Nuestros hábitos de consumo cambian de forma radical durante los campeonatos de fútbol, y el Mundial que se celebra en Rusia estos días no es la excepción. A lo largo de este mes, el sofá, los snacks y las cervezas le ganarán por goleada a la dieta saludable y el ejercicio físico. Distintas encuestas y estudios realizados recientemente traducen a números nuestras preferencias alimentarias. Y, a tenor de sus conclusiones, el equipo de los nutricionistas tiene poco que celebrar: los snacks, los refrescos, la pizza, el alcohol y la comida para llevar lideran esa lista de productos favoritos donde las latas y las bolsas consumidas se cuentan por millones.
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Durante las competiciones deportivas comemos peor. Hay más fast food y menos cocina casera; más patatas fritas y menos ensaladas; más refrescos y menos agua. Cuando se trata de ver un partido de fútbol en la televisión, nuestras preferencias cambian bastante, y los datos dejan poco margen para la duda. Algunos estudios, como el realizado este año por la consultora Oath, señalan que los snacks y los refrescos son los dos productos más consumidos en España durante la Copa Mundial de Rusia. Al picoteo de bolsa y las bebidas azucaradas le siguen, de cerca, las pizzas, las bebidas alcohólicas y la comida para llevar.
850 millones de latas de cerveza en un mes de Mundial de Fútbol
Pero ¿de qué cantidades hablamos? Una encuesta reciente del portal Tiendeo nos pone sobre la pista. En España, durante el Mundial, consumiremos 850 millones de latas de cerveza, 680 millones de latas de refrescos, 325 millones de bolsas de patatas fritas y 127 millones de pizzas. Y esto, solo los adultos. Todo apunta a que asociamos el ocio a cierto tipo de alimentos y bebidas que dejan fuera de juego a lo que se considera una dieta saludable.
Los análisis también indican que, en nuestro país, consideramos al fútbol como un acto social. El 90 % de quienes siguen este torneo lo hacen acompañados (ya sea por la familia, como por los amigos) y, si bien en España somos el doble de propensos que los franceses, los ingleses o los alemanes a ver los partidos en el bar, el 67 % prefiere hacerlo en su casa y, en concreto, en su sofá.
Y la comida de sofá no suele ser elaborada; más aún cuando nuestros ojos no están puestos en el plato, sino en la pantalla del televisor. En estos casos, todo lo que sea picoteo (como los nachos y las patatas fritas) o se preste a ser comido con la mano (como la pizza o las salchichas) tiene más probabilidades de triunfar que un solomillo Wellington. Incluso si preparamos algo casero, será estilo fast food. Cuando hay partido, la comida es un accesorio al que no se le presta demasiada atención. Solo se le exige que esté rica y sabrosa; es decir, que tenga cantidades generosas de grasas y azúcar o, en este caso, de grasas y sal.
Las personas somos proclives a elegir alimentos de alta densidad energética; es decir, alimentos que en poco peso concentran una gran cantidad de energía. Nos resultan gratificantes, palatables y nos dan mucho placer. A nuestro cerebro le encantan los alimentos poco sanos y, cuando los consumimos, no solo nos recompensa haciéndonos sentir bien, también envía señales para que sigamos comiendo de eso que está tan rico, más allá del apetito. Por esta razón -y también porque muchos alimentos procesados contienen potenciadores del sabor, como el glutamato monosódico– es prácticamente imposible comer tan solo una patata frita de la bolsa.
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En el marcador (de kilómetros): futbolistas 10, nosotros 0
Este campeonato del mundo está patrocinado por una marca de refrescos, una de comida rápida y una de cerveza, que incluso ha conseguido cambiar la legislación de los países donde se celebra el torneo para permitir la venta de bebidas alcohólicas dentro de los estadios. Sucedió en el Mundial de Brasil, en 2014, y ha vuelto a ocurrir ahora.
A juzgar por los estudios, nuestras elecciones alimentarias van de la mano de esa publicidad. Sin embargo, los espectadores no imitamos todo lo que vemos. Por ejemplo, un jugador de fútbol recorre, en promedio, unos 10 kilómetros por partido, mientras que nosotros, en casa, recorremos cero. El sedentarismo, la mala alimentación y el consumo excesivo de alcohol son, junto al tabaquismo, los principales factores de riesgo de sufrir enfermedades muy serias -incluso mortales- como las cardiovasculares, la diabetes o el cáncer. ¿Cuándo fue la última vez que caminamos o corrimos 10 kilómetros? ¿Con qué frecuencia lo hacemos?
La paradoja del Mundial es precisamente esa: el deporte se queda en la televisión, mientras que las calorías se expanden en el sofá. Pero no todo está perdido. Una manera práctica de remontar el partido es imitar más a los futbolistas y menos a los anuncios. Caminar más y comer mejor. Picar menos y reducir las horas que pasamos sentados en casa. Los jugadores, además del ejercicio físico durante el juego, entrenan durante toda la semana. Son deportistas de élite y, como tales, tienen un estilo de vida activo. También cuidan su alimentación. La Federación Internacional de Asociaciones de Fútbol, más conocida como FIFA, recoge unos cuantos consejos dietéticos para los jugadores. No hay snacks, pizzas o cervezas entre las recomendaciones. Por el contrario, se pone énfasis en llevar una dieta variada que cubra las exigencias de energía y que esté basada en «alimentos ricos en nutrientes, tales como verduras, frutas, judías, legumbres, cereales, carnes magras, pescados y lácteos».