Prevenir el exceso de peso en la infancia es hoy una prioridad de salud pública, tal y como reconoce la entidad de referencia en pediatría en Europa, la ESPGHAN. No obstante, cuando la obesidad infantil -que debe diagnosticar un pediatra-, ya está instaurada, es importante tener presente una serie de consideraciones. Entre ellas, la de no realizar restricciones o prohibiciones taxativas de alimentos. Exacto: no prohibir. Si bien esto contradice al sentido común, es lo que recomiendan los expertos en el tema. El presente artículo explica por qué no conviene restringir la comida a los niños con obesidad, ofrece seis consejos prácticos para combatir la obesidad infantil y resalta la importancia de predicar con el ejemplo.
Por qué no conviene restringir la comida a los niños con obesidad
«Prohibir es despertar el deseo». Esta máxima es del todo aplicable a la alimentación infantil. Prohibir de forma habitual que el niño consuma alimentos que tiene a su alcance es contraproducente. Un consenso de doce sociedades sanitarias indicó en diciembre de 2007 que los padres de niños obesos o, mejor dicho, que padecen obesidad deben permitir que sea el niño quien regule sus comidas. La frase exacta que aparece en él es: «permita que el niño autorregule sus comidas y evite el uso de conductas alimentarias restrictivas». Pese al rigor de este documento, un estudio aparecido en febrero de 2013 apunta que su implementación es insuficiente.
Sea como fuere, diversas investigaciones confirman que la postura del mencionado consenso es la más adecuada. Es una postura, no obstante, que parece contradecir al sentido común, que justificaría utilizar restricciones para evitar que el niño tome más calorías de lo que necesita. Sin embargo, los estudios demuestran que las restricciones alimentarias conducen a un aumento del peso de los niños, lo cual no deja de ser paradójico. Esta situación es, además, bastante frecuente: los padres de niños con sobrepeso u obesidad son más propensos a adoptar prácticas de crianza restrictivas.
En algunos casos se trata de un comprensible esfuerzo para ayudar a su hijo a frenar la ganancia de peso. Aunque, en otros, la actitud de los padres ha sido siempre la misma, desde que el niño era pequeño, y es la que ha aumentado el riesgo de obesidad infantil: un gran número de publicaciones muestra que el estilo de crianza «controlador» multiplica las posibilidades de que el niño sufra obesidad. Un reciente artículo publicado en Eroski Consumer aborda la relación entre las prácticas educativas relacionadas con la alimentación y el peso del niño.
Combatir la obesidad infantil: seis consejos que sí funcionan
Limitar o restringir de forma explícita y manifiesta la alimentación de un niño perjudica su peso (y, por tanto, su salud a largo plazo). Pero ello no significa que no se pueda hacer nada. Al contrario: se recomienda que los padres se involucren, aunque de otras maneras que sí han demostrado proteger a los niños del aumento de peso:
- Comer en familia lo más a menudo posible, en un ambiente relajado.
- Promover el ejercicio físico y evitar el sedentarismo.
- Fomentar la autonomía del menor en lo relativo a la selección de alimentos.
- Evitar la utilización de platos grandes. La vajilla ejerce un papel destacable en la cantidad de comida que adultos o niños ingieren.
- Impedir que en casa haya un «surtido» de alimentos calóricos o superfluos.
- Conseguir que en el hogar haya alimentos saludables y que además estén «a mano», es decir, a la vista y al alcance del menor. La única bebida «saludable» a considerar es el agua.
Los dos últimos puntos no son los menos importantes. La guía para la prevención y el tratamiento de la obesidad infantojuvenil, editada en 2009 por el Sistema Nacional de Salud y consensuada por nueve sociedades científicas españolas (incluida la Asociación Española de Pediatría) señaló que la dieta saludable «está siendo abandonada y sustituida por otras con mayor contenido en grasa total y saturada debido a un aumento de la proporción de carnes rojas, embutidos y huevos asociado a la reducción de frutas, hortalizas, cereales y legumbres».
Alimentación saludable: predicar con el ejemplo, de vital importancia
El ejemplo de los padres (su propia manera de alimentarse) es, además, de capital importancia. Se considera que el estilo de vida de los padres es un factor «crítico» en el desarrollo de las preferencias alimentarias de sus hijos, ya que actúan como modelos a seguir para fomentar una dieta saludable. Los hijos de padres que fuman es probable que fumen. Los hijos de padres que gritan es probable que griten. Los hijos de padres que cruzan con el semáforo en rojo, es probable que crucen de la misma manera. Y los hijos de padres que comen de forma desequilibrada es probable que acaben comiendo de forma desequilibrada. La genética influye, sin duda, en el riesgo de obesidad del niño, pero también influye, y mucho, la repetición de patrones no saludables.
Si no tenemos alimentos conflictivos en casa, no tendremos que prohibir su consumo
Los padres deben entender, en suma, que las prácticas de alimentación coercitivas ejercen un impacto negativo en niños cuyo peso es excesivo. Por ello resulta crucial diferenciar entre el «control manifiesto» («no comas más» o «esto no te conviene») y el «control encubierto». Este último consiste en limitar la disponibilidad de alimentos superfluos en el hogar. Ello permite que el niño tenga independencia con respecto a su alimentación, y se contrapone a restricciones o reglas estrictas en la mesa. Si no tenemos alimentos conflictivos, no tendremos que prohibir su consumo.
La guía del Sistema Nacional de Salud antes citada, indica que “se recomienda no utilizar terapias alternativas para el tratamiento del sobrepeso y la obesidad en la población infantil y adolescente”. Si las dietas milagro o los tratamientos alternativos están desaconsejadas en adultos, en niños todavía más, ya que pueden comprometer su crecimiento. El tratamiento del exceso de peso en la infancia, tal y como señala un muy recomendable consenso internacional, elaborado por un panel de reputados expertos, debe contar con un equipo multidisciplinar de verdaderos profesionales sanitarios, de entre los cuales desempeñan un papel crucial los dietistas-nutricionistas.