El yodo es un oligoelemento que el organismo almacena en la glándula tiroides. De los 20 a 30 miligramos de yodo disponibles, más del 75% se acumulan en esta glándula. Es esencial para asegurar un funcionamiento correcto del tiroides y la producción de dos hormonas que regulan numerosas funciones metabólicas, como el desarrollo de los tejidos y el crecimiento, la maduración del sistema nervioso o el mantenimiento de la temperatura corporal. En los alimentos, el yodo forma parte de las algas marinas, los pescados, los mariscos y algunos vegetales.
Deficiencia, una causa evitable
La cantidad de yodo que concentran algunos vegetales depende en gran medida de la concentración de esta sustancia en la tierra de cultivo y en el agua de riego.
Su deficiencia ha sido casi erradicada en los países desarrollados gracias a la yodación de la sal, pero en los países poco desarrollados y en las zonas donde el suelo es pobre en este oligoelemento, hay riesgo de que la población acuse su falta. En el informe de 2003 de la Organización Mundial de la Salud «Diet, nutritition and the prevention of chronic diseases» se expone que la deficiencia de yodo es la mayor causa evitable de daño cerebral y retraso mental en todo el mundo. Se estima que afecta a más de 700 millones de personas, la mayoría en países en desarrollo.
Se estima que la falta de yodo afecta a más de 700 millones de personas en todo el mundo, sobre todo, en los países en desarrollo
El déficit en el feto debido a un inadecuado estado nutricional de la madre se asocia con una mayor incidencia de abortos espontáneos, anomalías congénitas, mortalidad perinatal e infantil, defectos del desarrollo psicomotor y, en casos de deficiencia grave, puede provocar cretinismo (enfermedad que se caracteriza por retraso físico y mental). En las personas adultas, un consumo dietético insuficiente y mantenido es motivo de bocio, una de las enfermedades del tiroides que se traduce en el crecimiento anormal de esta glándula.
El hipotiroidismo es otra compleja enfermedad derivada del déficit, que manifiesta síntomas como aumento de peso y cansancio. Por el contrario, un exceso de yodo puede dar lugar a hipertiroidismo, una enfermedad en la que la glándula tiroides funciona más de lo debido. Se manifiesta con ansiedad, insomnio, taquicardia y palpitaciones. El exceso de yodo es menos común, salvo que se tome sal yodada, incluso aunque se siga un tratamiento con yodo o se tenga predisposición genética a enfermedades del tiroides.
Ingesta diaria recomendada
Las cantidades necesarias de yodo varían con la edad. En los lactantes de hasta seis meses se estima que las dosis adecuadas son de 40 microgramos al día, mientras que en los mayores de seis meses esta cantidad es de 50 microgramos. En los niños oscilan entre 70 y 120 microgramos, en función de la edad; en los adolescentes y personas adultas, una cantidad de 150 microgramos de yodo al día es suficiente. Las mujeres embarazadas y lactantes tienen necesidades especiales: unos 200 microgramos durante el embarazo, cifra que se incrementará hasta 300 microgramos durante el periodo de amamantamiento.Para cubrir estos requerimientos nutricionales hay que seguir una dieta variada y equilibrada, que implique la ingesta frecuente de pescado y vegetales, además de recurrir a la sal yodada para la condimentación de los platos.
Los alimentos tienen sustancias bociógenas que bloquean la captación de yodo por parte de las células tiroideas. Éste es el caso de los nabos, la mandioca, la soja y las verduras de la familia de las crucíferas (col, coliflor, coles de Bruselas, lombarda). Estas sustancias antinutritivas se inactivan mediante el calor, por lo que al cocinarlas pierden su acción nociva.
El Consejo Internacional para el Control de los Trastornos por Deficiencia de Yodo (ICCIDD) afirma que la sal es el alimento elegido para su enriquecimiento en este oligoelemento. Tiene a su favor que es un condimento culinario cuyo uso está generalizado en todo el mundo a un coste razonable. La adición no reporta cambios en el color, sabor, olor o textura de la sal.