Con cierta frecuencia, la mujer embarazada experimenta cambios en sus preferencias alimentarias que se relacionan con variaciones de la sensibilidad gustativa.
La embarazada puede encontrar desagradable el sabor o el olor de ciertos alimentos que le gustaban antes de la gestación, como suelen ser los alimentos grasos, alimentos fritos, café, té, etc. Por el contrario, puede experimentar una marcada apetencia por productos que no eran de su consumo habitual, lo que responde al término de «antojos».
Este fenómeno, no se debe en absoluto a alteraciones psicológicas, sino a alteraciones producidas por el trastorno hormonal que el embarazo representa.
Estas aversiones o apetencias no tienen importancia si no alteran ni interfieren en la realización de una dieta variada y equilibrada. Por tanto, no existe una explicación científica que justifique que un antojo no satisfecho de la embarazada puede dejar alguna marca en el bebé.