En la actualidad residen en España cerca de cuatro millones de extranjeros, muchos de ellos nostálgicos de su cultura y de su gastronomía. Hasta ahora se podían encontrar los productos típicos de su lugar de origen en pequeños locutorios y comercios étnicos, pero la demanda ha experimentado tal incremento en los dos últimos años que muchos condimentos, dulces y platos empiezan a formar parte de nuestra gastronomía. Algunos como el cuscús, la salsa de soja o el curry ya se han hecho un hueco en nuestras mesas, mientras otros como la yuca o el pan panya esperan su turno a sabiendas de que el principal freno para su comercialización es el precio. Y es que importar estos productos desde miles de kilómetros de distancia puede llegar a multiplicar su coste por cinco.
Mestizaje gastronómico
El Instituto Nacional de Estadística (INE), a 1 de enero de 2006, revela que de los 44,39 millones de personas empadronadas, 3,88 millones son extranjeras y en 2010 se espera que la cifra ascienda a 5,19 millones. Este incremento ha favorecido una riqueza y un mestizaje cultural que se ha extendido a otros campos como la gastronomía. En las ciudades proliferan los denominados restaurantes étnicos (cubanos, ecuatorianos, griegos o argentinos, entre otros) y cada vez son más frecuentes también los comercios de este tipo, que venden muchos de los productos de origen de los inmigrantes. Latinoamérica, África, India y Europa del Este son los lugares de procedencia de la mayoría de extranjeros y los principales focos de abastecimiento del mercado español.
Productos Nativos es una de las empresas importadoras de alimentos extranjeros de mayor trayectoria en España. En funcionamiento desde hace una década, abastece tanto a grandes superficies como a pequeñas tiendas y locutorios, a los que vende productos llegados de África y Latinoamérica. Desde esta empresa, Carolina de Dobrzynski confirma que en los últimos dos años este mercado ha experimentado un auge y asegura que el objetivo “no es sólo atender la demanda de los inmigrantes, sino también dar a conocer a los españoles productos a los que no están habituados”.
También con este fin, en 1998 se creó el Instituto Halal, un órgano certificador de alimentos, productos y servicios susceptibles de ser consumidos por musulmanes, que garantiza que los productos a la venta cumplen con los ritos de sacrificio de los animales que marca la Ley islámica. De hecho, la palabra ‘Halal’ significa ‘permitido, autorizado o saludable’. “Cuando este término se aplica a productos, implica que estos son aptos para ser consumidos por musulmanes”, insiste su directora, Isabel Romero. Los productos Halal cuentan con un logotipo, una especie de sello de calidad que les distingue del resto,
“Los productos Halal cuentan con un logotipo, una especie de sello de calidad que les distingue del resto”
El resultado es una cocina más variada, colorida y con diversidad de texturas en la que se multiplican las posibilidades de elección y se intercambian conocimientos entre unas y otras culturas. Se trata de un cambio de tendencia después de que el estudio “Hábitos alimentarios de los inmigrantes en España”, realizado por la consultora AC Nielsen y publicado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación en 2004, reflejara que el 51% de las comidas de los inmigrantes son españolas porque no encuentran productos de su país. “En dos años la demanda de productos por parte de inmigrantes ha crecido muchísimo, especialmente en Navidad y otras festividades, porque quieren mantener sus tradiciones y tener la oportunidad de cocinar los platos típicos de sus países en esas fechas”, confirma Carolina de Dobrzynski.
Más de un millar de productos
En los últimos cinco años, la importación de frutas tropicales se ha multiplicado de manera sorprendente. Según datos de Mercamadrid, mientras que en 2001 apenas se comercializaron en esta comunidad autónoma 4.620 kilos de bananitos, en 2006 se han superado ya los 179.754 kilos y otras frutas como la curaba o el maracuyá, que ni siquiera se vendían en 2001, en lo que va de año han superado los 28.000 y los 305.000 kilos, respectivamente. Entre los productos estrella destaca el maíz, el arroz largo, el pan pa’ya, los dulces, harinas, pastas y pescados típicos de cada país, además de condimentos y salsas como las de soja, el chimichurri, el achiote o la sabora. También abundan los pastelitos árabes y la leche agria. “Hay una gran diversidad cultural de gustos y condimentos que se intenta traer a España para garantizar la libertad del consumidor en el acceso a los alimentos de su país, como cualquier otro consumidor”, opina la directora del Instituto Halal.
