Hay personas que cuando están nerviosas sienten un nudo en el estómago y no pueden comer. A otras, el estrés les provoca síntomas intestinales como diarreas o estreñimiento. Estas señales ya nos dan una pista de que existe una relación entre el cerebro y el sistema digestivo.
Y la clave de esta conexión está en nuestra microbiota, compuesta por millones de microorganismos —en una cantidad 10 veces mayor que todas las células de nuestro cuerpo— que conviven de una manera estrecha principalmente en el tracto digestivo, pero también en la boca, el tracto respiratorio o la piel, y desempeñan una función muy importante para la salud. La microbiota empieza a determinarse desde que nacemos y se va modificando a lo largo de la vida según el lugar en el que vivimos, nuestra alimentación o nuestro estilo de vida.
Microbiota y cerebro: una conexión en dos direcciones
Hoy se conoce el papel esencial de la microbiota en el sistema inmunitario, metabólico y hormonal, pero también en nuestro cerebro, con el que se comunica constantemente.
“Por una parte, el cerebro impacta en el estómago e intestino, que son áreas involucradas en la emoción y el movimiento, por lo que la gestión emocional y el ejercicio son buenos aliados para combatir las alteraciones digestivas. Por otra, en el intestino habitan millones de microorganismos, principalmente bacterias, que están involucrados en los procesos de aprendizaje y estado de ánimo, la denominada microbiota. La conexión entre ambos se realiza sobre todo por el nervio vago, que recoge la información visceral y la hace llegar al cerebro”, explica Nazareth Castellanos, neurocientífica, divulgadora y cátedra extraordinaria de Mindfulness y Ciencias Cognitivas de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
La neurociencia ha profundizado en qué manera la microbiota intestinal sirve de mediador en la comunicación en el eje intestino-cerebro y cómo afecta al comportamiento humano. Pero también a la inversa, cómo nuestra conducta puede producir cambios en nuestra microbiota. Una investigación de 2022 del Instituto Pasteur, usando técnicas de imagen cerebral en modelos animales, ha observado que las neuronas que se encuentran en el hipotálamo detectan directamente variaciones en la actividad bacteriana y adaptan el apetito y la temperatura corporal en consecuencia. Esto puede favorecer nuevos enfoques terapéuticos para abordar trastornos metabólicos como la diabetes o la obesidad.
Microbiota y su relación con la ansiedad y la depresión
María Victoria Sánchez, psicóloga especialista en psicología clínica y divulgadora del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, pone algunos ejemplos de la relación directa que existe entre la microbiota intestinal y el sistema nervioso central.
“En la microbiota se produce una cantidad muy grande de serotonina y, un déficit de esta hormona se asocia con síntomas de depresión”, explica. “Por otro lado, si hay cambios en nuestra microbiota, se puede activar el sistema inmune, que es uno de los ejes que generan nuestra respuesta al estrés”, añade.
Por lo tanto, un cambio en la composición de la microbiota, tanto en la cantidad de bacterias como en su composición, puede alterar las funciones de nuestro sistema inmune y de nuestro sistema nervioso central. “La respuesta ante el estrés, en la que intervienen diferentes neurotransmisores —adrenalina y noradrenalina— , citoquinas inmunológicas y hormonales (cortisol), también se ve influída por nuestra microbiota”, mantiene esta experta.
De hecho, hay estudios que han profundizado en cómo la microbiota intestinal puede estar relacionada con la existencia de enfermedades neurológicas, como el párkinson, el alzhéimer o la esclerosis múltiple. Otras investigaciones se centran en su conexión con trastornos relacionados con el ánimo, como el estrés, la ansiedad o la depresión.
Un ejemplo es el artículo publicado por la editorial científica ‘Elsevier’ en enero de 2023, ‘Papel de la microbiota intestinal en la depresión’, que sugiere que la alteración del equilibrio de la microbiota es una de las causas más importantes de la depresión. Según esta investigación, este desequilibrio en la relación entre el intestino y cerebro puede provocar problemas en el metabolismo de los ácidos grasos, en la formación de neuropéptidos, hormonas intestinales y neurotransmisores, en la alteración del metabolismo del triptófano (un aminoácido esencial que llega a nuestro organismo a través de la alimentación) o en una activación anormal del sistema inmunitario.
