El pescado es, a menudo, protagonista de muchas noticias en los medios de comunicación. Los mejillones, el atún rojo o el salmón ocupan con frecuencia los espacios informativos. Y el motivo, sobre todo, gira en torno a la contaminación del mismo. Sin embargo, desde hace unos meses ha empezado a ganar importancia un nuevo tema: la sostenibilidad. Cada vez interesa más que el pescado que se consume sea sostenible, además de sano y sabroso. En este artículo se tratan distintos enfoques sobre la sostenibilidad del pescado y se explica qué se puede hacer como consumidor de pescado más sostenible.
Cómo evaluar si un pescado es sostenible
Cuando se habla de pescado, la sostenibilidad puede enfocarse desde distintos puntos. Entre ellos, están los siguientes:
- Extinción de especies. La pesca es tan masiva en algunos tipos de pescado que no da tiempo a que las poblaciones remonten y alcancen ciclos reproductivos completos. Hay especies al límite, como es el caso del atún rojo. Seguro que también vienen a la memoria las campañas de «Pezqueñines, no gracias» de los años 80, que luchaban contra la pesca indiscriminada de peces jóvenes que aún no habían llegado a la edad reproductiva; si se pescaban, peligraba la renovación de generaciones de pescado en nuestras aguas.
- Contaminación por metales pesados. El vertido de residuos al mar y el exceso de tráfico marino movido con combustibles fósiles contamina las aguas, y esa contaminación se acumula en los animales que en ella viven. Cuanto más grasos y más grandes, mayor cantidad de tóxicos hay en su carne, sobre todo si son depredadores de otras especies. Existe, de hecho, una advertencia sanitaria para niños y embarazadas respecto al consumo de grandes pescados azules por este motivo.
- Tipo de pesca. Pescas de arrastre que arrasan el fondo marino, redes que arramblan de forma indiscriminada con todo tipo de animales y plantas que luego, ya muertos, se tiran de nuevo al mar… Son los llamados «descartes». Los océanos no podrán soportar mucho tiempo más el ritmo actual de pesca, la biodiversidad de los mares se resentirá de forma irremediable si no cambiamos el método productivo.
- Y aunque no tiene que ver con la sostenibilidad (al menos, directamente), no se debe olvidar otra realidad de la que también debiéramos hacernos responsables:condiciones de cría y captura crueles. Hay muchos peces que son criados en condiciones más que mejorables. Existen crueles matanzas de cetáceos, así como capturas de peces que agonizan con sufrimiento durante largo tiempo, llegando incluso a preocupar a la Comisión Europea, ya que no hay ley que regule el trato que se les da.
Una apuesta por el consumo responsable
Frente a todo ello, tenemos como consumidores una responsabilidad. Si deseamos consumir pescado, deberíamos hacerlo bajo criterios de sostenibilidad y, preferiblemente, no apoyando el producto que proviene de un tipo de pesca que está esquilmando las aguas.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en su Código de Conducta Para una Pesca Responsable, ya alertaba desde 1995 del problema creciente. Como es comprensible, en 2017 la urgencia es aún más imperante, dado que poco se ha hecho por corregir esta situación. En 2000, el mismo organismo internacional publicaba los indicadores para una pesca sostenible. Pero, casi 20 años después, el problema no mejora.
Organizaciones ecologistas como Greenpeace o WWF no se cansan de llamar a la responsabilidad con el consumo de pescado.
Qué podemos hacer los consumidores
Dos cosas están en nuestra mano hacer, si queremos ser consumidores de pescado más sostenible:
- Comprar pescado de temporada. En esta guía se pueden ver las especies más apropiadas mes a mes. Y en esta otra guía está la opción de buscar por especie y ver los consejos para cada una.
- Al comprar pescado, hay que asegurarse de que cumple criterios de pesca sostenible: la etiqueta o cartel que identifique el pescado fresco debe indicar el origen y el arte de pesca. Esto permite elegir pescado local (o, al menos, lo más cercano que se pueda si vivimos alejados de la costa) y descartar los pescados con redes de arrastre, por ejemplo.
Son medidas sencillas y están a nuestro alcance. Como consumidores, solo hay que ser conscientes de qué métodos de producción queremos apoyar y cuáles no, y obrar en consecuencia. Por el océano de hoy y, sobre todo, por el de mañana.