La percepción que se tiene de la relación entre nutrición y salud influye notablemente en el consumo de alimentos. También influyen las preferencias alimentarias, muy marcadas durante la adolescencia. De estas cuestiones habla el estudio europeo HELENA (‘Healthy Lifestyle in Europe by Nutrition in Adolescents’), en funcionamiento desde 2005 y que recientemente ha dado a conocer nuevos datos sobre los hábitos alimentarios de los jóvenes.
El propósito de HELENA es recopilar información para facilitar la elaboración de alimentos más sanos pero que gusten a los adolescentes. Por ahora, se ha completado la primera fase del estudio, que ha consistido averiguar de manera cualitativa qué factores influyen en las decisiones de los adolescentes cuando se alimentan. Las conclusiones servirán para seguir con la etapa posterior, en la que se analizarán cuantitativamente las preferencias alimentarias.
Primera fase, hábitos y actitudes
Los propios adolescentes han sido los encargados de llenar de contenido el estudio. Son 304 jóvenes en total, de cinco países diferentes: Bélgica, España, Hungría, Reino Unido y Suecia. Todos ellos fueron repartidos en 44 grupos de discusión de forma uniforme según sexo y edad (13-14 y 15-16 años). Se les hizo participar en debates variados conducidos por moderadores experimentados. Durante el transcurso de los mismos, se pidió a los participantes que indicaran los tres factores principales (a partir de una lista de posibilidades) que determinan su elección de comidas o refrigerios a lo largo del día.
Se formularon preguntas sobre sus hábitos diarios en relación con la comida. El propósito era conocer el número de comidas que realizaban a lo largo de la jornada, el tiempo que dedicaban a cada una de ellas, la cantidad y variedad de alimentos que escogían, los factores que les inclinaban en la elección y, por último, las veces que ingerían algún tipo de refrigerio o bebida fuera de la comida entendida como habitual.
El sabor, el gran protagonista
Se llegó a la conclusión de que el picoteo es compartido por todos los adolescentes, con indiferencia del país en el que vivan. Sin embargo, se constató que en España los jóvenes suman hasta cinco comidas diarias al margen de los picoteos, un número que en el resto de los países quedaba reducido a tres.
A la cuestión sobre cuál es el factor determinante que les inclina por un tipo u otro de comida, la respuesta fue unánime: el sabor. El tamaño y las texturas no les resultan indiferentes, pero no les lleva a una actitud preferencial. Tampoco influye el envoltorio, el reconocimiento del producto, las modas o la facilidad de compra. El precio sí que condiciona, pero dentro del panel no supone un factor determinante.
La influencia de los padres y la despensa familiar influyen especialmente en el desayuno y la cena. De hecho, son las dos comidas más domésticas que hacen durante el día. En Bélgica y España las costumbres familiares en el desayuno y los aperitivos tienen más peso, mientras que en Hungría y el Reino Unido sólo el desayuno. En Suecia, este modelo se toma del colegio.
Los jóvenes reconocen el valor saludable de la alimentación como enseñanza paterna, pero no como propio
Los jóvenes reconocen el valor saludable de la alimentación como enseñanza paterna y materna, pero no como propio. En las preguntas directamente relacionadas con la alimentación sana, los adolescentes de todos los países fueron rotundos: la comida sana es aburrida, no apetitosa, no llena y es más cara. Asimismo, supone demasiado esfuerzo y voluntad inclinarse por ella. Los adolescentes eran conscientes de su importancia, pero una consciencia más aprendida y escuchada que interiorizada y hecha propia.
Conceptos como hábitos alimentarios o estilo de vida sano les resultaban conocidos. Es más, no juzgaban de inadecuadas sus costumbres y su dieta. Se percibieron, sin embargo, conceptos erróneos y arraigados en materia de nutrición y salud. Muchas de sus respuestas delataban que no ponían en práctica las máximas que consideraban saludables, y ni siquiera muchas de ellas lo eran. La falta de conocimientos sobre alimentación era evidente, e igualmente se reflejó que persisten creencias de escaso valor científico.
Segunda fase
Con base en los resultados de este primer estudio, HELENA tiene previsto obtener información cuantitativa sobre las influencias en la elección y las preferencias alimentarias en los adolescentes de 10 países (Alemania, Austria, Francia, Grecia e Italia, además de los cinco países del estudio cualitativo). Se centrarán en recopilar cifras del número y carácter de los aperitivos y las bebidas, así como su capacidad para entender y reflejar la relación entre alimentación y salud.
Cuando HELENA termine su programa, pondrá a disposición de instituciones, empresas, consumidores y demás agentes relacionados con la alimentación toda la información recopilada, analizada y concluida. Su último fin es facilitar la elaboración de alimentos más sanos que gusten a los adolescentes, que les resulten apetitosos y que ayuden a vencer la incompatibilidad que existe entre la alimentación sana y la alimentación del adolescente.
El queso, las carnes, los aperitivos salados (pipas de girasol, frutos secos o patatas, entre otros), la comida rápida o ‘fast food’ (hamburguesas, pizzas o perritos calientes), los dulces, el chocolate o el café son los alimentos que más enganchan dado su contenido de grasas, azúcares, sal o sustancias estimulantes como la cafeína.
Se ha constatado que hay razones fisiológicas que hacen que los alimentos ricos en grasas y en azúcares susciten mayor atracción que otros. Son motivos relacionados con neurotransmisores como la dopamina, ligada a las emociones y los sentimientos de placer; la serotonina, de fuerte influencia sobre el sistema nervioso y con frecuencia denominada “hormona del humor; y la noradrenalina, relacionada con la energía.