En cuanto a la carne, la más comercializada es la de ave y la de cordero, “especialmente cuando coincide con las fechas del calendario festivo musulmán”, explica Isabel Romero. En las carnicerías de perfiles étnicos hay de todo, pero en grandes superficies se venden sobre todo aves y cordero -agrega-. En el caso de la carne con garantía Halal se garantiza que ésta procede de animales sacrificados como manda la tradición islámica, ya que se controla la labor de los mataderos, y se está empezando a controlar la alimentación de los animales con piensos y de los peces en piscifactorías. Desde la ONG Casa del Ecuador en Madrid, una de sus portavoces explica también cómo es “muy fácil encontrar plátano y tomate de este país en España”, dos productos perfectamente integrados en la dieta nacional a los que se ha dejado de atribuir un origen exótico. Lo mismo ha ocurrido con algunas frutas como el kiwi o la piña y con otros sabores como el curry. “Estos alimentos se conocen gracias a los restaurantes y al hecho de que muchos inmigrantes trabajan en casas y cocinan para las familias platos típicos de su país”,
“Estos alimentos se conocen gracias a los restaurantes y al hecho de que muchos inmigrantes trabajan en casas y cocinan para las familias platos típicos de su país”
Es así como platos hasta hace unos años desconocidos como el cuscús (compuesto por sémola, garbanzos, verduras, caldo y carne de cordero o de pollo) o los kebabs (tortas de pan rellenas de carne asada y vegetales) han pasado a tener una gran aceptación, a la vez que otros condimentos como la soja, el azafrán, el ajonjolí o el curry están casi completamente incorporados a la mesa. En el caso de las bebidas, las cervezas de diferentes marcas nacionales son las más importadas, junto con refrescos, licores y zumos que enriquecen la oferta y contribuyen a crear lo que en Estados Unidos ya se denomina ‘spanglish food’.
Marca y precio
A la hora de importar productos de otros países hay dos elementos fundamentales a tener en cuenta: la marca y el precio. En el primer caso, el objetivo es traer al mercado español productos de marcas líderes en los respectivos países de origen para que sean fáciles de reconocer por los inmigrantes. De esta manera, se crea confianza en el consumidor, que conoce el producto y sus características. “En el segundo caso, la clave es tratar directamente con las fábricas en el lugar de origen e importar grandes cantidades para que el precio de venta sea luego más barato, aunque, inevitablemente, al tener que venir en barco, ese coste hay que sumarlo al producto, que se hace un poco más caro”, señala Carolina de Dobrzynski. Por su parte, Isabel Romero afirma que las carnes registradas con el sello Halal “no cuentan con unos precios mucho más caros que el resto, puesto que todo el proceso de control de alimentos y sacrificio de los animales se realiza en España”.
Precisamente, el precio ha sido siempre el principal freno a la compra de estos productos, más caros en España que en su país de origen.
El precio ha sido siempre el principal freno a la compra de estos productos, más caros en España que en su país de origen
Las empresas importadoras aseguran que la reducción del precio es cuestión de tiempo. A medida que aumente el número de inmigrantes y que los españoles viajen más a países exóticos, aumentará la gama de productos a la venta y de empresas dedicadas a la importación. “Nosotros comenzamos con una tienda en Madrid y actualmente tenemos un total de cinco y muchos más puntos de distribución que se reparten entre fruterías, panaderías, minimercados, restaurantes, locutorios, bares y discotecas de todo el país. Es cuestión de tiempo y de conocimiento, pero lo que está claro es que éste es un mercado emergente”, concluye De Dobrzynski.