La rúcula estaba muy de moda hace unos años en la guarnición de platos en los restaurantes de élite y solo la cultivaban agricultores especialistas en proveer a los establecimientos más prestigiosos. En la actualidad, sin embargo, esta hierba ha pasado a ser, gracias a su cultivo industrial, una opción más en todos los hogares, debido a la popularidad que adquirió como «hierba gourmet». Su sabor es un poco picante, con cierto toque ácido, que en ocasiones recuerda al de los frutos secos. No es recomendable comer en gran cantidad la rúcula sola porque su sabor tan intenso puede «saturar» el paladar.
Ensalada perfecta
La rúcula se acompaña en general de otras hierbas y lechugas, como el canónigo
La rúcula se acompaña a menudo de otras hierbas y lechugas, como el canónigo, a modo de pequeño ramillete. Complementa otros sabores más suaves, como el de la lechuga Batavia, el lollo rossa o la achicoria. Es adecuada también con el tomate maduro, por el sabor dulzón del propio tomate y el ligero picante de la rúcula.
La ensalada casi perfecta con esta hierba podría estar compuesta por unas lascas muy finas de queso de oveja, con unas nueces peladas y trozos pequeños de melocotón, para aportar el contrapunto dulzón. Esta ensalada se puede acompañar con una vinagreta de aceite de oliva virgen extra y unas gotitas de vinagre de Jerez.
Con pescado
La rúcula también es una alternativa como acompañamiento en ensalada de pescados ahumados o en salazón, como unas láminas de bacalao o unos trocitos de salmón ahumado con unos piñones tostados, unos gajos de naranja y aliñados con una vinagreta elaborada con aceite de oliva suave y vinagre de frambuesa. Es una ensalada refrescante y vibrante de texturas variadas.
Como todo vegetal cultivado en tierra, antes de consumirla debe lavarse de manera exhaustiva con agua fría y conservarla en el frigorífico durante dos o tres días, en bolsas de conservación de alimentos.