Los alimentos que se escogen para cocinar una sopa consiguen que, además de saludable, sea también terapéutica. Junto a los caldos y las cremas, este plato es una opción reconfortante y reconstituyente, una circunstancia que se puede aprovechar sobre todo en los días de mucho frío, cuando una sopa caliente resulta más apetecible que una ensalada. Su preparación admite una amplia combinación de alimentos. En el caso de los vegetales, cuanto mayor sea la variedad, mayor será también la cantidad y el tipo de nutrientes.
Saciantes y energéticas
Elegir como primer plato una sopa, en la comida o en la cena, tiene mucho sentido si se sigue una dieta de adelgazamiento. El agua es el ingrediente más abundante y el que consigue además la sensación de saciedad al llenar el estómago. La fibra de los vegetales elegidos para la receta se suma a este efecto. Y la temperatura también ayuda, ya que los alimentos calientes sacian más que los fríos.
Las sopas, los caldos y las cremas destacan además por un bajo aporte energético y, por tanto, son recetas muy indicadas en los menús hipocalóricos, aunque resultan contraproducentes en la dieta de una persona inapetente, desnutrida o falta de energía. La sopa, si es poco energética, resta apetito para comer alimentos con más calorías y proteínas.
De las más de 140 recetas de sopas y cremas propuestas en el recetario de CONSUMER EROSKI, la mitad se consideran recetas ligeras, muy adecuadas en caso de sobrepeso y obesidad. La variedad es tal que se puede disfrutar del sabor de una sencilla sopa juliana con caldo de pollo, de champiñones, de borrajas o de puerros.
Para que sea un plato más energético, basta con añadir alimentos que aporten calorías en forma de hidratos de carbono (pasta para sopa, sémola, arroz, maíz, patata, legumbres) y de proteínas (trozos de carne, pescado o huevo). Algunas sugerencias de sopas más nutritivas incluidas en el recetario son la de gambas y fideos, pescado a la sidra, de ajo con migas de pan y huevo duro, de marisco con medallón de rape o cualquier crema de legumbres con garbanzos, guisantes, alubias o lentejas.
Las más diuréticas
Preparar una rica sopa diurética implica usar, además de ingredientes como la cebolla, el ajo y los puerros, que sirven de base, otras hortalizas y verduras que marcarán su sabor. Las verduras de hoja verde proporcionan ligereza y energía de expansión (para la eliminación de desechos) y, por tanto, son las más diuréticas. La lista es variada porque se puede elegir entre el apio, la col, el brécol o brócoli, los berros, toda clase de lechugas, las endibias, la escarola, las espinacas, la borraja, las judías verdes o los canónigos.La abundancia de agua y potasio y la escasez de sodio hace que los espárragos también cumplan con esta función depurativa. Se puede comenzar la comida con una sopa de acelgas y canónigos con calabaza, de brécol, de espárragos, de judías verdes o de borraja.
Sopas con valor mineralizante
Las hortalizas empleadas en la sopa y el agua son dos elementos ricos en minerales. Este valor aumenta si se añaden semillas, como las de sésamo, pipas de girasol o de calabaza (ricas en calcio, fósforo, magnesio) y frutos secos como las nueces o las avellanas. Las algas también se pueden utilizar como un ingrediente ocasional para reforzar el contenido mineral de estas recetas. Sin embargo, la abundancia en yodo de la mayoría de algas (arame, hiziki, kombu, etc.) hace que se recomiende un consumo esporádico, sobre todo, si se tienen problemas de tiroides o antecedentes personales de estos trastornos hormonales.El condimento más usado para reforzar el sabor de una sopa es la pastilla de caldo concentrado. El resultado es un plato con un gusto más intenso debido a la concentración de glutamato monosódico (E621), un aditivo cuya función es potenciar el sabor del alimento con la mínima adición de sal. Se necesita menos cantidad de aditivo para obtener una sensación de gusto equiparable a si se empleara únicamente sal como saborizante. La sopa sin glutamato no es sabrosa hasta que la concentración de sal no alcanza un 0,75%. Sin embargo, la misma sopa con glutamato es sabrosa con una concentración del 0,40%, casi la mitad.
En la cocina tradicional asiática, los derivados de la soja como el tamari (salsa de soja) y el miso son los condimentos más usados. Su valor añadido radica en que, además de proporcionar más sabor al plato, activan la digestión del organismo porque son alimentos fermentados. Su uso racionado (una cucharita por ración) resulta útil para quienes tienen el estómago delicado y sienten pesadez, hinchazón abdominal y flatulencia tras las comidas.
Se puede variar el sabor y el aroma de las sopas con las especias y las hierbas aromáticas. Una pizca de orégano, perejil, romero, laurel, pimienta, clavo o nuez moscada da a la receta un toque de sabor diferente muy agradable.
Los colores variados y llamativos tornan más atractivas y apetecibles las sopas y las cremas, un factor que resulta útil para que los más pequeños las coman. Una opción es añadir tomate, zanahoria, acelgas, calabaza o remolacha, hortalizas que a su vez enriquecen el plato en nutrientes reguladores, como las vitaminas, los minerales, la fibra y los antioxidantes. La variedad en la elaboración de las recetas es clave para conseguir menús diferentes y más gustosos.