La patata, que se cultiva en más de 100 países, ya forma parte importante del sistema alimentario mundial. Este tubérculo produce más comida en menos tierras que el maíz, el trigo o el arroz. El año pasado la producción mundial alcanzó la cifra sin precedentes de 320 millones de toneladas. Por eso, algunos científicos lo consideran «el alimento del futuro».
Estos días se celebra en la ciudad peruana de Cuzco una conferencia internacional -dentro de las actividades organizadas con motivo del Año Internacional de la Patata– bajo el lema «La Ciencia de la Papa para los Pobres: Desafíos para el Nuevo Milenio». Los expertos que participan en este encuentro tratan de definir estrategias para incrementar la productividad y sostenibilidad de los sistemas de producción de un alimento que, precisamente, surgió en el altiplano peruano hace más de 8.000 años.
El consumo de patatas se extiende vigorosamente en el mundo en desarrollo, que hoy produce más de la mitad de la cosecha mundial, y donde la facilidad de su cultivo y el gran contenido de energía que aporta al organismo lo han convertido en un valioso producto comercial para millones de agricultores.
En el mismo Perú, los altos precios de los alimentos han estimulado al Gobierno a reducir las costosas importaciones de trigo y alentar a la población a consumir pan con harina de papa. En China, primer productor mundial de patatas (72 millones de toneladas en 2007), expertos agrónomos han propuesto que este producto se convierta en el principal cultivo alimentario de gran parte de las tierras agrícolas del país.
Sin embargo, el Centro Internacional de la Papa (CIP) y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) advierten de que extender los beneficios de la producción de patatas depende de que se mejore la calidad del material de siembra, contar con sistemas agrícolas que hagan un uso más sostenible de los recursos naturales, y disponer de variedades que reduzcan la necesidad de agua, tengan mayor resistencia a las plagas y enfermedades, y capacidad de adaptación ante el cambio climático.
Revolución sostenible
Durante los cuatro días de la conferencia, más de 90 de las principales autoridades mundiales de la papa y de la investigación para el desarrollo tratarán los desafíos que afrontan tres economías en particular en materia de fomento del citado tubérculo en el mundo en desarrollo.
La primera es la de los países agrícolas, principalmente de África, donde la población pobre se concentra en las zonas rurales y produce papa para consumo doméstico y el mercado local. Para estos países es clave contar con resultados de investigación y tecnología, en apoyo a una «revolución sostenible de la productividad», así como establecer nexos entre los productores y los mercados interno y regional.
Asimismo, los expertos creen que son necesarias estrategias diferentes para las «economías en transformación» de África, Asia y Oriente Medio, donde los sistemas de producción de papa más comunes son granjas comerciales muy pequeñas de producción intensiva. Para estos países el reto consiste en la gestión sostenible de los sistemas intensivos, aumentar la productividad, y reducir al mínimo los riesgos para la salud y el medio ambiente.
En las economías urbanizadas características de América Latina, Asia central y Europa oriental, el desafío estriba en asegurar la sostenibilidad social y ambiental de los sistemas basados en la papa, y establecer alianzas entre los pequeños productores y los nuevos mercados de alimentos.
Por otro lado, los participantes en la conferencia visitarán una plantación de 12.000 hectáreas situada cerca de Cuzco, donde investigadores-agricultores han restablecido la producción de más de 600 clases andinas tradicionales de papa y han aportado los elementos genéticos básicos para la futura obtención de otras variedades.