El mensaje sobre el contenido en fibra que aparece en el envoltorio de muchos productos podría ser revisado si se cambia la definición de lo que se considera fibra. Actualmente, el comité de nutrición y alimentos para usos dietéticos especiales del Codex Alimentario está redefiniendo qué es la fibra. Si se adopta una nueva definición, los suplementos que incorporan análogos de fibra, como el almidón resistente (polisacáridos de cereales, legumbres o castañas) y oligosacáridos podrían tener que ser evaluados independientemente, ya que no entrarían en el paquete conjunto de lo que hasta ahora se ha venido llamando fibra.
Actualmente existe una definición de fibra que en los últimos años se ha venido discutiendo la necesidad de modificar para adaptarse a las nuevas circunstancias. Una de esas circunstancias es que los trabajos epidemiológicos que demuestran que la fibra es beneficiosa para la salud se basan en dietas que contienen frutas, vegetales y cereales en grano. Y hay compuestos que actualmente se consideran fibra sobre los que no hay la misma evidencia de efectos saludables.
Según los expertos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y de la Organización Mundial de la Salud (OMS) la definición de fibra debería estar más claramente vinculada a los vegetales, frutas y granos de cereales. De ahí que la última definición propuesta, dada a conocer a lo largo de una reunión el pasado año en Ginebra, es la que dice que fibra dietética son «los polisacáridos intrínsecos de las paredes celulares de las plantas». De esta forma, dicen los expertos, la fibra dietética se define como el componente natural de la comida, sin necesidad de más criterios añadidos.
Una propuesta anterior compleja
Los expertos manifiestan que no hay evidencia suficiente de los efectos saludables de análogos de fibra usados en suplementos
La otra definición propuesta anteriormente para definir la fibra es bastante más compleja. Dice que la fibra dietética son polímeros carbohidratos con un grado de polimerización no menor que 3, que no son digeridos ni absorbidos en el intestino delgado. Un grado de polimerización no menor de 3, dice la definición, supone la exclusión de los mono o disacáridos. La fibra dietética puede consistir en uno o más de los siguientes elementos: polímeros carbohidratos comestibles que se dan de forma natural en los alimentos; o bien los polímeros carbohidratos que se han obtenido de los alimentos como materia prima mediante métodos físicos, enzimáticos o químicos; o polímeros carbohidratos sintéticos.
La definición incluía también que las propiedades de la fibra son la disminución del tránsito intestinal y el incremento del volumen de las heces, que es fermentable por la microflora, que reduce los niveles de colesterol total y del considerado negativo (LDL), y que reduce la glucosa postandrial y los niveles de insulina.
Sin embargo, esta definición puede incluir muchos compuestos, por lo que el comité del Codex advertía que, de usarse esta definición, habría que considerar que si la fibra no proviene de plantas (hay algunos espesantes y gelificantes que son polisacáridos, se consideran fibra pero tienen un origen animal) habría que tenerlo en cuenta a la hora de establecer el etiquetado, ya que los consumidores normalmente interpretan que la fibra tiene un origen vegetal. Otro aspecto que se debía considerar es que los efectos fisiológicos citados pueden variar entre los diferentes compuestos considerados fibra.
La última propuesta
Pero meses más tarde, en la citada reunión de expertos en Ginebra, en julio de 2006, expertos de la FAO y de la OMS propusieron la nueva definición que resume fibra como los polisacáridos intrínsecos de las plantas. «Esta aproximación es preferible a la determinación de todas las componentes individuales de los materiales celulares de las plantas, lo que no es práctico y no incorporaría el mensaje nutricional que se ofrece al centrarse en el hecho de que son polisacáridos de vegetales», dice el borrador de la propuesta, dada a conocer el pasado enero y que debía recibir comentarios hasta el pasado marzo.
Por otro lado, los expertos manifiestan que no hay evidencia suficiente de los efectos saludables de análogos de fibra usados en suplementos, y que la evidencia epidemiológica de los efectos beneficiosos de la fibra no pueden ser extrapolados a estos suplementos.
Andreu Palou, miembro de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, en sus siglas inglesas) y profesor de la Universidad de les Illes Balears, explica que el gran problema de la fibra es que se trata de un material muy diverso. «La conforman muchos tipos de polisacáridos, ligninas, fibras funcionales más o menos solubles o viscosas de origen diverso, acompañadas de otros componentes». Los efectos, añade, pueden variar de una fibra a otra y, por otro lado, los métodos analíticos no son muy refinados.
Si se adoptara la nueva definición, que hace énfasis en el aspecto de la fibra como los polisacáridos «intrínsecos de las células de los vegetales», otros compuestos como el almidón resistente, los oligosacaridos y los suplementos de fibra deberán ser evaluados para demostrar sus efectos beneficiosos sobre la salud y, de tenerlos, que estos puedan figurar por sus propios méritos.
Originariamente, en los años 70, la fibra se definió como «la parte del alimento derivada de las paredes celulares de las plantas que no son digeridas o son muy poco digeridas por los seres humanos», explica Andreu Palou, experto de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). Pero el conocimiento de que ciertos polisacáridos añadidos a los alimentos, principalmente hidrocoloides, podían tener efectos similares hizo que se redefiniera la fibra como los «polisacáridos y lignina que no son digeridas en el intestino humano». El abanico quedó así abierto a compuestos análogos a la fibra que no eran estrictamente de origen vegetal, ya que hay, por ejemplo, hidrocoloides que pueden tener origen animal.
Desde entonces, detalla Palou, se ha discutido mucho, tanto respecto a los efectos de diversos materiales que están incluidos en la definición como respecto a qué método de análisis es el más apropiado para la fibra, ya que según el método que se aplique algunos compuestos quedarían excluidos de la definición de fibra. En el año 2005, el Comité de Nutrición de los EEUU (U.S. Nutritition Board) estableció que «fibra dietética total» era la suma de dos tipos de fibra, la «fibra dietética», intrínseca de los vegetales, y la «fibra funcional», hidratos de carbono no digeribles aislados que se añaden a los alimentos por su efecto beneficioso. «La clave del tema es que mientras la fibra dietética se considera saludable de entrada, la funcional no», aclara Palou. Para que la funcional pueda considerarse parte de la fibra dietética total debe haber evidencia científica suficiente de su beneficio, y debe demostrarse caso por caso. «El interés de los productores de fibra funcional es que se tenga en cuenta este tipo de fibra que sería igualmente beneficiosa».
La propuesta de la FAO y la OMS va en la misma línea. Como en una historia de ida y vuelta, se trataría de volver a recuperar el espíritu original de la primera definición de la fibra, definida como producto intrínsecamente vegetal, y dejar que la fibra añadida, los suplementos que tienen análogos de fibra no estrictamente vegetales, o compuestos aislados y después añadidos, como el almidón resistente (que se extrae de cereales, legumbres o castañas) y otros oligosacáridos, puedan presentarse en las alegaciones de producto con sus propios méritos. Mientras tanto, cuando se habla de los beneficios de la fibra como un menor riesgo de exceso de peso, menor riesgo de diabetes tipo 2 y prevención de las enfermedades cardiovasculares, el consumidor hará bien en recordar que se trata de la fibra vegetal.