En general, la alimentación de los españoles, niños incluidos, deja mucho que desear. Para comprobarlo, solo hay que mirar los resultados del estudio ANIBES realizado en nuestro país entre los años 2015 y 2017. Este informe apunta cuáles son los grupos de alimentos más consumidos en las diferentes franjas de edad. Y, en esta ocasión, refleja que los alimentos insanos encabezan la lista de nuestras preferencias. Sin embargo, cuando alguien pregunta con qué frecuencia los consumimos, la respuesta es: “ocasionalmente” o “de vez en cuando”. ¿Qué significa esta expresión? ¿Qué implica en el ámbito de la salud y la alimentación?
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Según el estudio ANIBES, entre los 9 y los 12 años de edad, los tres alimentos protagonistas son el pan, la bollería y la carne. En el grupo de adolescentes (de 13 a 17 años) sucede casi lo mismo, salvo que la carne sube al segundo puesto y la bollería queda en el tercero. Esto significa que las recomendaciones nutricionales más actuales brillan por su ausencia: faltan las frutas y las hortalizas en el podio de los alimentos más consumidos, mientras que reinan la bollería y la repostería, un grupo de alimentos que tendría que ser de ingesta muy ocasional.
La bollería -o repostería- protagoniza las preferencias alimentarias de adolescentes y preadolescentes. Los otros dos compañeros en lo alto de la clasificación no pueden considerarse como «insanos» de manera genérica (aunque el pan blanco y las carnes rojas no son precisamente «inocentes»), pero tampoco deberían estar en ese podio, en el que se echa tan en falta a las frutas, verduras y hortalizas.
Esto sucede en la alimentación de los niños y los adolescentes. Pero ¿qué ocurre en la de sus padres? ¿Los adultos también ingieren tanto pan y bollería? Pues resulta que sí. El estudio desvela que el pan sigue ocupando el primer puesto, mientras que la bollería o pastelería, el quinto, por delante de los lácteos, las verduras y hortalizas y los pescados y mariscos. Y esto tampoco deja en muy buen lugar a quienes toman las decisiones a la hora de comprar alimentos para todo el núcleo familiar.
El consumo ocasional
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La epidemia de sobrepeso y obesidad afecta, aproximadamente, al 60% de la población española. Aunque hay más de cien factores conocidos relacionados con esta realidad, este artículo se adentra en uno de los que menos se han estudiado: la complacencia inadvertida o infravalorada de la ingestión de productos insanos. ¿Qué significa esto? Que, además de comer alimentos poco saludables con más frecuencia de la debida, se justifica ese consumo, en ocasiones, de manera inconsciente.
Y tenemos frases para ello; expresiones que decimos con mucha frecuencia delante del pediatra, del dietista-nutricionista o del médico de familia correspondiente, para matizar e intentar explicar su contenido. A modo de ejemplo, esto es lo que sucede en una conversación habitual en las consultas:
-¿Cada cuánto toma su hijo golosinas?
-No crea, solo esporádicamente.
-Bueno, menos mal… ¿Cada cuánto come el niño pizza industrial?
-Pocas veces, los viernes por la tarde.
-Entiendo… ¿Y cada cuánto toma cruasanes o ensaimadas u otro tipo de bollería?
-Bueno, en casa de la abuela, cuando lo dejo alguna vez, porque trabajo. Pero solo dos veces a la semana.
-Comprendo… ¿Cada cuánto come el niño ganchitos o patatas fritas de bolsa?
-Al salir de la piscina, como ha hecho mucho deporte, me gusta recompensarle con una bolsita que compro en el bar de las mismas instalaciones.
-Ya, ya… ¿Cada cuánto le dan natillas de chocolate o un flan?
-¡Hombre! Todos los fines de semana. ¡Hay que vivir con alegría!
-¿Y cada cuánto bebe leche chocolateada?
-Casi cada día, porque los lácteos ayudan a crecer y tienen mucho calcio.
-¿Cada cuánto toma nuggets y refrescos?
-Cuando está con su padre, los domingos por la tarde, mientras ven el partido.
Si se analiza esta conversación y se cuenta cada ocasión en la que se ingieren productos insanos (pero atractivos y sabrosos), salen unos 8 o 9 productos por semana, que no son recomendables. Por tanto, la expresión «de vez en cuando» -y otras similares expuestas más adelante en este artículo- tiene una errónea interpretación que juega en contra de la salud. Al final de la semana resulta que no hay día en el que no se haya comido uno o dos productos insanos.
La famosa locución «de vez en cuando» no es la única. Hay muchas otras expresiones que cumplen la misma misión: con moderación, solo un día especial, con poca frecuencia, de manera aislada, ocasionalmente, algún día suelto, alguna ocasión especial, algún día señalado, de manera eventual, de forma puntual, esporádicamente, de manera casual, de modo fortuito, de manera muy espaciada, un día es un día… La lista es extensa y seguro que falta alguna.
Comer despacio: el placer y la saciedad
La semana se ha constituido como una medida, a todas luces errónea, de la frecuencia con la que las personas nos autoengañamos para obtener una recompensa alimenticia que olvidamos rápido, en cuanto pasan una o dos horas. De ahí que uno de los objetivos principales de muchos programas de psiconutrición sea comer de manera consciente. Es lo que ahora se llama «mindful eating» o «alimentación consciente» o «comer con atención plena».
El mindful eating consiste en comer con tranquilidad, muy despacio, masticando y saboreando pequeños trozos para apreciar el olor, la consistencia, la textura y la temperatura del alimento, además de disfrutar de una buena conversación con amigos o familiares, dejando los cubiertos en la mesa entre bocado y bocado para ralentizar todo el proceso. Es decir, lo que siempre se ha hecho, antes del advenimiento del modo estresante de vivir actual.
La búsqueda de la saciedad es también un objetivo importante. Y para ello se recomienda que la base de la alimentación sean los vegetales, ya que, además de sus propiedades intrínsecas saludables, contienen abundante agua y fibra y suponen un poder calórico escaso en relación a su volumen, lo que contribuye a tener la agradable sensación de sentirse saciados. Si uno es consciente de todo lo que ingiere, no podrá engañarse a sí mismo o, lo que es peor, a los hijos, repitiendo bollería (las galletas lo son) u otra comida insana casi cada día.
Hay bases fisiológicas en el mecanismo de la digestión que explican de forma evidente el porqué comer lentamente ayuda a sentirse saciado, de manera complementaria a la calidad y cantidad de lo que se come. La producción de grelina, hormona que anima a comer, tiene unos niveles mantenidos durante cerca de 20 minutos, tras los picos producidos en varios momentos del día, y comienza a decrecer a partir de ese momento. Por lo tanto, si se come rápido, no se da tiempo a que disminuyan dichos niveles, de tal modo que uno no se siente ni repleto ni saciado, a pesar de haber comido lo suficiente.
Ante la realidad obesogénica que nos circunda, el significado de la expresión «de vez en cuando» debería ser «una vez al mes» (no «una vez a la semana»), sin que esto sea obligatorio, claro, pues hay miles de personas que no prueban nunca alimentos insanos y pueden ser igual de felices que los que los toman. La felicidad no está en la comida, aunque es lógico encontrar placer en satisfacer una necesidad tan primaria.