda el consumo de ultraprocesados, estos productos existen y son puestos a disposición del consumidor. Si pese a las recomendaciones nutricionales, el consumidor decide comprarlos y consumirlos, es preferible que elija los de mejor calidad (con menos azúcares, sal, grasas, más ricos en fibra, etc.) y con la lista más pequeña de aditivos”.
Por otro lado, esto tampoco significa que los productos que obtienen una A o una B se puedan consumir sin límites. Como explicamos en este artículo, un producto con Nutri-Score A tiene mejor perfil nutricional que otro de su misma categoría que tenga un Nutri-Score B, C, D o E, pero esto no quiere decir que sea saludable.
Una de las premisas para llevar una alimentación saludable es que predominen en nuestra dieta alimentos frescos o mínimamente procesados, priorizando los de origen vegetal. Hay que recordar que los productos que se valoran con Nutri-Score son productos procesados, no frescos, y que su presencia en nuestra dieta tiene que ser minoritaria.