Haber sufrido un cáncer se asocia a una serie de secuelas a largo plazo, tanto psicológicas como físicas. De estas últimas destacan, entre las más habituales, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes y otros trastornos endocrinos, la osteoporosis y la osteopenia. Se sabe que las personas que han sufrido cáncer mueren más a menudo por enfermedades cardiovasculares que el resto de la población. Por ello, las intervenciones nutricionales basadas en la evidencia científica y que pretenden la prevención y el tratamiento de estas consecuencias son imprescindibles una vez superada la enfermedad.
Desde el año 2003, la Sociedad Americana del Cáncer incluyó en sus «Guías de recomendaciones de alimentación y actividad física para la prevención del cáncer» algunos puntos dirigidos a quienes habían superado la enfermedad. El Fondo Mundial para la Investigación sobre el Cáncer y el Instituto Americano para la Investigación del Cáncer trataron también el tema en su informe de 2007. Sin embargo, estas entidades resaltan la falta de estudios destinados de forma específica a los supervivientes de esta enfermedad, por lo que sus recomendaciones son las mismas que las dirigidas a la prevención primaria de la misma. Los puntos cardinales se resumen en: seguir una dieta rica en verduras, frutas y cereales integrales, reducir el consumo de carne y alcohol, mantener un peso saludable y practicar actividad física regular.
Estas instituciones sanitarias instan a que las organizaciones públicas, privadas y comunitarias trabajen de forma conjunta para crear ambientes físicos y sociales que ayuden a que las personas adopten y mantengan conductas de alimentación sana y de actividad física. Consideran necesario:
Alimentación y actividad física
En un trabajo reciente publicado por la Asociación Americana de Dietética (ADA), se analiza cuál es la evidencia científica en relación a las recomendaciones relacionadas con la alimentación y la actividad física dirigidas a este sector de la población. La mayoría de los estudios asocian un papel protector a la ingesta de verduras y frutas. De forma más general, la denominada «dieta prudente», rica en frutas, verduras, cereales integrales, legumbres, aves y pescado, parece reducir el riesgo de mortalidad en pacientes diagnosticadas de cáncer de mama.
Tomar suplementos nutricionales (antioxidantes, vitaminas) no mejora ni el pronóstico ni la supervivencia tras el diagnóstico del cáncer
Merecen especial atención las recomendaciones en relación a los suplementos nutricionales (antioxidantes, vitaminas, etc.). Datos referentes a Estados Unidos indican que el 52% de la población consume este tipo de productos y, entre los supervivientes de un cáncer, este porcentaje aumenta hasta el 64-81%. Sin embargo, tanto los estudios observacionales como los experimentales indican que los suplementos nutricionales no mejoran ni el pronóstico ni la supervivencia tras el diagnóstico de la enfermedad, más bien justo lo contrario. Por ello, tanto la Sociedad Americana del Cáncer como el Fondo Mundial para la Investigación sobre el Cáncer y el Instituto Americano para la Investigación del Cáncer recomiendan a las personas que han padecido esta enfermedad cubrir sus necesidades nutricionales, siempre que sea posible, a partir de alimentos.
Control del peso corporal
Aunque son pocos los trabajos que analizan cómo estas variables afectan a la tasa de supervivencia de las personas que han padecido un cáncer, algunos estudios relacionan el aumento de peso después del diagnóstico con una mayor mortalidad en mujeres que han padecido cáncer de mama. Al contrario, un peso corporal alejado del sobrepeso y la obesidad estaría asociado con una mayor supervivencia.
Las «Guías de recomendación de alimentación y actividad física» incluyen consejos para escoger alimentos y bebidas que ayuden a lograr y mantener un peso saludable. Los cambios dietéticos básicos son:
La práctica de actividad física aumenta la supervivencia tras el diagnóstico de cáncer de mama, colon o recto
Además del papel crucial de la actividad física en el control del peso corporal y, por lo tanto, en los efectos positivos sobre el cáncer, se extiende una evidencia creciente respecto a su efecto independiente sobre la supervivencia en personas diagnosticadas de cáncer de mama, colon o recto. No está tan claro, sin embargo, cuál sería el nivel de actividad física necesario para lograr estos beneficios. No obstante, la Sociedad Americana del Cáncer recomienda para opciones individuales en adultos una actividad física de moderada a vigorosa, que sea adicional a las actividades habituales y se lleve a cabo durante cinco días o más de la semana. Se aconseja como mínimo 30 minutos, si bien es preferible de 45 a 60 minutos. En niños y adolescentes, el consejo individual es que practiquen actividad de moderada a vigorosa, por lo menos, 60 minutos por día durante al menos cinco días a la semana.
El papel preponderante de este elemento queda ilustrado en las guías de consenso sobre ejercicio para pacientes con cáncer que ha editado recientemente el Colegio Americano de Medicina del Deporte.
La definición de cáncer es compleja. Se hace referencia a un conjunto de enfermedades diversas en las que una o varias células del organismo se alteran y proliferan de manera incontrolada. Estas células pueden extenderse a distintas partes del organismo, invadirlas y alterar así su estructura y función.
En los últimos años, ha habido grandes avances en el estudio, comprensión y manejo del cáncer, lo que ha permitido lograr, a pesar del aumento del número de casos, una disminución del 0,7% en la tasa de mortalidad anual. Las mejoras en el diagnóstico precoz y el tratamiento han contribuido a que casi el 50% de los casos de cáncer tengan una supervivencia superior a cinco años. Este hecho, sumado al envejecimiento de la población, ha supuesto un aumento significativo del número de pacientes que tienen cáncer o que han sobrevivido a él. Según la Sociedad Española de Oncología Médica, se estima que más de 1.500.000 personas en España tienen o han tenido cáncer. La alimentación desempeña un rol esencial tanto en la prevención como en el manejo del cáncer durante la enfermedad y una vez superada.
Según el informe del Ministerio de Sanidad y Política Social “Indicadores de salud 2009”, en España, al igual que en el resto de países de su entorno socioeconómico, el cáncer representa la segunda causa de muerte (es responsable del 26% del total de fallecimientos), después de las enfermedades cardiovasculares. Estas dos patologías son responsables de las tres quintas partes de todas las defunciones. El tumor que más muertes causa en los varones es el de tráquea, bronquios y pulmones, mientras que en las mujeres destaca el de mama. El cáncer de colon es el segundo más frecuente en España y en la mayoría de países occidentales.
El cáncer de colon es el segundo más frecuente en España en ambos sexos
En términos de riesgo individual, se estima que 1 de cada 3 ciudadanos españoles y 1 de cada 4 mujeres españolas serán diagnosticados de cáncer en algún momento de su vida. Según la Sociedad Española de Oncología Médica, la incidencia global de cáncer (número de casos nuevos diagnosticados) prevista para la población española en el año 2015 es de 222.069 personas (136.961 varones y 85.108 mujeres), con el cáncer de colon y recto como el tipo más frecuente, por delante del de pulmón y el de mama.