La obesidad infantil está considerada hoy en día por la Organizacion Mundial de la Salud (OMS) como uno de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI. Según sus datos, en 2010 ya había 42 millones de menores con sobrepeso en todo el mundo, de los que cerca de 35 millones vivían en países en desarrollo. Uno de los mayores riesgos a largo plazo que implica la obesidad infantil es que, con una gran probabilidad, un niño obeso seguirá siendo un adulto obeso. La condición suele arrastrarse en el tiempo. Esto conlleva un sobrecoste en el sistema sanitario, así como problemas de salud mantenidos en cada persona que lo sufre. Por estos motivos, es fundamental combatirla desde todos los estamentos posibles. En este artículo se explican las causas de la obesidad infantil y se aportan recomendaciones para su prevención.
Epidemia de obesidad infantil: ¿cuáles son las verdaderas causas?
Las principales causas del sobrepeso y la obesidad infantil son conocidas: una mala alimentación unida al sedentarismo. Pero ¿influyen en la misma medida? Aunque la obesidad es una enfermedad muy compleja en la que intervienen muchos factores, seremos llanos y claros: la obesidad es responsabilidad principal de una mala dieta, situación que se ve empeorada por el sedentarismo. ¿Cómo se sabe esto? Debido a que los casos de obesidad por motivos exclusivamente genéticos son extraños, y la mala alimentación es el factor común clave en su desarrollo.
Este debate tiene una respuesta que se deja entrever cuando se analiza el peso de cada factor. Hay niños que tienen una dieta pésima y aún así se mantienen delgados; se trata de excepciones puntuales, de personas que no almacenan tanta grasa como otros individuos. Pero, en realidad, ¿cuántos casos se dan al revés? ¿Cuántas personas desarrollan una obesidad comiendo sano? La cantidad es casi anecdótica.
Si se ven las dos caras de la moneda, queda al descubierto la realidad y se puede concluir que la alimentación es el factor principal en el desarrollo de la obesidad. Generalizando demasiado, esto podría resumirse en esta frase: «Es cierto que hay menores delgados a pesar de que comen mal, pero no encontraremos niños obesos que hayan mantenido una dieta saludable».
En definitiva, el sedentarismo empeora una mala alimentación y nunca se debería entender la actividad física como la «compensación» para llevar una mala dieta. En la salud de los jóvenes no debería utilizarse el atenuante «pero luego lo quema todo» como excusa cuando se lleva una alimentación incorrecta. Los problemas de salud infantil derivados de una dieta insuficiente no solo se exteriorizan con un exceso de peso.
La otra cara de la moneda: ¿hay muchos niños delgados en España?
Claramente no. Apenas hay niños delgados en España; es más bien un mito. La verdadera desnutrición infantil no es calórica, sino de nutrientes, además de la malnutrición que produce el exceso de productos superfluos que invade la dieta de los más pequeños con calorías vacías. Mientras que las cifras de obesidad infantil rondan el 15-20% y las del sobrepeso el 24-25%, la delgadez se sitúa en menos del 1%. Sí, ¡menos del 1%!
Esto se debe a que la vulnerabilidad económica y de salud que vivimos en nuestro país no desencadena que los menores estén más delgados. Hace tiempo que se abandonó la falsa creencia de que las personas pobres son las más delgadas, como se señala en el artículo ‘Por qué las personas pobres están más obesas‘, publicado en marzo de este año. En dicho texto se explica por qué se ha duplicado esta cifra en países en vías de desarrollo en tan solo 20 años.
Recomendaciones generales para prevenir la obesidad infantil
Las recomendaciones son sencillas y conocidas por todo el mundo. Tan solo hay que aplicarlas:
- Aumentar el consumo de frutas, verduras, legumbres y frutos secos.
- Reducir la ingesta de azúcares simples.
- Evitar los alimentos ultraprocesados.
- Mantener un mínimo (resaltamos el mínimo) de 60 minutos de actividad física moderada-intensa, acorde a las capacidades de cada niño o joven.