Uno de los rasgos distintivos del ser humano frente a otras especies, incluso ante los demás mamíferos, es la tolerancia a la leche tras la fase de amamantamiento. Un estudio del University College London (UCL) ha revelado que esta capacidad fisiológica se originó en el Neolítico, hace unos 7.500 años, en la región de los Balcanes y Centroeuropa, en lugar de en los países nórdicos como se pensaba.
El «Homo sapiens» no nació con esta capacidad, sino que la generó hace unos 7.500 años, cuando el antiguo cazador nómada se convirtió en agricultor y ganadero. En la lucha de los seres vivos por la supervivencia, la evolución favorece los rasgos genéticos que facilitan la adaptación al entorno y dan ventaja frente a los competidores. Los bebés mamíferos tienen la capacidad natural de asimilar y digerir la leche materna, pero la pierden una vez que han superado el periodo de amamantamiento. Inicialmente, esto sucedía también en los humanos.
El estudio del University College London ha revelado, a través de las proteínas lácteas detectadas en restos arqueológicos de Hungría y Rumanía, que las comunidades ganaderas centroeuropeas y de los Balcanes conservaron esta capacidad al mantener en su organismo la enzima que se encarga de descomponer los azúcares de la leche. Esta mutación genética se reveló ventajosa para los individuos en los que prevaleció, ya que les permitió alimentarse de un producto que, gracias a su nuevo papel como ganaderos, tenían disponible y era nutritivo.
Esta anomalía inicial se generalizó en el continente y hoy, en la herencia racial de los europeos, prevalece la llamada «persistencia lactosa», una característica que no se da en otros territorios. Sin embargo, se registra de modo desigual a lo largo del continente; mientras en los países nórdicos, Irlanda y Reino Unido los porcentajes de intolerancia láctea van del 5% al 15%, en los países mediterráneos la tasa se eleva a la mitad de la población.
Por otro lado, la expansión del consumo general de lácteos hacia el resto de Europa explicaría también por qué la mayoría de los europeos tolerantes a la lactosa presentan la misma variante del gen. Sin embargo, en África se han identificado al menos cuatro variantes genéticas y apenas el tercio de la población es capaz de digerir la leche. En Asia, esta cifra alcanza al 90% de la población.