El azúcar, la sal y la grasa son los tres ingredientes fundamentales con los que se ha conseguido la llamada “fórmula de la felicidad” en los alimentos ultraprocesados de la fast food o comida rápida. Este trío no ha sido elegido al azar. En realidad, es una felicidad engañosa, que hará que queramos volver a comer una y otra vez ese producto buscando sentir de nuevo esa mezcla de sabores y texturas que no somos capaces de conseguir con otros alimentos no procesados. Conoce más sobre su fórmula, dónde la encontramos y cómo intentar no caer en ella.
Cómo se consigue la falsa felicidad de los fast food
El azúcar y la sal potencian el sabor de los alimentos, a la vez que consiguen alargar la vida útil del producto, ya que tienen un ligero efecto conservante. Además, el azúcar es capaz de activar un circuito de recompensa en el cerebro que nos hace sentir mejor. La grasa, por su parte, provoca una sensación de palatabilidad (atractivo al paladar por su sabor, aroma, textura…) que llena nuestra boca y que consigue una textura más suave.
A esa sensación se le ha denominado bliss point. Este término fue creado por el psicofísico Howard Moskowitz para referirse a la optimización del sabor de un producto que genera en el consumidor la “necesidad” de recurrir a él una y otra vez. Cuando se da la combinación perfecta de los tres ingredientes, junto a la textura, la repetición en la compra está asegurada. Es necesario añadir que estos productos son relativamente accesibles y tienen precios no elevados.
Qué tienen en común los productos que hacen llegar al ‘bliss point’
Normalmente se trata de alimentos con sabores intensos que saturan nuestras papilas gustativas instantáneamente. Obtendremos una explosión de sabor que no encontramos en otros alimentos. Los sabores son tan fuertes e intensos que no podemos apreciarlos por separado. Ese es el motivo por el que muchos alimentos como (hamburguesas, pizzas…) tienen sabores muy similares, aunque nos digan que los ingredientes son distintos. Nuestras papilas gustativas se han saturado y no somos capaces de diferenciar demasiado el sabor. El mayor inconveniente de este asunto es que no solo consumiremos estos productos, sino que, como no encontramos la misma sensación en los que no son ultraprocesados, podríamos dejar de consumir unos por otros buscando aquella sensación que nos hizo “felices”.
Además, están ideados con una textura blanda para que resulten muy sencillos de tragar. No hay que masticarlos demasiado, lo que nos lleva al concepto de “dispersión de densidad calórica”. Esta característica hace que no seamos tan conscientes de la cantidad de calorías que estamos consumiendo en un solo bocado, así que seguiremos comiendo hasta que nos lo hayamos terminado todo. Con la misma sensación de saciedad, habremos consumido muchas más calorías que en un producto no ultraprocesado y que implique mayor masticación.
Así nos enganchan los locales de la comida rápida
Se caen los ingredientes, chorrean las salsas y algunos pierden su buena pinta si se enfrían… Quizá el nombre de “comida rápida” procede de la forma en que nos obliga a comer y no de cuánto se tarda en prepararla o servirla. Según el informe ‘Fintonic Restauración en España 2018’, 6 de cada 10 españoles consumen al menos una vez al año en las cadenas de comida rápida.
Imagen: HannahChen
Estas franquicias son expertas en hacernos llegar al bliss point combinando azúcares en los refrescos, sal en las patatas y grasas en las hamburguesas. Pero no solo encandilan a nuestro estómago, también a nuestro cerebro. Cada cadena de restauración tiene colores e instalaciones característicos para una identi?cación sencilla. Nuestro cerebro se sentirá “más cómodo” en un sitio que reconoce con facilidad. Si acabamos de llegar a un lugar que no conocemos, estamos cansados del viaje y no nos apetece investigar dónde comer, probablemente acabemos en uno de estos locales: sabemos qué pedir, qué esperamos del restaurante y cómo nos vamos a sentir allí.
Y tendrán detalles especiales para los niños, ya sean regalos, zonas de juego o ambas cosas. El éxito está garantizado. Es con los pequeños con quienes tenemos que tener un cuidado especial. En muchas ocasiones asociamos ir a estos centros en momentos de ?esta uniendo la celebración a la necesidad de consumir comida rápida y ultraprocesada. Además, es posible que luego sea más complicado volver al consumo de alimentos sanos como las verduras, menos dulces, más ?brosas y que cuesta más masticar. Es importante que, con ellos, demostremos que acudir a estos establecimientos no constituye un premio, sino una opción esporádica y que la comida saludable es el mejor hábito.
Si estamos en un local de comida rápida, ¿cómo actuar?
En el caso de ir a comer a una hamburguesería, tendremos que poner especial atención en lo que escogemos.
- Ternera mejor que pollo. Si comeremos una hamburguesa, es mejor elegir ternera, salvo que podamos comprobar que el origen es 100 % pollo. Los nuggets o las hamburguesas de este ave son mezclas de carne de pollo separada mecánicamente con almidones y elaborada con el sobrante que queda en las carcasas del pollo tras el despiece. De ahí resulta una masa que, unida a saborizantes y almidones, podrá adoptar la forma deseada.
- Evita los rebozados. En muchos de estos ?letes de pollo la cantidad de rebozado puede llegar a ser de hasta el 50 % del peso total del producto.
- Agua, por favor. Para beber, esta opción siempre será más correcta que la del refresco azucarado. Si unimos estos últimos al resto del menú, estaremos complicando más nuestra ingesta calórica.
- No caigas en la tentación del menú grande o gigante. El incremento monetario es poco, pero la dispersión de densidad calórica aumenta mucho la cantidad que vamos a comer.