La prevalencia actual del sobrepeso y la obesidad ha alcanzado cifras preocupantes. Una circunstancia destacada es el caso de las mujeres que deciden quedarse embarazadas. Sobrepeso y obesidad son enfermedades que cursan con importantes alteraciones metabólicas que influyen tanto en la salud de la madre embarazada, como en el desarrollo del feto. Antes de la concepción, durante la gestación e, incluso, tras el parto, la evolución metabólica del recién nacido puede resultar afectada por el estado nutricional de la madre previo a la concepción y durante el embarazo (incluido el peso y la ganancia del mismo en este periodo). Por tanto, en términos de salud pública, el peso de la madre antes y durante la gestación afectará a la salud de las próximas generaciones. Numerosas instituciones y sociedades científicas enfatizan la necesidad de aportar un adecuado consejo para las mujeres en edad fértil desde una perspectiva previa al embarazo, o entre embarazos, con el fin de minimizar las posibles complicaciones derivadas del sobrepeso u obesidad.
Sobrepeso, fertilidad y concepción
El 18,01% de las españolas entre 18 y 24 años tiene sobrepeso u obesidad. En la franja de edad entre 25 y 44 años, este porcentaje asciende hasta el 33,9%, es decir, afecta a una de cada tres mujeres, según datos de la última encuesta europea de salud (2009) facilitados por el Instituto Nacional de Estadística. Esta situación podría tener consecuencias negativas para sus expectativas en el momento de quedarse embarazadas.
La fertilidad, entendida como la posibilidad de que una mujer se pueda quedar embarazada, depende de numerosos factores hormonales que están, a su vez, en relación con el tejido adiposo. Esta relación se puede entender con facilidad cuando se comprende que entre las múltiples funciones de este tejido se incluyen las relativas a la producción y regulación de las hormonas sexuales. En diversos estudios realizados en mujeres con distinta situación ponderal, los niveles medidos en sangre tanto de andrógenos como de estrógenos (hormonas sexuales) guardaron relación con la cuantificación de su masa grasa. Además, la resistencia a la insulina (circunstancia previa a la diabetes) es un factor que reduce la fertilidad. La conexión entre obesidad y resistencia a la insulina está muy bien establecida.
Se han detectado múltiples asociaciones entre la obesidad en la adolescencia y en mujeres jóvenes y determinadas alteraciones del ciclo hormonal femenino, tales como amenorrea, oligomenorrea (ciclos irregulares) y ciclos menstruales largos. En conjunto, todas estas circunstancias alteran la fertilidad femenina y, por tanto, la posibilidad de quedarse embarazada. En relación con estas circunstancias, cierta evidencia indica que, cuando una mujer toma esta decisión, el tiempo que tarda en conseguirlo es mayor en el caso de quienes padecen obesidad, que entre quienes mantienen un peso adecuado.
A modo de ejemplo, se estima que el 25% de la infertilidad ovulatoria de las mujeres estadounidenses es atribuible al sobrepeso u obesidad. Esta infertilidad también se detecta entre las mujeres sometidas a técnicas de reproducción asistida. En estos casos, en las mujeres obesas, se confirmaron peores tasas de implantación del embrión, menos casos de intervenciones satisfactorias (embarazos) y más complicaciones entre quienes sí consiguieron quedarse embarazadas.
Exceso de peso y perspectivas durante el embarazo
Conviene distinguir tres momentos claves relativos a la maternidad, en los cuales el exceso de peso puede resultar un inconveniente para la salud:
Complicaciones para la embarazada. La gestación, desde su inicio, implica una amplia reorganización del estatus hormonal que mantiene una mujer que no está embarazada. En las mujeres con sobrepeso u obesidad previa al embarazo (con alteración del metabolismo de la glucosa y/o de los lípidos), estos cambios hormonales suponen un aumento del riesgo de sufrir importantes complicaciones, como la diabetes gestacional y la preeclampsia. En relación con las mujeres embarazadas con un peso adecuado, el riesgo de sufrir diabetes gestacional se duplica en el caso de quienes tienen sobrepeso y se llega a multiplicar por ocho entre quienes padecen obesidad severa, con Índice de Masa Corporal igual o superior a 40.
Por su parte, el riesgo de preeclampsia es doble en las mujeres con sobrepeso previo al embarazo (IMC de 25 a 30) y triple, con obesidad (IMC superior a 30) frente a quienes registran un peso normal previo. Además, parece que ambos trastornos están relacionados entre sí, de forma que las mujeres que padecen diabetes gestacional incrementan el riesgo de sufrir preeclampsia durante su embarazo.
Inconvenientes en aspectos relativos al parto. Los alumbramientos mediante cesárea son más frecuentes entre las mujeres con índices de masa corporal crecientes. Se alcanza un 30% de nacimientos por cesárea entre las mujeres con IMC menor de 30, un 34% en el caso de mujeres con IMC entre 30 y 35, y un 48% cuando el IMC de la madre está comprendido entre 35 y 40. Además, tras la cesárea, las mujeres con exceso de peso sufren más complicaciones, como infecciones, tromboflebitis, hemorragias o endometritis postparto, que otras cuyo peso es normal. En las mujeres con IMC más altos, aumenta el riesgo de sufrir anemia postparto.
- Los bebés nacidos de madres con exceso de peso. Una de las características más destacadas de los recién nacidos de madres con exceso de peso es el aumento de la probabilidad de alcanzar un tamaño (y peso) mayor que el correspondiente a su edad gestacional. La incidencia de bebés macrosómicos (peso al nacer superior a 4 Kg) es mayor cuando la madre tiene exceso de peso, una situación más frecuente cuando ésta ha desarrollado diabetes gestacional. Entre los recién nacidos de madres con exceso de peso, hay una mayor proporción de defectos congénitos: en el tubo neural, espina bífida, hendiduras en el labio superior y/o paladar, hidrocefalia o anormalidades cardiacas, entre otras, que en mujeres con peso adecuado. Estos hallazgos sugieren, para algunos autores, que el exceso de adiposidad materna afecta de forma negativa el desarrollo del feto.
El planteamiento de estrategias saludables para perder peso, que sean duraderas y permanentes, es la herramienta principal para afrontar con mayor garantía de éxito un futuro embarazo. Los programas de pérdida de peso en los cuales la salud no se compromete han de afrontarse con suficiente antelación a la fecha en la que se prevea quedarse embarazada. Por un lado, el embarazo es una situación cuyas características implican una demanda incrementada de muchos nutrientes. Además, durante este periodo, el cuerpo de la madre también se prepara para el posterior amamantamiento.
Estas circunstancias invitan a que no se deban afrontar dietas ni regímenes extremos que comprometan el correcto aporte de nutrientes al feto. Por otro lado, el embarazo conlleva, en general, algunas alteraciones relativas a las tolerancias alimentarias de la madre o sus apetencias, que pueden condicionar la voluntad de seguir una dieta adecuada. En cualquier caso, para resolver dudas, conviene ponerse en manos de médicos y dietistas-nutricionistas, los profesionales adecuados para ello.