Los pedidos de comida a domicilio se han consolidado en España y ya forman parte de nuestro estilo de vida. En las principales ciudades, es una opción alimentaria al alza, sobre todo los fines de semana. Pero, antes de elegir, no debemos ignorar lo mejor y lo peor de la comida a domicilio. Y es que en muchos de estos pedidos nos decantamos por comida internacional, cuyos platos se acompañan de ciertas salsas. Pero… ¿sabemos qué contienen y qué nos aportan estas salsas que también encontramos en los supermercados? La dietista-nutricionista Beatriz Robles valora las cinco salsas más icónicas.
¿Qué lleva el guacamole casero?
Una de las salsas estrella de la comida mexicana, en plena efervescencia por la creciente demanda del aguacate, es el guacamole. Es una de las más saludables cuando el aguacate abarca más de un 95 % de su composición, pero hay que tener cuidado porque hay muchos productos que se venden como salsa de guacamole que no llevan nada de aguacate y, en realidad, están compuestos de harina refinada, aceites vegetales refinados, azúcares y almidón.
Para evitar sorpresas, merece la pena atreverse a hacer guacamole casero. ¿Cómo hacerlo? es muy sencillo, pues basta con pasar por el mortero o almirez (molcajete, en la acepción mexicana) los ingredientes de la receta original: aguacate con un poco de chile jalapeño, lima y, según los gustos del comensal, cilantro.
¿Cuáles son los ingredientes del kétchup?
Para muchos nutricionistas, esta salsa rica en licopeno (antioxidante naturalmente presente en el tomate), ha sido injustamente demonizada por su asociación con la comida basura.
La conveniencia vendrá en la información nutricional del envase. Si el segundo ingrediente es el azúcar en cualquiera de sus modalidades (sacarosa, jarabe de glucosa o de maíz), debemos evitarlo. Pero si vemos en la lista de ingredientes del kétchup que el azúcar ocupa los últimos puestos, puede ser una buena opción para consumo ocasional.
¿Es saludable la salsa de queso?
La emulsión de queso cheddar, mantequilla y maicena constituye una institución en las cenas de sofá en las que disfrutar con amigos y una de las salsas preferidas para mojar el picoteo. Conviene vigilar la frecuencia con la que se toma.
Es una salsa que conviene descartar, casi siempre de malísima calidad. Suele llevar muy poca cantidad de queso y una alta proporción de harinas refinadas, aceites refinados, sal, azúcar y almidones.
Salsa de yogur
Esta salsa blanca se puede utilizar para carnes, como kebabs y con verduras, platos a los que proporciona mucha frescura. Las salsas industriales suelen estar hechas con ingredientes de poco valor nutricional, con alto contenido en sal. Parece que el reclamo del yogur las hace más saludables, pero normalmente el contenido en este ingrediente es mínimo.
Pero no hace falta tener una estrella Michelin para hacerla nosotros mismos en pocos minutos, evitando ingredientes desfavorables. ¿Cómo? Solo hay que mezclar en la batidora yogur natural con ajo, limón, un poco de mayonesa, comino, curry, una pizca de sal y azúcar.
Salsa de soja
Con sus dos variantes, dulce y salada, es una de las salsas favoritas por los comensales, utilizada para pasta, verduras, pollo…
Sobre la versión dulce, su ingrediente principal es el azúcar. También cuenta con una altísima proporción de sal, hasta los 7 g/100 ml. Cualquier alimento que supere los 1,25 g sal por 100 gramos se considera muy alto en sal y, por lo tanto, no hay que excederse (aunque, al tratarse de una salsa, las cantidades de ingesta suelen ser reducidas).
Como era de esperar, en la versión salada la proporción se dispara: hasta 10 y 17 g/100 ml. Las calidades son muy variables, y las peores suelen incorporar también azúcar.