España conserva aún las ventajas de una alimentación más tradicional y menos «moderna» que otros países del entorno, pero la diferencia se acorta para mal y los niños son los principales damnificados del progresivo cambio de hábitos. Pediatras y nutricionistas advierten de que casi el 55% de los chavales españoles tiene un nivel alimentario entre regular y deficiente. Los expertos recomiendan a los padres predicar con el ejemplo y habituar a los menores a una alimentación más saludable.
Según el estudio «enKid. Hábitos alimentarios en la población infantil y juvenil española», que acaba de editar la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC), menos de la mitad de los jóvenes españoles (entre 4 y 24 años) tiene «un buen nivel de alimentación», explica Lluis Serra, presidente de la entidad y catedrático de Medicina Preventiva.
El resto presenta carencias o hábitos inadecuados, y de él, un 4% está muy lejos de recibir una alimentación adecuada. Sobre esta realidad y las alarmas que de ella saltan, la SENC ha auspiciado el I Encuentro de Madres y Padres sobre pautas alimentarias saludables en la población infantil. En este foro, especialistas en nutrición, pediatras y psicólogos coincidieron en la necesidad de reconducir una situación que, aunque conocida, no se aborda con el debido rigor y urgencia.
Los desajustes alimentarios -recuerdan- son la principal causa del desarrollo de enfermedades crónicas y degenerativas, y factor importante de un crecimiento desequilibrado. Los expertos subrayan lo evidente, si los niños han abandonado la dieta mediterránea es por la deserción previa de los adultos. Las prisas, el acceso de las mujeres al mercado laboral y la proliferación de platos preparados y comida rápida componen un círculo vicioso que, en opinión de los especialistas, es responsabilidad de los padres romper.
Frutas, verduras y lácteos
«Cambiar los hábitos alimenticios está en manos de los padres», señala Serra. El desayuno, como primera comida, resulta crucial. Sólo el 25% de la población infantil y juvenil ingiere fruta o zumo natural. El resto del día la cosa tampoco mejora. El 80% de los chavales ingiere un 35% más de grasas de las aconsejables, procedentes en buena parte de productos como la bollería industrial, comida rápida y otros. En cambio, «nos quedamos muy cortos en fruta y verdura», apostilla Javier Aranceta, responsable de la Unidad de Nutrición Comunitaria del Ayuntamiento de Bilbao. En lugar de las cinco piezas de fruta aconsejables al día, la media española está en 2,6.
La SENC pretende contribuir al retorno a los buenos hábitos con la publicación de una guía práctica con recomendaciones para los padres. Entre otras, estimular el consumo de frutas y verduras frescas; incluir en la dieta de los chavales entre medio y un litro de leche y/o lácteos al día; limitar a su mínima expresión o suprimir la bollería industrial, «snacks» salados, dulces y la comida rápida; volver al bocadillo tradicional a media mañana y como merienda; reducir la presencia de embutidos y grasas animales saturadas, y procurarles abundancia de cereales, legumbres, arroz, pasta y pescado.
Buenas costumbres
Para conseguirlo es necesario un cambio de conductas. Dedicar su tiempo al desayuno, en familia a ser posible; crear rutinas agradables, con rituales como poner la mesa y variar los alimentos para animar la vista; combinar lo menos apetecible para los jóvenes con productos de su gusto. Poner cantidades pequeñas, no abrumar y felicitar a los niños cuando terminen. Sorbitos de agua entre bocado y bocado ayudan a pasar la comida, y no conviene eternizar las colaciones de los más pequeños más allá de 45 ó 50 minutos.
Por encima de cualquier recomendación práctica, los pediatras recalcan lo primordial: los padres deben dar ejemplo. «Los niños se quedan siempre con lo que ven antes que con lo que se les dice», recuerda María Luisa Arroba, de la Asociación Madrileña de Pediatría. De nada servirá pues insistir a los críos en qué deben o no comer si no lo ven en casa.
El chef Sergi Arola, del restaurante La Broche, aconseja tratar a los niños como adultos en la mesa, «salvando las limitaciones lógicas», hacerles notar que comer no es un hecho trivial y jugar con los alimentos para abrirles poco a poco a gustos y alimentos nuevos. Es aconsejable implicarles en el proceso de preparación; ir al mercado con sus padres y trocear unas judías verdes puede resultar un juego divertido y provechoso. «Ayuda -sugiere- hacer una cocina clara, donde ellos distingan los ingredientes para darles confianza, y nunca forzar a un niño a comer algo que no quiera, eso puede crear fobias».
Y los especialistas recuerdan que hay otra «asignatura pendiente» para desarrollar un crecimiento saludable de los niños, la actividad física. El 30% de la población española es sedentaria. «La epidemia de obesidad va a ser aún mayor», advierte Lluis Serra.