Los pediatras aconsejan inculcar a los hijos desde pequeños un horario regular de comidas, sin picoteos de chucherías

También consideran que si un niño no quiere comer es mejor no insistir, y no ofrecer un plato alternativo a su gusto
Por EROSKI Consumer 7 de junio de 2004

Dar de comer a un niño pequeño supone para muchos padres un auténtico calvario. Hay bebés que comen de todo, pero son los menos, ya que a la mayoría le cuesta pasar de la leche materna a los purés sin objeciones. Ante la negativa del niño a comer, los padres utilizan distintas estrategias, como la típica de convertir la cuchara en un «avioncito». Los especialistas desaconsejan este tipo de tácticas porque, además de ser poco efectivas, lo único que consiguen es crear malos hábitos.

Tampoco es conveniente premiar o distraer al pequeño para que coma. Porque, ante todo, lo primero que recomiendan los especialistas es no insistir. «Jamás, bajo ningún concepto, se ha de obligar a comer con amenazas ni con gritos ni con chantaje; hagas lo que hagas comen lo mismo, y si se lo metes a la fuerza, vomitan. Obligar a los niños sólo sirve para hacerlos sufrir y para que odien la comida», advierte el pediatra Carlos González. En su opinión, obligar a un niño a que coma un determinado alimento puede conducir a que rehúse muchos más.

Técnica inapropiada

Y es que los padres a menudo no piensan que quizás lo que le ocurre a su hijo es que simplemente no tiene hambre. «La habilidad de los padres consiste en detectar esos alimentos que no le gustan al niño y evitarlos en la medida de lo posible. Lo ideal es que coma de todo, adaptándose a sus gustos», puntualiza Antonio Jurado, jefe de Pediatría del Hospital Materno Infantil de Málaga.

No obstante, Jurado hace especial hincapié en que siempre hay que descartar cualquier trastorno orgánico, como una infección. «Lo normal es que el rechazo a la comida se deba simplemente a que no le gusta o a que no la tolera. Otra cosa es que exista un problema físico que reduzca el apetito, por ejemplo una otitis o una rinitis. Pero estos son casos puntuales y transitorios», asegura.

El rechazo a la alimentación también puede ser el resultado de una técnica de alimentación inapropiada. Incluso una presión paterna puede llevar al rechazo del alimento. En un estudio reciente, los niños que eran compensados para probar un nuevo producto lo tomaban peor que aquellos que eran estimulados a probarlo por su propia iniciativa.

Reacciones

Existen dos tipos de reacciones: el rechazo activo (llanto, desvío de la boca al intentar aproximar el biberón o la cuchara, escupir el alimento o expulsarlo inconscientemente, y vomitar si se les obliga a tragarlo) y el rechazo pasivo (permanecen quietos, dejan que introduzcan el alimento en su boca, sin tragarlo, y posteriormente cuando ya está llena, lo expulsan), consecuencia de un trastorno reactivo más marcado.

Habría que preguntarse entonces qué se entiende por no comer. Por lo general, los padres se preocupan demasiado por la cantidad y, según los pediatras, es lo que menos importa. «Las madres llegan a la consulta con una neurosis obsesiva porque su hijo no come suficiente, y lo verdaderamente importante es que su crecimiento sea correcto», explica el doctor Jurado.

A veces, los padres tienen una idea equivocada de lo que sus hijos necesitan. En este sentido, los especialistas advierten de que el momento más problemático se produce entre el año y los tres años. «Como la velocidad de crecimiento disminuye, los niños de 15 meses comen lo mismo o menos que los de nueve meses, cuando los padres creen, erróneamente, que al ser más grande tiene que comer más», precisa Carlos González.

Tópicos desechables

De hecho, el mundo de la alimentación también está lleno de tópicos. Como, por ejemplo, el hecho de que la leche es el nutriente más completo. «A menudo, cuando el niño no ha comido nada, los padres le dan por la tarde un vaso de leche, y lo que hacen es quitarle más aún el apetito, especialmente ahora en verano», considera Antonio Jurado.

«Si no les obligas a comer, los niños suelen probar un poco de fruta y un poco de verdura. Pero no se puede pretender que se coman un plato entero de acelgas, o una manzana entera. Lo mejor es introducirlos poco a poco, en pequeñas cantidades, y, lo que es más importante, comerlos en familia. El niño tiende a imitar lo que ve en casa», indica el doctor González.

Por esta razón, es muy recomendable seguir unas pautas de disciplina. Los especialistas aconsejan inculcar a los hijos desde pequeños un horario regular de comidas, sin tomas intermedias. «Para comer hace falta tener el estómago vacío y si los niños han tomado golosinas tendrán poco apetito a la hora de sentarse delante de la mesa», observa el doctor Jurado, poco partidario de contentar a los niños con caprichos. «Si no quiere comer es mejor no insistir, y no ofrecer un plato alternativo a su gusto», añade este especialista.

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