El estreñimiento de los niños es una de las consultas más habituales en el área de la gastroenterología pediátrica. Tras descartar una patología de base asociada a este problema, el pediatra diagnosticará al pequeño de estreñimiento funcional. En estos casos, será muy importante establecer estrategias para controlar y revertir los síntomas que, además de ser muy molestos, pueden derivar en dolencias más serias. Junto con el ejercicio físico y la reeducación de los hábitos de defecación, la dieta es un pilar fundamental para combatir el estreñimiento. A continuación se ofrecen las claves para tratarlo en los niños.
La frecuencia normal de defecación en los niños varía según la edad. En bebés con lactancia materna o lactancia artificial se considera normal un ritmo de dos o tres deposiciones al día (de media). Esta regularidad va disminuyendo hasta las dos deposiciones al día en menores de 6-12 meses (de media) y una deposición diaria (de media) en los de más de 3 años. De esta manera, cuando los pequeños presentan una frecuencia de deposiciones inferior a dos o tres veces por semana, dificultad para la defecación (con o sin dolor) y heces duras, es recomendable establecer estrategias para controlar este estreñimiento.
Cómo tratar el estreñimiento en los niños
El objetivo principal es lograr que los niños vayan al baño de manera regular para evitar complicaciones asociadas al estreñimiento (impactación fecal, fisuras anales, malestar abdominal). El tratamiento supone una modificación de los hábitos alimentarios, una reeducación de las costumbres de defecación y de la práctica de actividad física y, en caso necesario, el uso de medicación dirigida a asegurar la evacuación.
El tratamiento dietético del estreñimiento se centra en conseguir un bolo fecal voluminoso y pesado, lubrificado e hidratado, para potenciar al máximo su progresión por el tubo digestivo. Por tanto, habrá que garantizar en estos casos un aporte adecuado de fibra dietética, agua y grasas.
Dieta rica en fibra para los niños: ¿cuánta fibra y cómo la consigo?
La American Health Foundation recomendaba que el consumo de fibra de los niños mayores de dos años fuera como mínimo su edad +5 g/día. En la actualidad, el Institute of Medicine de Estados Unidos, la American Academy of Pediatrics y la Academy of Nutrition and Dietetics aconsejan que su consumo de fibra sea el siguiente:
- Los niños de 1 a 3 años de edad deberían tomar 19 g de fibra al día.
- Los pequeños de 4 a 8 años tendrían que ingerir 25 g de fibra al día.
- Los menores de 9 a 13 años deberían consumir 31 g (chicos) y 26 g (chicas) de fibra al día.
- Los adolescentes de 14 a 18 años de edad tendrían que tomar 38 g (chicos) y 26 g (chicas) de fibra al día.
Sin embargo, en la actualidad, la población infantil no consume la fibra recomendada. Según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), la ingesta media de fibra en Europa es de 0 a 20 g/día en niños hasta los 12 años y de 15 a 30 g/día en adolescentes. Estudios realizados en población infantil (como el estudio enKid) muestran que el consumo de fibra en niños y adolescentes es de 10,7 g/día en pequeños de 2 a 5 años; de 13,7 g/día en menores de 6 a 9 años; 12 g/día en la población de 10 a 13 años y 16,8 g/día en adolescentes de 14 a 17 años.
¿Cómo se puede incrementar la presencia de fibra en la alimentación de nuestros hijos? La fibra dietética se encuentra en los alimentos de origen vegetal, tales como frutas, verduras y hortalizas, legumbres, frutos secos y cereales (integrales, sobre todo). Cualquiera de los siguientes ejemplos de alimentos y raciones aumentarán en cinco gramos la ingesta de fibra:
- Cereales: arroz integral cocido (350 g), quinoa cocida (200 g), pasta blanca cocida (250 g), pan blanco (150 g), pan integral (70 g), cereales tipo All Bran (20 g), arroz hinchado (1,4 g) o muesli (70 g).
- Verduras: coles de Bruselas (125 g), espinacas (160 g), alcachofas (53 g), brécol (160 g) o judías verdes (160 g).
- Legumbres: guisantes cocidos (70 g), garbanzos cocidos (50 g) o lentejas (64 g).
- Tubérculos: patata (250 g).
- Frutas: kiwi (180 g), mango (200 g) o piña (300 g).
- Frutos secos: almendras (40 g) o nueces (80 g).
Para aumentar la ingesta de fibra, se deben potenciar alimentos como la fruta, la verdura, las legumbres y los frutos secos, además de evitar cereales refinados, como el arroz o la pasta blanca, o productos de panadería y bollería refinados. Cabe recordar que para conseguir el efecto antiestreñimiento que confiere la fibra, hay que asegurar la ingesta de agua, para que ayude a conformar un bolo fecal voluminoso y pesado. Además, alimentos ricos en grasa saludable, como el aceite de oliva, pueden contribuir a lubrificar el bolo fecal y favorecer su paso por el tracto digestivo. Se aportan cinco gramos de fibra con las siguientes recetas:
- Papilla de fruta de naranja y manzana (300 g).
- Yogur (125 g) con cereales integrales (20 g).
- Mango (100 g) con nueces (40 g).
- Ensalada de frutos secos: lechuga, tomate y pepino (80 g) con almendras (20 g).
- Postre granizado de turmix de fruta (150 g) con polen y cereales integrales (10 g).
Actividad física y hábitos de defecación
Un aumento de la actividad física ayudará a incrementar el tono muscular del tracto digestivo y promover el peristaltismo necesario para la expulsión de las heces. Por esta razón se ha de fomentar un estilo de vida activo del niño o el adolescente. Caminar, jugar, correr, ir en bici o patinar son actividades recomendadas, a la vez que se aconseja disminuir el tiempo de inactividad (ver la televisión, ordenador, etc).
La reeducación de los hábitos defecatorios también es importante. Hay que procurar que el menor vaya al baño después de las comidas para intentar defecar, durante unos 5-10 minutos, tratando que sean momentos en los que el pequeño tenga acceso fácil al baño y disponga de tiempo y tranquilidad. Un registro de las heces puede contribuir a controlar las defecaciones.