La posibilidad de comer con mesura los alimentos preferidos, por lo general calóricos, puede ayudar a seguir una dieta de adelgazamiento. Las preferencias alimentarias y el valor de refuerzo, es decir, la motivación que se tiene para obtener los alimentos más deseados, son dos factores determinantes en el control y aumento de la obesidad.
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Conocer las distintas fórmulas para disminuir el valor de refuerzo de los alimentos poco saludables es determinante para perder peso de manera controlada o, al menos, para no recuperar los kilos que se han bajado. Diversos estudios analizan las consecuencias de comer una porción del alimento preferido durante varias semanas consecutivas. Investigan si este hecho afecta a su valor de refuerzo, es decir, si se mantiene, disminuye o aumenta su apetencia. Es un aspecto relevante para el control del apetito y de la ansiedad por comer lo que más gusta, dos sensaciones que experimentan algunas personas al seguir una dieta de adelgazamiento.
Valor de refuerzo
Para ciertas personas, las golosinas son una tentación difícil de resistir. Las comen todos los días. A otras les ocurre lo mismo con una pastilla de chocolate, que ingieren siempre después de comer, como si fuera un ritual. Hay quienes confiesan una afición desmesurada por las pipas u otros frutos secos y no se sienten satisfechas si no los comen a diario. Cuando la porción que se ingiere es pequeña, la cantidad no tiene gran trascendencia. El problema surge cuando el pensamiento de no poder comer esos productos siempre que se desea genera ansiedad, un estado que se repite de manera habitual cuando se sigue una dieta.La clave está en diferenciar entre privación total y moderación en el consumo
Poner límites estrictos en la ingesta de los alimentos más deseados puede ser contraproducente, aunque no es una pauta de conducta igual para todas las personas que hacen dieta. La clave está en diferenciar entre privación total y moderación en el consumo.
Los psicólogos advierten de que la privación puede aumentar el valor de refuerzo de un comportamiento. Por analogía, la privación del alimento preferido es una condición que puede incrementar el valor de refuerzo por conseguirlo y, a su vez, generar más ansiedad. En general, la saciedad de respuesta reduce el valor de refuerzo de un comportamiento, igual que la saciedad de un alimento disminuye la motivación por consumir una cantidad mayor.
En un ensayo realizado desde la División de Medicina Conductual del Departamento de Pediatría, en la Universidad de Buffalo (Nueva York), publicado en 2008, se analizó el valor de refuerzo hacia los alimentos preferidos. El equipo médico ofreció a un grupo de personas con un peso normal la posibilidad de comer su snack favorito cada día durante dos semanas. Los participantes sintieron que el aperitivo, tan deseado en un primer momento, perdía interés de manera progresiva. Les gustaba menos y mostraban menos satisfacción al comerlo.
Preferencias poco sanas
El mismo equipo médico hizo público el pasado mes de agosto otro ensayo con características similares. Esta vez, analizó también el comportamiento de un grupo de personas obesas. El propósito del estudio, publicado en «American Journal of Clinical Nutrition», fue examinar las consecuencias en el valor de refuerzo de diferentes tamaños de snacks. El equipo pidió a 31 personas obesas y 27 no obesas que clasificaran una serie de alimentos ricos en caloría (patatas fritas, caramelos, galletas, helados y otros aperitivos dulces y salados), según sus preferencias personales y su frecuencia de consumo.Los expertos comprobaron el valor de refuerzo de cada una de las personas voluntarias hacia su alimento preferido: se les invitaba a superar pruebas para obtener puntos y ganar, mediante el juego, ese alimento.
A cada persona se le dio la posibilidad de ingerir 300 calorías diarias del snack elegido durante dos semanas, 100 calorías diarias o ninguna. Estas pautas trataban de reflejar normas de comportamiento conocidas. «Si un individuo trabaja por una porción de pizza como recompensa y el tamaño de la porción se reduce a la mitad, duplicará el esfuerzo que está dispuesto a hacer para mantener la misma cantidad de pizza», asegura el estudio «Food Reinforcement and Eating: A Multilevel Analysis».
Al analizar los resultados se comprobó que todas las participantes, obesas y no obesas, perdían interés tras consumir 300 calorías diarias durante dos semanas. En cuanto al valor de refuerzo, se perdió entre las mujeres no obesas, pero aumentó entre las obesas, quienes, con desgana, se esforzaban todavía por conseguirlo. A las mujeres que consumieron 100 calorías diarias, el snack les dejó de apetecer, pero no afectó a su valor de refuerzo: ni aumentó, ni se redujo.
Estos resultados sugieren que las mujeres obesas y quienes no lo son responden de manera diferente a la ingesta diaria de los alimentos deseados. Este mecanismo quizá no sea viable para reducir el refuerzo de los alimentos preferidos en quienes sufren obesidad. No obstante, como demuestran otras investigaciones, les puede servir para reducir la ansiedad por comer más cantidad y conseguir un mejor seguimiento de la dieta de adelgazamiento.
Diversas investigaciones en neurobiología muestran la imagen del cerebro que controla la conducta alimentaria humana como una red de neuronas que incluye partes de la corteza cerebral, el hipotálamo, el tálamo y el sistema límbico. Esta red conecta las regiones del cerebro que dominan la percepción de las sensaciones y de los sabores (la corteza), con las que influyen en el refuerzo del valor de los alimentos (el sistema límbico) y las que regulan el apetito, el peso corporal y el balance energético (el tálamo y el hipotálamo).
La simple acción de comer, o tan sólo pensar en la comida, activa la liberación en unas neuronas de neurotransmisores, mensajeros químicos del organismo, relacionados con experiencias agradables. Uno de estos neurotransmisores es la dopamina, considerada el principal neurotransmisor involucrado en el valor de refuerzo de los alimentos, aunque los mecanismos de acción todavía se discuten.
Se sabe también que el azúcar y, por ende, los alimentos azucarados y dulces, tienen efectos fisiológicos positivos, como la sensación de placer que se experimenta al comerlos, ya que aumenta la concentración de dopamina.