La lamprea es un alimento que no admite términos medios: o genera un rechazo enérgico por parte de los comensales o se considera una exquisitez digna de agasajar emperadores, como sucedía con los antiguos romanos. ¿Por qué? En las siguientes líenas lo contamos.
En la actualidad, muchas personas encumbran este pez primitivo a la categoría de manjar y esperan con paciencia la llegada de estos meses para disfrutar de su sabor y su textura, que tiende a ser gelatinosa. La ilusión por degustarlo se produce sobre todo en Galicia, donde el singular aspecto de este animal (alargado y sin mandíbula, pero con muchos dientes en el interior de una ventosa) no ha impedido que forme parte del recetario tradicional. Más bien todo lo contrario.
La lamprea a la bordelesa es un buen ejemplo de esa gastronomía que, lejos de ocultar la apariencia y el comportamiento de este pez, lo ensalza… Literalmente. Para guisarlo, se eviscera y adoba con una mezcla de ajo, perejil, pimienta, laurel, vino blanco y la propia sangre del animal, que constituye el ingrediente distintivo de esta receta peculiar.
Y es que la lamprea es conocida como el vampiro del mar, ya que utiliza su ventosa y sus dientes para adherirse a otros peces y alimentarse de su sangre. De ahí que haya opiniones divididas acerca de su consumo, si bien los beneficios nutricionales son indiscutibles: como todo pescado azul, nos aporta buenas dosis de omega 3, vitaminas del grupo B y una notable cantidad de vitamina A. Sus partidarios no tienen dudas: es la mejor ofrenda que da el mar en primavera.