Las grasas omega-3 constituyen uno de los nutrientes a los que se atribuyen más propiedades saludables. La protección cardiovascular es, sin duda, el efecto beneficioso más conocido. Según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), existe relación entre el consumo de omega-3 y un menor riesgo de enfermedad de las arterias coronarias. Para obtener este y otros beneficios también reconocidos desde el ámbito científico, como el mantenimiento de unos niveles normales de triglicéridos en sangre o el correcto funcionamiento de la visión y el cerebro, la cantidad de omega-3 que se debe consumir puede obtenerse a partir de una dieta equilibrada.
La evidencia científica apunta hacia otra dirección cuando el público diana no es la población adulta, sino los niños, y si la forma de ingerir este tipo de grasas no es a través de los alimentos, sino a partir de suplementos. El Comité de Nutrición de la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición (ESPGHAN) ha publicado una revisión de numerosos estudios científicos sobre los efectos de la suplementación con ácidos grasos poliinstaurados omega-3 (AGPI N-3) en niños de 2 a 18 años.
Tratamiento dietético para la hiperactividad
Aunque se estudian aspectos relacionados con la dieta y los alimentos como factores de riesgo para el TDHA, no hay pruebas concluyentes
Los tratamientos psicofarmacológicos y psicosociales son los más habituales para tratar el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDHA). No obstante, los efectos secundarios de los fármacos psicoactivos generan preocupación y las terapias psicológicas y conductuales no siempre son fáciles de implantar, por lo que es necesario investigar otros campos de intervención, como el dietético. Se estudian varios aspectos relacionados con la dieta y los alimentos como factores de riesgo o de tratamiento para el TDHA, aunque aún no hay ninguna prueba concluyente al respecto.
El componente nutricional que aporta resultados más esperanzadores es el omega-3, ya que ciertos estudios han hallado efectos positivos en algunos de los parámetros evaluados relacionados con este trastorno. A pesar de que es un ámbito donde los autores instan a continuar con la investigación, los expertos aclaran que aún se carece de suficiente evidencia como para recomendar esta suplementación en el marco del tratamiento de esta enfermedad.
Otros posibles campos de estudio
Las investigaciones acerca de los efectos del omega-3 sobre varios aspectos de la salud infantil son múltiples y variadas. Con todo, los resultados son, por el momento, poco favorables a su utilización como elemento terapéutico. La revisión del comité de nutrición de la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición pediátrica (ESPGHAN) no ha hallado evidencia de efectos favorables sobre la función cognitiva de los niños ni sobre el asma bronquial. Respecto a la fibrosis quística, no se detectan mejoras en parámetros clínicos relevantes, si bien parece que estas grasas podrían generar un entorno menos inflamatorio, lo cual podría ser beneficioso.
En cualquier caso, para demostrar efectos clínicos, serían necesarios periodos de suplementación más largos y administrados de forma más temprana. Por último, en los niños afectados por fenilcetonuria, los pocos datos disponibles indican que la suplementación con omega-3, aunque factible y segura, solo supondría mejoras transitorias en la función visual.
Por todo ello, los expertos de la ESPGHAN advierten a los pediatras de que la mayoría de declaraciones de salud acerca de la suplementación con AGPI omega-3 en varias enfermedades en niños y adolescentes no están respaldadas por una evidencia científica convincente.
Una de las principales fuentes de omega-3 en la alimentación es el pescado azul. La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) ha emitido unas recomendaciones de consumo de pescado para poblaciones sensibles por la presencia de mercurio. Según la AESAN, los niños menores de tres años deben evitar el consumo de pez espada, tiburón, atún rojo y lucio, y los niños de tres a doce años tienen que limitarlo a 50 g a la semana para evitar superar la ingesta máxima tolerable de mercurio, un contaminante de una elevada toxicidad.
Para obtener los beneficios de las grasas omega-3 de forma segura, se puede optar por pescados de menor tamaño y, por lo tanto, menos contaminados, como sardinas o boquerones, o bien recurrir a las fuentes vegetales, como las nueces y las semillas y el aceite de lino.