El sol, al tiempo que dora la piel, dota de vitamina D al cuerpo, pero también su exposición tiene cierto efecto oxidante que debe combatirse con nutrientes. Estos se pueden encontrar al calmar la sed, alimentarse e hidratarse, una combinación perfecta y posible con bebidas refrescantes naturales en forma de zumo, sorbete, granizado y polos. El siguiente artículo se adentra en un mundo de ideas tradicionales e innovadoras, que reconoce el valor de una sencilla limonada casera, a la vez que alcanza altos niveles de sofisticación con un granizado de tomates aliñados.
Limonada de apio, innovación para beber
La jarra de limonada fría con unas hojitas de hierbabuena es un símbolo de frescura veraniega. Su preparación es sencilla y, si bien cada uno tiene su propia receta de limonada, la base siembre debe ser el agua y el limón. Conviene limitar la cantidad de azúcar y no buscar en este refresco casero un sabor dulzón. Resultará más saludable y refrescante, si se potencia su sabor ácido y vegetal.
Por otra parte, la limonada inspira la creación de otros refrescos siguiendo la tendencia de conservar el nombre y cambiar todo lo demás. ¿Qué tal si se realiza con apio y pepino? Solo hay que atreverse y licuar ambas verduras, añadir agua, el zumo de un limón y una pizca de pimienta. Rota la tradición, se puede probar a inventar limonada con la zanahoria mezclada con naranja o con jengibre con cierto punto picante. Al final, se trata de replicar la imagen de la jarra fría, con una bebida que calma la sed y revitaliza mucho más que cualquier refresco con gas y, por supuesto, que zumos artificiales cargados de azúcar y aditivos.
Los sorbetes, la bebida sólida
La bebida puede tomar también forma de sorbete, una fórmula con 85%-90% de agua en su composición. Consiste en pelar las frutas y triturar la pulpa hasta obtener un puré al que agregar agua. Se cuece también una mezcla de agua y azúcar hasta lograr un almíbar ligero. En un recipiente, se mezcla el puré de frutas con el almíbar y se deja reposar en el congelador. Es esencial que cada 30 minutos se remueva la mixtura para obtener la consistencia típica de un sorbete y evitar un congelado uniforme. El almíbar se puede conseguir también con gelatina.
Si el almíbar se limita a lo mínimo, el contenido energético del sorbete tan solo ronda las 70 calorías por cada 100 mililitros. En su elaboración no se emplean materias grasas (a diferencia de los helados cremosos), por lo que esta bebida no aporta grasa ni colesterol. Para las personas mayores y los niños, los sorbetes son una fórmula muy efectiva de hidratación y consumo de fruta.
El sorbete más conocido es el de limón. Con él, los árabes diseñaron esta manera «sólida» de beber, pero también se puede hacer de piña, sandía, kiwi, fresas o mandarinas.
Y, de nuevo, se puede evolucionar de lo clásico, copiar la fórmula y sustituir la base de frutas por ingredientes muy distintos. Un sorbete de aceitunas negras, de tomate, de cuajada o, incluso, de leche de coco o de té verde. ¿Por qué no?
Los granizados, frutas heladas
En un paso más allá del sorbete se llega al granizado. Aquí ya no se enfría el agua afrutada hasta conseguir la textura característica pulposa. Ahora se trata de congelar la mezcla y romper en miles de trocitos el hielo mixturizado. Con los granizados, como sucede con las limonadas y los sorbetes, hay que tener cuidado con la cantidad de azúcar que se emplea. Se tiende a añadir demasiada o realizar un almíbar excesivo. No es necesario, no mejora el sabor. Las frutas aportan su propio azúcar, la fructosa, por lo que siempre tendrá dulzor.
La textura idónea del granizado se logra con una heladera, pero si se carece de ella también se puede emular. Consiste en verter el zumo de fruta, agregar un poco de azúcar, añadir una gran cantidad de hielos y triturar en una batidora hasta conseguir una mezcla granulada, helada y con el sabor elegido. Hay que acertar con las cantidades y servirlo listo para tomar, pues el zumo se deshiela y la combinación tiende a aguarse.
Como con las otras fórmulas, el granizado puede confeccionarse con base que no sea fruta: con el zumo de tomates aderezado a las finas hierbas, o de té, de café o de turrón. Se trata de hacerle un espacio entre las sopas frías, si bien la importancia de estas radica en lograr la mayor cantidad y calidad de alimentos a cucharadas, mientras que el granizado (como el sorbete y la limonada) persigue ingerir mucha agua y muchas porciones de fruta.
Los polos de hielo caseros fueron durante un tiempo la única fórmula con la que un niño con diabetes podía disfrutar de una golosina helada. La idea es una gran alternativa, económica y atractiva para todos. Bien con forma de helado de hielo, o rellenando bolsitas alargadas que se encuentran en los lineales de los establecimientos comerciales, se trata de acumular en el congelador la mejor respuesta al recurrente “mamá, tengo hambre”, que en realidad significa “mamá, me aburro”.
La receta permite todo tipo de frutas. Solo hay que hidratar la gelatina o el agar-agar en un vaso de agua, exprimir la fruta, calentar el vaso con la gelatina hasta que esta se deshaga, juntar con el agua y el zumo (y un poco de azúcar, si no se puede evitar), y al congelador. Si se ha optado por el polo de palo, a las cuatro horas, en mitad de la congelación, se introduce el palo del polo para que se quede centrado.