Muchas personas deportistas creen que para obtener un rendimiento físico óptimo, su organismo precisa suplementos de proteína, además de la proteína ingerida a través de la dieta.
Los estudios acumulados en los últimos años confirman que deportistas con un volumen importante de entrenamiento necesitan más proteínas en su dieta, comparado con las necesidades de una persona sedentaria. No obstante, esto no quiere decir necesariamente que tengan que tomar suplementos proteicos.
Se estima que el organismo humano, precisa 0,8-1,2 g de proteína por kilo de peso y día (g/Kg/día), para formar sus propias proteínas humanas, lo que hace posible el crecimiento de órganos y tejidos (músculos, huesos…) y, asimismo se mantiene el sistema de defensas en buenas condiciones para combatir eficazmente infecciones y enfermedades.
Basándonos en los datos disponibles, parece que la ingesta proteica en personas deportistas, debería situarse en un rango entre los 1,2 y 1,4 g/Kg/día para la mayoría de quienes practican deportes de resistencia aeróbica; y quizá un poco mayor para aquellos que participan en programas físicos en los que se producen gastos energéticos extremos, como una vuelta ciclista de varios días de duración o durante la preparación de un maratón. En la mayoría de los casos, esta cantidad se puede obtener a partir de la alimentación, ya que como el deportista generalmente consume más calorías, si toma una dieta variada y equilibrada, estará ingiriendo una cantidad adecuada de este nutriente.
Sin embargo, uno de los mayores errores que se comete en el colectivo de deportistas, es el exceso de proteínas que se ingieren, bien en forma de alimentos o de suplementos, basado en la creencia popular de que cuanto mayor sea la cantidad ingerida de este nutriente, mayor masa muscular se puede conseguir.
El organismo tiene unas necesidades proteicas concretas que no conviene sobrepasar. Por tanto, dicha práctica no sólo no tiene ese efecto sino que además, si la cantidad ingerida supera los 2 g/Kg/día, podría verse comprometido el riñón al tener que eliminar por la orina cantidades elevadas de una sustancia tóxica llamada urea que deriva del metabolismo de las proteínas, y asimismo, podría aumentar la excreción urinaria de calcio, lo que aumenta el riesgo de osteoporosis.
El exceso, sin asesoramiento profesional, durante meses e incluso años, puede comportar una sobrecarga hepática y renal, el hígado y el riñón ven multiplicada su actividad y sus funciones pueden quedar dañadas.