La salsa de tomate es una pasta elaborada principalmente con la pulpa de los tomates (naturales, pelados en lata o triturados), a la cual se le añaden varios ingredientes de condimentación, sobre todo cebolla. Otros ingredientes habituales son el ajo, la zanahoria, el pimiento verde, especias o hierbas variadas. Normalmente se usa como salsa de acompañamiento, para condimentar, para reforzar o dar color a otras salsas o para elaborar derivados de las mismas.
Sencilla elaboración
Para elaborar salsa de tomate casera, en primer lugar rehogaremos las verduras de condimentación. Se recomienda añadir cantidades importantes de cebolla cortada en juliana. A partir de aquí cada uno agregará verduras al gusto. Una vez se hayan rehogado, añadimos el tomate.
Durante el proceso de cocción, el tomate va a perder gran parte del agua de constitución. Cuando determinemos que está cocinado, se triturará con ayuda de un pasapurés y posteriormente se pasará por un colador chino. Si, en lugar de triturarlo con un pasapurés, se hace con una batidora eléctrica a altas revoluciones, introduciremos aire al tomate, lo que hará que pierda su color rojo característico y se convierta en naranja.
Una vez colado, se pone de nuevo a hervir el tomate. En la puesta a punto de la salsa, debe tenerse en cuenta que el tomate es rico en ácidos, por lo que deberá añadirse azúcar. Ya sólo quedará ponerla, por último, a punto de sal.
Sin piel ni semillas
La salsa de tomate debe elaborarse sin la piel de la hortaliza, ya que ésta le daría un toque amargo al preparado. Asimismo, las semillas no son del gusto de algunas personas cuando las encuentran entre la comida, por lo que también se recomienda extraerlas.
Para quitar fácilmente la piel a los tomates deben sumergirse en agua hirviendo durante unos 40 segundos (técnica del escaldado). Una vez pasado este tiempo ya se puede retirar la piel de forma cuidadosa. Las semillas se extraerán con los dedos después de cortar el tomate en dos mitades.