De romero, tomillo, azahar, espliego, brezo, eucalipto… Existen tantas variedades como flores. Su gran aporte energético y una capacidad endulzante mayor que la del azúcar de mesa la convierten en el edulcorante natural preferido de muchos consumidores. No hay motivo para renegar de ella, pero hay que tomarla con la misma prudencia que otro tipo de azúcar libre y, sobre todo, no utilizarla como remedio para todos nuestros males. La miel endulza, pero no cura.
❌ El color es un indicador de la calidad de la miel
Falso. Su color varía mucho: amarillo claro (miel de romero), ámbar claro (de acacia), más verdoso (de eucalipto) o ámbar oscuro, casi negro, la de encina o roble. Pero la tonalidad no está relacionada con la calidad. El color depende de las flores de las que provenga, ya que cada planta tiene una química distinta, con mayor o menor contenido en minerales. Pueden darse diferencias en la composición –hay mieles oscuras que son más ricas en hierro o vitamina B y C, y otras más claras que aportan más vitamina A–, pero las variaciones son mínimas.
✅ La miel no caduca
Verdadero. Es un producto de consumo preferente que no caduca, por lo que pasarnos de fecha no afecta a la seguridad y se puede consumir sin problema. Esto es así porque el contenido en agua de los azúcares es muy bajo y sin agua no hay microorganismos que puedan hacer aparición y propagarse. Otro factor que ayuda es que la miel es extremadamente ácida. Su pH, en torno a un cuatro (el pH neutro se corresponde con un siete), contribuye a la formación de ácidos orgánicos, principalmente el glucónico, lo que hace que aumenten sus propiedades antibacterianas.
❌ Si la miel se cristaliza, hay que tirarla
Falso. No es raro comprar un tarro de miel de una textura líquida y que con el paso de las semanas esta se vuelva dura, prácticamente sólida. Significa que ha cristalizado, un proceso natural que no estropea el producto. Esto sucede porque la miel es una solución sobresaturada en azúcares (sobre todo glucosa y fructosa, aunque también una pequeña cantidad de sacarosa), lo que provoca que, al bajar las temperaturas (entre 12 y 16 grados), pierda agua y se formen cristales. Pero este proceso no afecta al sabor o la calidad. Para que se vuelva líquida, solo es necesario calentar la miel al baño maría.
✅ La miel es más nutritiva que el azúcar
Verdadero. A diferencia del azúcar de mesa, que solo está compuesto 100 % por azúcar simple, la miel contiene otros nutrientes, aunque en bajas cantidades. Dependiendo de la variedad de las flores y del tipo de colmena, la miel contiene distintos ácidos orgánicos (cítrico, láctico, fosfórico…), vitaminas (C, B1, B2, B3, B5), ácido fólico, minerales (fósforo, calcio, magnesio, silicio, hierro, manganeso, yodo, zinc), aminoácidos esenciales, esteroles, fosfolípidos, falvonoides, polifenoles y enzimas.
Tiene menos calorías que el azúcar de mesa, pero la diferencia es mínima. Mientras que 100 g de miel aportan 330 kcal (3,3 kcal por gramo), las del azúcar contienen unas 400 kcal (4 por gramo). También hay que tener en cuenta que la miel es más dulce y que se necesita menos cantidad para endulzar.
❌ La miel es más saludable que el azúcar
Falso. La miel es un azúcar libre, como el azúcar de mesa, y ambos, según las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), hay que consumirlos de forma muy limitada: máximo unos 20 g al día y sin añadir a la dieta ningún otro tipo de azúcar libre ni consumir alimentos que lo contengan.
Aunque la miel aporta algo menos de azúcares (un 75 %-80 % frente el 100 % del azúcar de mesa), el exceso en su consumo supone el mismo riesgo para la salud que pasarse con el azúcar: aumenta el riesgo de padecer obesidad y sobrepeso, hipertensión y enfermedades cardiovasculares. La miel tampoco es una importante fuente de minerales, ya que para satisfacer las necesidades de hierro habría que tomar 10 tazas de miel al día, y para el calcio, 40 tazas.
Imagen: Eroski Consumer
✅ Los menores de un año no deben tomarla
Verdadero. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) recomienda evitar la miel en menores de un año, ya que hay riesgo de botulismo. Aunque los microorganismos no crecen en la miel, esta sí puede contener esporas de la bacteria Clostridium botulinum. Al alcanzar el tracto intestinal de un bebé, estas esporas pueden transformarse en la toxina del botulismo, una enfermedad grave que puede llegar a causar la muerte. Para los adultos, ingerir estas esporas no representa ningún peligro, pero antes de los 12-18 meses el sistema digestivo no es lo suficientemente ácido como para destruirlas.
❌ La miel es buena para las defensas
Falso. La EFSA ha evaluado las propiedades que popularmente se suelen relacionar con la miel, como el refuerzo de las defensas, la mejora de la salud digestiva, su acción protectora del corazón, sus propiedades anticancerígenas o su capacidad antioxidante y antiinflamatoria. No existe evidencia científica de ninguno de estos beneficios. En cuanto a las sustancias fitoquímicas y enzimas que contiene y su posible beneficio para la salud, aún se está investigando, pero de momento los científicos no han podido confirmarlo. La realidad es que, una vez hemos ingerido el alimento, nuestro organismo casi no absorbe estos compuestos, por lo que el beneficio sería prácticamente inexistente.
✅ La miel suaviza la garganta
Verdadero. La miel es un demulcente, es decir, una sustancia viscosa que mitiga las irritaciones o abrasiones de la mucosa, por lo que es uno de los productos caseros más utilizados para suavizar la garganta. Pero que tenga las propiedades de calmar, suavizar y aliviar síntomas, no significa que cure la faringitis. Si recurrimos a ella constantemente para aliviar una tos persistente, hay que tener en cuenta que estaremos ingiriendo unas cantidades de azúcar muy elevadas.
✅ Se puede usar como hidratante
Verdadero. La miel es muy utilizada en los productos de cosmética fundamentalmente porque es higroscópica, es decir, que es un producto que, a pesar de estar compuesto por una baja cantidad de agua, es capaz de extraer y absorber la humedad si está expuesto a ella, lo que la convierte en un buen ingrediente de los productos hidratantes para la piel o el cabello.