¿Se puede mejorar el ánimo con un cambio de alimentación?
Entonces, ¿cambiar nuestra dieta puede ayudar a prevenir la ansiedad y otros trastornos del estado del ánimo? Un estudio de diciembre de 2021, en el que participaron investigadores del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Harvard (EE. UU.) y publicado en Nutrients, aseguraba que existe una clara asociación entre los niveles más altos de ansiedad y una dieta rica en grasas, con una ingesta baja de triptófano y proteínas y un alto consumo de azúcar y carbohidratos refinados (no integrales). Es decir, un patrón dietético poco saludable.
Por eso, algunos estudios ya señalan a la regulación de la microbiota como un tratamiento para combatir la ansiedad. La revisión sistemática ‘Efectos de la regulación de la microbiota intestinal sobre los síntomas de ansiedad‘, recogido en ‘General Psychiatry‘, asevera que “es positivo tratar los síntomas de ansiedad mediante la regulación de la microbiota intestinal”.
Esta revisión también hace referencia a los probióticos, que son microorganismos vivos que, administrados en las cantidades adecuadas, pueden ayudar a equilibrar la microbiota intestinal. Esta investigación muestra que es más efectivo mejorar nuestros hábitos y tomar mayor variedad de alimentos que tomar probióticos.
En el manejo y tratamiento de cuadros relacionados con depresión, ansiedad o estrés, Manuel Martín, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM), sugiere que es necesario que el especialista incorpore a la exploración clínica la existencia en la persona de algún desarreglo intestinal, como diarreas, malas digestiones, estreñimiento, flatulencias…
En cuanto a la recomendación de prescribir probióticos, Manuel Martín opina que, con el grado de evidencia que hay actualmente, “sí se podría recomendar que tomara un probiótico para intentar mejorar ese aspecto. Pero, lo que no tenemos es el grado de conocimiento para decir exactamente qué probiótico. Estamos en una recomendación general más que específica, que creo llegará con el tiempo”, explica. Es decir, todavía falta más investigación.
Hábitos para un cerebro sano
Para prevenir el riesgo de sufrir trastornos del estado de ánimo, es importante llevar una alimentación con abundancia de productos vegetales de todo tipo, como verduras, frutas, frutos secos, semillas, cereales integrales y legumbres. Pero también con alimentos tan beneficiosos como el pescado azul, que aporta omega 3.
Además, se aconseja incluir en nuestra dieta pescados y carnes blancas, huevos y lácteos no muy grasos como fuentes importantes también de proteínas y triptófano, el precursor de la tan preciada serotonina. “Todo ello aliñado o cocinado con aceite de oliva virgen extra”, opina la dietista-nutricionista Laura Isabel Arranz.
Pero la mejora de nuestra microbiota no solo depende de llevar una dieta adecuada, sino también de la actividad física que realizamos. En este sentido, Nazareth Castellanos comenta, en relación con algunos estudios llevados a cabo por su grupo, que “la vida sedentaria empobrece la microbiota intestinal y el ejercicio físico regular, unos 120 minutos a la semana, mejora la diversidad microbiana, lo que está relacionado con salud general”, concluye.
Mucho por investigar
“Se sabe que el intestino es el segundo órgano del cuerpo que más neuronas tiene, después del cerebro. Asimismo, que la flora intestinal tiene una actividad muy importante a la hora de producir neurotransmisores como la serotonina o la dopamina. También existen investigaciones que han relacionado el estado de la flora intestinal con una serie de trastornos, como en qué medida el estrés afecta a la flora intestinal y, al contrario, cómo las alteraciones de la flora pueden producir síntomas de estrés”, analiza el presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM).
Pero, pese a todo ello, y a los resultados prometedores, “estos estudios están en periodo experimental con modelos animales. Su traslado posterior a personas es más complicado. Así que estamos en una fase de investigación”, finaliza Manuel Martín.