Atiborrarse de suplementos vitamínicos para combatir situaciones de estrés, agotamiento físico y mental o una dieta desequilibrada es una práctica cada vez más frecuente en España. Se estima que el 10% de la población consume estos productos, casi siempre por la vía de la automedicación. Los expertos aclaran que, salvo en casos muy concretos, su ingesta no es necesaria, aunque hoy en día su consumo va en aumento. Lo mejor, dicen, es optar por una alimentación sana que aporte las vitaminas en las cantidades suficientes para el organismo. Antes de lanzarse al consumo de complejos vitamínicos, conviene buscar la asesoría de un especialista.
Dietas desequilibradas
Las vitaminas son elementos reguladores del organismo que si bien no tienen ningún aporte calórico son importantes en innumerables procesos biológicos. Su ingesta es fundamental porque el sistema orgánico no las produce, por tanto hay que incorporarlas a través de ciertos alimentos.
En países en vía de desarrollo, según explica Irene Bretón, médico adjunto de la Unidad de Nutrición Clínica y Dietética del Hospital Gregorio Marañón de Madrid y especialista en endocrinología y nutrición, es en donde más se aprecia la deficiencia de algunas vitaminas, situación que a veces constituye un verdadero problema sanitario. En los países desarrollados, en cambio, tal circunstancia prácticamente no se da. Sin embargo, hay casos muy concretos en los que es necesaria la ingesta de suplementos vitamínicos para corregir deficiencias.
Según la doctora Bretón, entre esos casos se citan las dietas desequilibradas, como ocurre con pacientes que padecen algún tipo de alergia alimentaria, o con los vegetarianos que no consumen ningún derivado animal. A largo plazo, estas personas pueden sufrir la falta de vitamina B12.
Las mujeres embarazadas y los niños con deficiencia de vitamina D y K también requieren suplementos farmacológicos. Los ancianos, por el tipo de alimentación que llevan y porque suelen asimilar con más dificultad las vitaminas, igualmente necesitan estos productos. Las enfermedades que afectan al aparato digestivo o las intervenciones quirúrgicas del estómago, así como insuficiencias renales también pueden ser una buena razón para ingerir suplementos. O el consumo de medicamentos que interactúan con las vitaminas y pueden producir déficits.
Creencia errónea
Si se separan los segmentos de la población en los que realmente se requiere ingerir aportes suplementarios, el resultado, explica la doctora Bretón, es que la mayor parte de las personas no se encuentra en ninguno de esos grupos. Es decir, teóricamente no necesitan tales productos para su organismo. Pero aun así, su uso es cada vez más habitual.
Estamos ante una industria millonaria cuyas ventas supusieron en 2001, según datos de la Asociación Nacional de Especialidades Farmacéuticas Publicitarias (ANEFP), 28.434.667 euros. El pasado año se vendieron 5.399.300 envases de polivitamínicos. Los más utilizados son los que vienen bajo la presentación de multivitaminas.
El consumo masivo de suplementos vitamínicos es una práctica importada de Estados Unidos, en donde se inició hace unos quince años. “En ese país hay suplementos vitamínicos hasta para cada día de la menstruación”, comenta un experto. En España, en una muestra de 1.000 individuos de más de 15 años, se comprobó que el 28% había tomado algún tipo de suplemento vitamínico en el año anterior, según Nuria Llata, especialista de la Asociación Española de Dietistas y Nutricionistas. Sin embargo, Llata asegura que en este país la utilización de suplementos (un 10% de la población) no es tan extendida si se toma como referencia lo que ocurre en Alemania, (un 43% de la población toma suplementos), Reino Unido, (un 39%), e Italia, (un 37%).
“Yo suelo tomar suplementos vitamínicos en primavera y otoño. No sé si es lógico o no pero noto un cambio. Reconozco que debería tomar alimentos que me aporten las vitaminas de forma natural, pero por mi estilo de vida no es posible. No tengo tiempo. Además, noto que como mal porque llevo un ritmo muy intenso”, cuenta Susana Hidalgo, una periodista acostumbrada a la ingesta de polivitamínicos.
Casos como éste son frecuentes. La doctora Llata afirma que por el estilo de vida actual es fácil creer que consumiendo suplementos vitamínicos se aguanta mejor el ritmo frenético al que a veces nos sometemos. Ello, dice Llata, “es una creencia errónea”. “La gente piensa que en vez de seguir una alimentación sana puede recurrir a una farmacia a comprar un suplemento. Estamos ante una especie de efecto tranquilizador de conciencias. Lo mejor en estos casos es recurrir siempre a una dieta adecuada”, añade Irene Bretón.
El abuso puede ser perjudicial
Varios estudios explican, según la doctora Bretón, que las personas que toman menos cantidad de vitaminas tienen probabilidad de desarrollar enfermedades. Pero lo que no está comprobado, dice, es que la ingesta de suplementos evite tal posibilidad. “La recomendación siempre es tomar alimentos ricos en vitaminas, no pastillas”, insiste.
Los productos en los que se mezclan varias vitaminas no suelen conllevar efectos secundarios. En las vitaminas unitarias, en cambio, hay más riesgos, afirma la especialista del hospital Gregorio Marañón. El consumo excesivo de la vitamina A, por ejemplo, puede producir enfermedades del hígado y en el caso de las embarazadas suponer problemas para el feto o abortos. La vitamina D también puede generar toxicidad en cantidades elevadas.
Carmen Flores, portavoz de la Asociación del Defensor del Paciente, con sede en Madrid, cree que, en general, la población “abusa de los complejos vitamínicos”. Ello sucede, dice Flores, por “el poco control administrativo” que recae sobre estos productos. “Yo creo que se debería crear la obligación de llevar recetas para adquirir los polivitamínicos. Me parece que hay muy poco conocimiento sobre los complejos vitamínicos”, señala.
En ese sentido, Nuria Llata resalta el hecho de que los polivitamínicos no sólo se puedan adquirir en farmacias y herbolarios, sino también en supermercados. “Es evidente que los suplementos son muy útiles en determinadas situaciones para mejorar la calidad de vida del individuo cuando éste lo necesita, pero no cuando los emplea como una moda sin ser del todo consciente de cómo actúan en su organismo”, afirma Llata.
La doctora Irene Bretón también advierte de que los productos vitamínicos que se venden en herbolarios “no son necesariamente saludables”. Y añade: “No hay que asociar natural a inocuo y beneficioso. Los productos naturales a veces son precursores de medicamentos”. Tanto Llata como Bretón reconocen que los suplementos vitamínicos pueden ayudar a personas con dietas insuficientes, pero siempre se aconseja consultar al médico antes de decidir su consumo.