El frío de los meses de invierno nos hace vulnerables a coger catarros, constipados y tiritonas, e influye también en nuestra forma de alimentarnos. Nos invita a sustituir unos alimentos por otros, y al mismo tiempo variamos la forma de preparlos. En verano, el gazpacho es refrescante y sabroso; en invierno, la sopa entona el cuerpo.
Cuando se trata de los más pequeños, su apetito también se altera ya que muchos días llegan a casa destemplados y con pocas ganas de comer. Para combatir el mal temple, en muchos hogares, y durante los días fríos de invierno, resulta común comenzar las comidas o las cenas con un caldito o una sopita caliente. Y el acerbo popular nos trasmite que estas sopas son muy nutritivas, pues la carne o el pescado que se ha utilizado como ingrediente para el cocido, proporciona al caldo, además de sabor, muchos nutrientes. Es cierto que los minerales y algunas vitaminas y proteínas solubles en agua pasan al líquido de cocción, pero no se enriquece tanto en nutrientes como popularmente se tiene idea.
Sopas nutritivas A los más pequeños, muchas veces les ofrecemos calditos o sopas para entonar su cuerpo, y aunque cumplen ese propósito y les hidrata a la vez, también se llena su estómago y les resta apetito para tomar otros alimentos. Y más en los niños que son malos comedores habitualmente.
Si queremos que una sopa resulte reconstituyente debe incluir alimentos vegetales como ingrediente mayoritario además de alimentos de origen animal (carne o pescado). Las verduras son alimentos con gran variedad de vitaminas y minerales, nutrientes con función tónica o reconstituyente.
Una vez cocidos todos los ingredientes se retira la carne o el pescado (que se pueden utilizar para elaborar sabrosas croquetas o albóndigas) y se baten las verduras junto con el caldo (o se dejan enteras, cortaditas en juliana para que el niño no las rechace). Se añade un chorrito de aceite de oliva virgen y una pizca de sal (optativo) y obtenemos un caldo concentrado en minerales y vitaminas. No obstante, este nutritivo caldo apenas tiene calorías, que las proporciona básicamente el aceite de condimento. De manera que si queremos convertirlo en un plato energético para nuestros pequeños, le agregaremos pasta fina (fideos, estrellitas…), arroz, sémola o patata cocida; todos ellos alimentos energéticos. Si además, la sopa incorpora un trozo de la carne o el pescado del cocido desmenuzado, huevo duro batido o rallado, tiras de jamón york o pavo; el plato se enriquece en proteínas, e incluso puede servir de plato único si el niño está inapetente.
– Sopa de ajo con nueces | |
– Sopa de ajo castellana con morcilla | |
– Sopa de gambas y fideos chinos |